El eje Perú-Brasil

Por Francisco Durand

Profesor de Política Latinoamericana de la Universidad de Texas en San Antonio, EE. UU.

Debo admitir que hasta hace poco no tenía idea de lo importante que es construir el corredor exportador interoceánico. A fin de cuentas, no es la primera vez que fracasa (se intentó en los años 70), y los megaproyectos siempre tienen el riesgo de quedarse sin financiación, sobre todo en tiempos inflacionarios. Luego de empaparme en el asunto, corrijo mi ceguera.

Un hecho notable, que hasta ahora muchos analistas no perciben, es que los acuerdos comerciales van de la mano con consideraciones geopolíticas. Son iniciativas de Estados fuertes y por eso empujan la firma de los tratados y financian los lobbys. Esa es una de las principales razones por las cuales Estados Unidos firmó el Tratado de Libre Comercio (TLC) con México. Aparentemente se trata de relaciones bilaterales entre "socios", como si hubiera paridad, pero no es así. En realidad, los Estados débiles se entusiasman con estas "grandes oportunidades económicas", pero se olvidan del hecho de considerar su propia estrategia geopolítica.

El Perú parece ser un caso en el que las negociaciones determinan su estrategia y no al revés como debía ser. Por lo mismo, adopta una mentalidad de convoy, de engancharse a la primera locomotora que pasa. Sin embargo, a pesar de esta actitud con el Brasil, la conformación del eje no es una mala idea aunque el gobierno no se dé cuenta.

Una mirada al Cuadro Nº 1 nos indica que varios conglomerados brasileños están invirtiendo aceleradamente en proyectos vinculados al eje además de otros. En paralelo Brasil está subiendo como socio comercial aceleradamente (hoy es el cuarto, después de EEUU, España y Chile). La balanza comercial entre Brasil y Perú 2002-2006 ha aumentado de US$ 653 millones de comercio total (importaciones y exportaciones) a US$ 2,288 millones, casi 4 veces más.

Esta mayor integración es el resultado de un acercamiento diplomático que se ha acelerado a partir del 2001, con Toledo, y que sigue con García. En el periodo 2001-2006 las reuniones entre presidentes suben de 5 a 22, a las que se añaden las que se realizan por primera vez: 4 de vicepresidentes, 10 de cancilleres, 7 de ministros de defensa y 8 de vicecancilleres.

Este proceso es dirigido desde Brasilia por una doble alianza de grupos económicos y el Estado. Es también bien recibido en Perú por razones económicas, pero también debe serlo porque tiene efectos geopolíticos beneficiosos.

Veamos las diferencias tácticas, resultado de su posicionamiento y gama de recursos y oportunidades. Mientras el Brasil consolida el Mercosur, y sus grupos económicos se proyectan con ventaja a sus mercados vecinos, el Perú se abre indiscriminadamente a todo tipo de inversión, ocurriendo una creciente influencia chilena. A la "invasión" económica del vecino prusiano del sur se añade su decisión de ocupar arbitrariamente un pequeño triángulo en el último hito fronterizo de Tacna (paradójicamente denominado La Concordia), para proyectarse diagonalmente hacia el Pacífico y reclamar taimadamente, como decía mi abuela, un aumento de mar territorial.

La discordia resurge en un momento en que los capitales chilenos siguen penetrando en el mercado peruano e incluso comprando megaempresas. En diciembre del 2007 el grupo Cencosud adquirió la mayoría de acciones del grupo peruano Wong. A ello se añade la posición predominante en transporte aéreo (Lan), grandes departamentos de venta (Ripley y Saga Falabella), además de su presencia en el sector bancario, fondos de pensión y farmacias. Más preocupante aún son sus planes de invertir en puertos.

El reavivamiento antichileno, factor históricamente determinante en la política exterior peruana, ha vuelto a la escena, lo que obliga a reconsiderar la estrategia de integración económica irrestricta como plantean ingenua o interesadamente los neoliberales. El eje Lima-Brasilia, en ese sentido, es ventajoso por contrabalancear esta asimetría generada por Chile en la economía peruana y porque tiende a consolidar una relación fuerte y potencialmente estable con el país más grande y económicamente más sólida de Latinoamérica.

El Perú entonces se muestra, o se debería mostrar, más dispuesto a considerar positivamente a que, como bien dice una nota periodística, "Brasil elija al Perú como eje estratégico". En esta apuesta no están solo los conglomerados peruanos que, siguiendo la teoría vigente, tienen oportunidades de "alianzas estratégicas" (son en realidad socios menores, caso de Graña y Montero), sino también expertos de política exterior que desde hace un tiempo empujan a una alianza Lima-Brasilia.

Es hora entonces de dejar de bailar la cueca y empezar con la samba. También, de gerenciar el cambio incluyendo a los nativos y otros grupos sociales, y aprender a dialogar primero e invertir después, manejando lo social con un verdadero sentido social, no como un proyecto "sí o sí", que arrase con la Amazonía y sus habitantes (por ser "perros del hortelano" que no dejan comer a los capitalistas y sus operadores).

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