El viejo recurso al miedo

Henry Paulson

Por Xavier Caño Tamayo*

El miedo se extiende desde los grandes medios de comunicación. En esta psicosis colectiva, los culpables de la crisis se erigen como salvadores.


Reino Unido entrará en recesión. Caída hacia la depresión. El vendaval de la crisis alcanza a Asia. Quiebra de confianza en las empresas. Se desploma el consumo. Se derrumba la Bolsa. La crisis golpea sin piedad a América Latina. Se acerca la gran depresión. El fin de una era. Descalabro financiero…

Son algunos de los muchos titulares de primera página de las últimas semanas. Si nos atenemos a la significación real de las palabras, sólo quedaría rezar a quienes crean en algún poder superior que pueda echar una mano. Pero, aunque es cierto que se sufre una muy grave crisis, no es menos cierto que se veía venir, para quien quisiera ver, pero entonces los medios informativos sólo jalearon, con algún despiste que otro, que vivíamos en el mejor de los mundos, económicamente hablando.

El escritor y columnista español, Javier Marías, ha trazado una ajustada descripción del papel que perpetran los medios informativos en esta crisis: “Hay una tendencia a convertir las noticias regulares en malas, lo intrascendente en preocupante y lo preocupante en alarmante. A hacernos creer, en suma, que vivimos entre sobresaltos continuos en un mundo siempre al borde del precipicio y del cataclismo”.

El catastrofismo inunda desde hace semanas las portadas de los medios, lejos del rigor informativo, ya tan lejano. Ocurre desde que estalló la crisis económica, muy real, por cierto. Tal vez porque periódicos, noticiarios televisivos y radiofónicos se decantan desde hace tiempo por el espectáculo, la información como show business, la ganancia de audiencia como sea y la producción de noticias como mercancías y no información, argamasa imprescindible para que ciudadanos y ciudadanas forjen opiniones ponderadas y puedan elaborar criterios de actuación.

Periódicos, radios y televisiones, agrandan la crisis con tales banalidades y ausencias de rigor, pues tal son esos titulares sin el menor matiz.

“A los ciudadanos los asalta una psicosis de ‘vivir un pésimo momento histórico’, de asistir al ‘fin de un sistema’ o a ‘los últimos estertores del capitalismo salvaje’ (más quisiéramos). Se aterran, no gastan, no salen, con lo que provocan crisis verdadera en los restaurantes, tiendas y en el consumo en general”, comenta Marías.

¿Por qué esa conducta de muchos medios informativos? Hasta hace una veintena de años los medios (la prensa especialmente) eran un cuarto poder, concebido y comprendido como poder compensatorio y vigilante en aras del mejor funcionamiento del sistema democrático. Pero ese poder ha desaparecido, aunque sería más preciso indicar que los medios informativos ocupan otro lugar. Dentro del poder económico (que los adquirió y controla), se han convertido en un poder antagonista, servil y turbio instrumento de influencia para cambiar estados de opinión incluso contra toda lógica y verdad, preferentemente en función de los intereses de la minoría (pues minoría es) de quienes los poseen, de la clase de sus propietarios.

José Luis Fiori, profesor de economía en la Universidad de Río de Janeiro, dice refriéndose a la crisis y la información sobre ella que “en medio del ensordecedor tiroteo se hace difícil pensar. Tal vez por eso, se multiplican en la prensa los adjetivos, las exclamaciones y las profecías apocalípticas”.  Pero Fiori nos dice también que “nacerán rápidamente nuevas normas e instituciones, y se dará en los próximos meses una gigantesca centralización del capital financiero. Los bancos y organismos multinacionales siguen paralizados e impotentes, y se afianza la tendencia a la estatización de empresas, a la regulación de los mercados y al aumento del proteccionismo y nacionalismo económico. El ‘modelo neoliberal’ anglo-norteamericano cayó al basurero de la historia, junto con las ideas económicas hegemónicas de los últimos años”.

Entonces ¿a qué viene ese sensacionalismo apocalíptico? El viejo recurso al miedo. Cuanto más acobardados y miedosos estén los ciudadanos y ciudadanas del mundo, más fácil será manipularlos y controlar las necesarias salidas a la crisis. Tras el estrepitoso fracaso del neoliberalismo, que ha gobernado el mundo durante un cuarto de siglo, la minoría de dueños del mundo (y esto no es una película de política ficción) maniobra para que las cosas cambien de tal modo que casi nada cambie. Por eso buscan amedrentar a los ciudadanos, para que los mismos responsables de la catástrofe global y planetaria aparezcan como salvadores.

*Periodista y escritor, Centro de Colaboraciones Solidarias