Por Humberto Campodónico

En los últimos dos años, muchos alimentos tuvieron precios extraordinariamente altos. Para muchos analistas económicos, las razones de dicha alza tenían que ver con cambios estructurales en la oferta y la demanda a nivel mundial, lo que daba el siguiente pronóstico: los precios de los alimentos se mantendrían altos por varios años.

A su vez, estos altos precios incidirían en un aumento de la inflación a nivel global, lo que se manifestó tanto en los países industrializados como en los países en desarrollo. En efecto, dice el FMI que de enero del 2007 a febrero del 2008 la inflación mundial subió de 2% a 4.5%, mientras que la de los países en desarrollo estaba en 6.5%. Lo mismo sucedió en el Perú, donde la inflación ha aumentado al 6.6% anual, el doble del rango meta superior del BCR, que es del 3%.

Los principales argumentos para explicar el alza tenían que ver con el aumento de la población mundial (sobre todo China y la India), el efecto riqueza en los países industrializados, el aumento de la demanda por biocombustibles (que encarece el precio del maíz y, además, disminuye el área de cultivo de trigo y soya), los altos costos de transporte, problemas climáticos que afectan las cosechas, etc.

Sin embargo, en las últimas semanas, conjuntamente con el desencadenamiento de la crisis financiera y de la recesión económica en EEUU, los precios de los alimentos —así como de los minerales y el petróleo— han sufrido una reducción significativa. Por tanto, cabe hacerse las siguientes preguntas: ¿de verdad ha habido cambios estructurales en estos mercados? ¿O es que el alza de precios de los "commodities" también se debió a factores que poco se tuvieron en cuenta como, por ejemplo, la intervención en el mercado de agentes "externos" que crearon una burbuja especulativa? Comencemos por lo último. En el mercado de granos más grande del mundo, Chicago CME, se establecen los precios de más de 25 alimentos. Según la consultora Ag Resource, las inversiones totales en los índices de maíz, soya, carne de res y carne de porcino aumentaron de US$ 10 mil millones a US$ 42 mil millones del 2006 al 2007.

De otro lado, la Asociación Nacional de Granos y Alimentación de EE. UU. (National Grain and Feed Association) estableció que los especuladores de los índices controlaban el 30% del total de los contratos futuros aún no liquidados o listos para la entrega, lo que incluye el 34% y 50% de los contratos de soya y trigo, respectivamente" (Jerry Hagstrom, en National Journal Magazine, junio 2008, www.nationaljournal.com).

Los especuladores de los índices son los fondos de cobertura (hedge funds), los Fondos de Índices, fondos mutuos y fondos del mercado de divisas. Se afirma que la entrada masiva de estos inversionistas al mercado de alimentos se debió, en lo fundamental, a la devaluación del dólar, por lo que buscaron refugio en "activos tangibles" (esto incluye también la inversión en petróleo y minerales).

La cuestión es que la burbuja estalló a mediados de año con la crisis de las hipotecas subprime y comenzó la baja de precios. Una segunda vuelta de tuerca hacia la baja se ha producido en las últimas semanas, debido al avance de la recesión económica (el PBI de EE. UU. se contrajo en 0.3% en el III Trimestre), lo que incidirá en una menor demanda de alimentos.

Así, parece que la inflación subyacente (que no considera los precios de los alimentos ni del petróleo) vuelve a ser lo que era (ver www.cristaldemira.com, 26/5/08, donde no tomamos en cuenta la importancia del factor especulativo). Esto quiere decir que poco a poco la inflación por alimentos se irá reduciendo, factor positivo que alegrará sobremanera al BCR.

Lo negativo viene por el lado del TLC con EE. UU., pues la baja de precios incrementará los subsidios a los agricultores de ese país. Con esta ventaja espuria, aumentarán las exportaciones de alimentos de EE. UU. a precios bajos (subsidiados), que "competirán" deslealmente con los nuestros, perjudicando sobre todo a los campesinos de la sierra sur. La salida de los especuladores de los mercados de alimentos y la consiguiente baja de precios, por tanto, no pinta todo de color rosa.

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