LA APEC: La cita escondida

Por Gustavo Espinoza M. (*)


La mayoría de los peruanos ignora qué es la APEC. Ni siquiera los congresistas de la República encuestados, supieron dar una versión coherente, ni explicar el significado de sus siglas. En San Borja, tras gruesos barrotes, severos cordones policiales e infranqueables murallas de acero y cemento, el ASIAN-PACIFIC ECONOMIC COOPERATION se desarrolló en medio de un inevitable desconcierto, y fue visto por millones de peruanos a través de los vistosos colores de la Caja Boba.


La prensa oficial y sus allegados pasaron completamente por alto un hecho simbólico ciertamente muy significativo, del que, probablemente no se percataron muchos de los visitantes que llegaron hasta nuestra tierra: el evento tuvo lugar en la sede de la Comandancia General del Ejército, un edificio blindado, usado antes para actividades poco recomendables.

En su libro "Muerte en el Pentagonito", el periodista Ricardo Uceda detalla, y documenta muy prolijamente, el uso que se dio a ese local en las dos últimas décadas del siglo pasado. Allí funcionó un crematorio en el que fueron incineradas personas ilegalmente detenidas, torturadas y asesinadas por los servicios secretos de nuestro país. Fue el caso de Enrique Duchicela, sargento de la Fuerza Aérea Ecuatoriana quien desempeñaba funciones diplomáticas en la embajada de su país en el Perú. Con el peruano Marco Barrantes Torres, fue acusado de alimentar una red de espionaje, detenido, torturado y ejecutado en medio del más absoluto secreto durante, precisamente, los años del primer gobierno del Presidente García, al igual que se desdichado compañero de infortunio.

Claro que esos no fueron los únicos casos. Hoy se sabe que las lóbregas paredes de ese gigantesco edificio, fueron usadas como celdas de un Centro Clandestino de Reclusión, en el que permanecieron virtualmente secuestrados, entre otros, el empresarios Samuel Dyer, el periodista Gustavo Gorriti y hasta la entonces Primera Dama de la Nación, Susana Higuschi cuando cayó en desgracia ante los ojos de su ilustre consorte, el entonces Presidente de la República Alberto Fujimori, quien ordenó el estropicio. Estos, sin embargo, lograron sobrevivir a la experiencia. Y la contaron.

Pero hay muchas otras historias que no se conocen. Se sabe, sin embargo, que sobre todo entre 1990 y el año 2000 en ese lugar funcionó un Presidio secreto, al que fueron traídos, en vuelos especiales, campesinos del interior del país, que permanecieron engrilletados y sometidos a los tratos más crueles, inhumanos y degradantes. Algunos, después, fueron transferidos a la justicia ordinaria; pero de otros, no se tuvo más información, Fueron devorados por el silencio y la noche. Por eso nos permitimos decir, sin temor a equivocarnos que en el marco de sus deliberaciones, los asistentes a la Cumbre de la APEC pudieron oír los quejidos de los torturados, y el silencio de los muertos.

¿Qué razones llevaron al gobierno peruano a escoger precisamente ese edificio como sede de tan resonante evento?

Probablemente dos: la vocación, y el miedo.

No hay que olvidar que, que para los efectos de la organización del certamen, fue designada como la más alta figura peruana, el Congresista y Primer Vice Presidente de la República, Vicealmirante Luís Giampietri Rojas, quien tiene un proceso judicial por despejarse en torno a la matanza de El Frontón, ocurrida en junio de 1986.

Es lógico suponer que quien dedicó su vida al accionar de la institución armada y ostenta antecedentes de esa magnitud, tiene vocación reconocida para preferir El Pentagonito, a una sede civil de mayor solvencia democrática, en la que se sentiría como un pez fuera del agua. La Cámara de Tortura le resulta más familiar. La vocación llevó entonces al Marino, que desempeñaba las funciones de Presidente de la Comisión de Inteligencia del Congreso de la República cuando fue designado para presidir la Comisión encargada de atender la APEC, a optar por la Comandancia del Ejército para tal efecto.

Y el miedo, compartido con otros altos dignatarios del Estado Peruano, los hizo confirmar esa decisión, porque les aterró la posibilidad de que se expresara la protesta ciudadana. Esa mole, protegería los finos oídos de nuestros ilustres visitantes. Prefirieron entonces que los dignatarios en visita sintieran el dolor angustiante de los torturados, antes que el ulular combativo de las multitudes. Por eso la APEC fue aislada, y en torno a ella no se discutió nada. Simplemente se esperó que sucediera.

Sólo en las últimas semanas, en octubre, el Canciller de la República, José Antonio García Belaunde tuvo a bien hacer una exposición ante un auditorio calificando explicando lo que nadie sabía: El Foro de Cooperación Económica del Asia-Pacífico fue creado en Canberra el 7 de noviembre de 1989 por iniciativa del Primer Ministro Australiano Robert Hawke y fue concebida como "la respuesta regional al gran dinamismo económico de la zona y a la necesidad de fomentar el intercambio comercial y las inversiones". Su principal característica -dijo- fue su carácter de "foro de concertación sustentado en compromisos unilaterales de liberalización y facilitación de del comercio y la inversión abierto a terceros países, lo diferencian de esquemas de integración regional en otras áreas del mundo".

El certamen inaugurado en Lima reunió a 21 naciones del Océano Pacífico, el área de más sólido desarrollo en el milenio, en la que se encuentran comprometidos 2,600 millones de habitantes, el 47% del comercio exterior y 19 trillones de dólares. Y se hizo en un marco ciertamente inusual: la profunda y violenta crisis del sistema financiero que coloca a la defensiva y en derrota al modelo de dominación vigente; y la elección presidencial de los Estados Unidos que, independientemente de las expectativas que genere Barack Obama, concluyó con la derrota catastrófica de George W Bush y la virtual quiebra de su imagen política.
Pese a lo debilitado de su imagen, el señor Bush fue presentado como la primera estrella del firmamento mundial. Pero él también estuvo devorado por el miedo. Si le creemos a la revista Caretas, diremos que arribó a Lima con una impresionante comitiva de seguridad integrada con dos Portaviones tripulados con 6 F-16 cada uno, helicópteros artillados y 10 ambulancias, con 600 agentes secretos provistos de armas de guerra y tecnología de punta, antiterrorista, claro. Se alojó en un barco de La Marina y en el Hotel Marriot; se trasladó hacia el centro de Lima en una Limusina blindada, con cinco anillos de seguridad compuestos por policías uniformados y encubiertos, policía militar y policía motorizada, unidades de la CIA, de la DEA y del FBI. Y arribó en un Air Force One Boeing 747 de 71 metros de largo y 19 de ancho con 370 metros cuadrados de espacio interior y 3 pisos, avaluado en 350 millones de dólares, que puede funcionar como Centro de Mando Militar en caso de un ataque nuclear y cuenta con sistemas electrónicos capaces de interferir radares.

Pero el miedo de los poderosos no fue sólo físico. También político. Y es que el contexto lucía tan severo, que la administración Norteamérica optó por precederlo de un encuentro en Washington: La Cumbre de los 20, que concluyó como había comenzado: sin ningún acuerdo.

En Lima ya, la falta de acuerdos se suplió con el exceso de declaraciones, con el optimismo de los documentos, y la grandilocuencia de los discursos que repitieron casi al unísono aquello en lo que nadie cree: que la crisis será muy pronto superada.

El Perú no debiera hacerse ilusiones ni con los discursos farragosos ni con las promesas de inversiones. Unos, son palabras que acabarán con el evento. Y las otras, cantos de sirena que no se cristalizarán a cambio de nada. Si vienen, vendrán para llevarse todo lo que la naturaleza -y la creación del hombre- nos han dado, y que no se lo llevaron ya los que estuvieron antes. Miremos mejor al entorno sudamericano y busquemos una integración simétrica con países que tienen las mismas virtudes y los mismos problemas que nosotros. En Sud América tenemos Petróleo, Gas y el 25% del agua potable del mundo. Tenemos, además, inmensas riquezas minerales, y una población laboriosa dispuesta a luchar por cambios que nos permitan vivir mejor, con mayor dignidad y derechos.

Sud América, más allá de las intenciones del Imperio es escenario también de transformaciones radicales que ocurren, sobre todo, en la conciencia de la gente. Hoy los pueblos despiertan ante un nuevo escenario. Y los hombres y las mujeres de nuestro continente anhelan avanzar con un derrotero propio que se base en nuestra experiencia y en nuestra esperanza.

La lucha de los pueblos de nuestro continente, inspirados por la Cuba heroica, se nutre de todo lo que somos capaces de producir en riqueza material y en ideas. Sólo necesitamos que quienes nos esquilmaron siempre, pierdan ahora su capacidad de hacerlo. No necesitaremos de encuentros escondidos ni paredes ensangrentadas. Sólo luz, y vida para alumbrar el futuro. (fin)

(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / www.nuestra-bandera.com