Aleksandr Dunáev
 
Roma, 26 abr (Sputnik).- A pesar del fuerte impacto económico de la pandemia del coronavirus, la agricultura italiana se mantuvo en el primer puesto en la UE por el valor adjunto y se convirtió en un ejemplo de sostenibilidad.
 
 

campo tomate Napoles

 

 
A juzgar por las cifras, estos no son buenos tiempos para la agricultura italiana. Ya en 2019 las condiciones climáticas adversas redujeron el volumen de la producción agrícola italiana en el 1,3 por ciento. Pero no todo es tan desalentador, también hay un horizonte de esperanzas.
 
IMPACTO DE LA PANDEMIA
 
Con el estallido de la pandemia del covid-19, la situación se agravó: en 2020 la agricultura del país mediterráneo perdió un 3,3 por ciento de volumen y un 6,1 por ciento de valor adjunto, respecto al nivel del año anterior.
 
Además del impacto económico, la crisis provocada por el coronavirus acarreó problemas sociales en el sector, algo que quedó claro el pasado 10 de abril cuando en toda Italia miles de trabajadores agrícolas salieron a las calles para protestar contra el insuficiente apoyo al sector de parte de las autoridades. “Nos olvidaron, la pandemia fue un duro golpe para nosotros, pero nos excluyeron de las categorías que reciben subsidios”, afirmaban los manifestantes enojados.
 
A eso se añade la falta de mano de obra, causada por el cierre de las fronteras. Según las estimaciones de la Confederación Nacional de Cultivadores Directos (Coldiretti), en el sector “faltan unos 200.000 puestos de trabajo”, en primer lugar, de trabajadores de temporada, extranjeros en su mayoría, lo que pone en vilo tanto los trabajos de siembra, como los de cosecha de este año.
 
INDICIOS ALENTADORES
 
A primera vista, el panorama parece desolador. Pero también hay algo positivo.
 
En primer lugar, la agricultura italiana supo resistir mejor que el resto de la economía a la tormenta económica del covid-19: el año pasado se contrajo menos respecto al PIB nacional, que se hundió un 8,8 por ciento.
 
Algunos componentes de la economía agrícola registraron,  incluso, un crecimiento. Por ejemplo, las ventas de los productos agroalimentarios italianos en los mercados exteriores aumentaron en 1,4 por ciento, frente a una caída del 10 por ciento que sufrió el resto de las exportaciones.
 
Durante el año pandémico la popularidad de los productos Made in Italy aumentó, sobre todo en Alemania, con un incremento de exportaciones en 5,5 por ciento. Y en Estados Unidos las ventas de alimentos italianos crecieron en 5,2 por ciento, pese a las sanciones que la administración de Donald Trump impuso contra algunos artículos a finales de 2019.
 
Además, la agricultura italiana logró mantenerse en el primer puesto en la UE por el valor adjunto: con sus 31.300 millones de euros superó el nivel de Francia (30.200 millones) y España (29.300 millones de euros).
 
HACIA UNA AGRICULTURA SOSTENIBLE
 
Sin embargo, no solo es importante cuánto produce la agricultura, sino también cómo lo hace. Y es aquí donde salta a los ojos la diferencia entre Italia y sus vecinos europeos.
 
Lo primero que cabe destacar es la disminución del uso de las sustancias químicas. En la última década las ventas de los pesticidas en Italia se redujeron en un 32 por ciento, un resultado tanto más impresionante en comparación con España o Alemania, donde el uso de estos productos no paró de crecer, mientras en Francia disminuyó, pero tan solo en un 10 por ciento. Además, los productores italianos emplean cada vez menos fungicidas, herbicidas y fertilizantes químicos.
 
Para el consumidor eso significa una mayor seguridad de los productos que compra. Según los datos de la Coldiretti, entre los alimentos que se importan a Italia de los países extracomunitarios, el 5,6 por ciento contiene residuos químicos irregulares, mientras en el caso de los productos italianos esa cifra es inferior al uno por ciento.
 
Italia también es uno de los líderes de la UE en cuanto a la sostenibilidad ecológica de la agricultura. El nivel de las emisiones que genera el sector descendió en 12 por ciento en las últimas dos décadas, mientras la cuota de las fuentes de energía renovables en la producción agrícola se acerca al 20 por ciento.
 
En un mundo donde, según varias estimaciones, se desperdicia entre el 17 y el por ciento de la comida producida, es importante prestar atención no solo a la producción de los alimentos, sino también a lo que termina en los vertederos.
 
Pues aquí también Italia tiene datos mejores que el resto de la UE: cada italiano produce 126 kg de residuos alimentarios al año, una cifra inferior en 16 por ciento a la media europea y con una neta tendencia hacia la baja en los últimos diez años.
 
Cada vez más ecológica y menos despilfarradora: parece que, a pesar de todos los problemas que surgieron el año pasado, la agricultura italiana está en el buen camino y puede servir de ejemplo de un justo equilibrio entre la sostenibilidad y la eficiencia económica. (Sputnik)