Brasil asume este jueves la presidencia temporal del Mercosur, un bloque que, desde hace años, arrastra una crisis interna y de identidad y por el que el Ejecutivo de Jair Bolsonaro no siente especial entusiasmo. Para los especialistas, no hay grandes expectativas para los próximos seis meses, más bien al contrario.
 
 

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El ministerio de Relaciones Exteriores dijo esta semana en un comunicado oficial que la prioridad de Brasil en este semestre será trabajar en favor de "resultados concretos que tengan un impacto directo en la vida de los ciudadanos".
 
Lo más probable, no obstante, es que continúe la inercia en la que se instaló el bloque en los últimos años, como avanzó a Sputnik la profesora del Instituto de Relaciones Internacionales de la Pontifica Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC) Andrea Hoffmann.
 
Un ejemplo es la tensión creciente entre Brasil y Argentina por la Tarifa Externa Común, que tasa los productos importados de fuera del bloque. Brasil, con la agenda aperturista del ministro de Economía Paulo Guedes a la cabeza, quiere rebajarla, mientras que Argentina alega que hacerlo ahora sería muy perjudicial para su economía.
 
Para Hoffmann, el tira y afloja entre los dos países continuará en los próximos meses: "Se quedará en un "impasse"; puede que empiecen a negociarse excepciones, como para el sector del automóvil… No creo que se toquen los artículos del tratado, sino la parte más técnica, creando más y más excepciones", vaticinó.
 
En su opinión, no se puede culpar a Argentina de ser un lastre para el bloque, porque las diferencias entre los dos pesos pesados del grupo siempre existieron, pero hasta la llegada del Gobierno de Jair Bolsonaro se intentaba trabajar en favor de un consenso mínimo.
 
EL DESINTERÉS DE BRASIL
 
"Hubo una ideologización de la región, que pasó a verse como una cosa negativa, se ve con un interés cero", remarcó la especialista, que añadió: "Si hay una crisis más profunda en el Mercosur no es sólo por las diferencias económicas con Argentina, es también por una retórica más amplia, de no saber ver el papel de América del Sur. Brasil se apartó de América de Sur", subrayó.
 
Además de rebajar la Tarifa Externa Común el Gobierno brasileño también ambiciona tener libertad para negociar acuerdos de libre comercio bilaterales, sin contar con el resto de países del bloque.
 
Es un deseo que prácticamente todo los estados miembros tuvieron en algún momento pero que parece de complicada ejecución: "Es difícil, tendría un coste político, sería prácticamente como disolver el Mercosur", apunta Hoffmann. El bloque se convertiría en una simple área de libre comercio.
 
No obstante, la especialista señala que el desmonte del Mercosur como proyecto político más ambicioso está en curso desde hace años. La crisis no es de ahora ni se debe únicamente al Gobierno Bolsonaro. Los flujos comerciales en la región alcanzaron un nivel desde el que ya es difícil crecer más, y en el campo social los foros de participación de la sociedad civil en el bloque se fueron vaciando.
 
"Vivimos un contexto político que no valora América del Sur ni la cooperación sur-sur. Las negociaciones están estancadas y no hay ningún entusiasmo político", resume la profesora. Ese entusiasmo si se dio en los años en que los gobiernos de izquierda prácticamente coincidieron en todo el Cono Sur, pero pasada esa fase, el bloque entró en un letargo que sólo fue interrumpido con la firma del acuerdo comercial con la UE hace dos años.
 
ACUERDO UE-MERCOSUR
 
La firma, tras casi dos décadas de negociaciones, fue celebrada como un hito histórico, a pesar de la dificultad para que entre en vigor, ya que debe ser ratificado por todos los países del bloque europeo, y al otro lado del Atlántico empieza a haber serias reticencias. Al proteccionismo histórico del sector agrícola de Francia o de Polonia, por ejemplo, se suman ahora los recelos por la política ambiental del Gobierno Bolsonaro, con la deforestación de la Amazonía totalmente fuera de control y con alertas también en el área de Derechos Humanos y libertades democráticas.
 
El nuevo ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Carlos França, más moderado y dialogante que su predecesor, Ernesto Araújo, se está esforzando en limpiar la imagen del país en el mundo, pero Hoffmann no cree que el acuerdo con la UE sea ratificado con un Bolsonaro cada vez más débil y cuestionado. "En un Gobierno pos-Bolsonaro (el acuerdo) podría ser retomado en un contexto de una visión estratégica más amplia", confió. 
 
 
Con información de Sputnik