Falso dilema
Alan García quiere endeudar al Perú para favorecer a LNG y ChilePor Humberto Campodónico

El reciente artículo de Alan García vuelve a las tesis primigenias, no del aprismo de Haya de la Torre, sino del agotado Consenso de Washington. El artículo se sustenta en esta afirmación: el crecimiento es condición necesaria y suficiente para la creación de empleos e ingresos, así como para reducir la pobreza y, también la desigualdad.

 

Como no hay crecimiento económico sin inversión, lo que hay que hacer es crear las condiciones y otorgar los incentivos para que se materialice, identificando 5 sectores: amazonía, tierra, recursos mineros, mar y trabajo informal. Pero sucede que hay sectores anti-inversión, que no quieren que ésta se ponga en marcha. Son los perros del hortelano, que no comen ni dejan comer.

El problema básico de este enfoque es que ha sido ya ampliamente superado por la realidad y la crítica, por ejemplo, del Premio Nobel Joseph Stiglitz. Incluso John Williamson, creador del "Consenso de Washington", dice que tuvieron demasiado peso las políticas estrictamente económicas pro libre mercado, lo que agravó los problemas de la pobreza y de la desigualdad. El actual crecimiento económico, que descansa en buenos precios internacionales de los minerales (que no durarán para siempre), no modifica para nada su carácter excluyente.

Por ello, dice, es necesaria una reforma tributaria que ponga énfasis en los impuestos directos (en lugar de los indirectos) y, también, llevar a cabo las reformas institucionales, de segunda generación, donde tiene un lugar clave la reforma del Estado y las instituciones que generen gobernabilidad democrática para el largo plazo.

En los últimos años, en muchos países de América Latina, el voto de la población rechazó este planteamiento economicista –que no mejoró sus condiciones económicas y sociales– para avanzar hacia un nuevo equilibrio entre los roles del mercado y del Estado. Eso mismo dice hoy la literatura económica de los organismos multilaterales como el BID y el Banco Mundial que, antes, propiciaron el Consenso de Washington.

También eso propuso García con el "cambio responsable". Pero ahora asistimos a un acelerado cambio hacia políticas que ya se han aplicado, sin éxito, justamente por su excesivo economicismo (y que han agravado la enorme fractura con la sierra sur) lo que lleva al no reconocimiento de la exclusión social. La angustia de las elecciones del 2006 se reflejó en el CADE con el tema: "Inclusión y desarrollo para todos", que se sintetizó en el lema "no existe un nosotros con alguien afuera".

La exclusión social (que no es solo económica, sino también socio cultural y política) significa que no existe igualdad de oportunidades para millones de peruanos. Las "Políticas de Estado" del Acuerdo Nacional abordan ampliamente este y otros temas, como el desarrollo sostenible y la gestión ambiental, la búsqueda de la competitividad, productividad y formalización económica, y el desarrollo de la ciencia y la tecnología.

El artículo del Presidente nos pone frente a un falso dilema: queremos explotar nuestros recursos, pero los perros del hortelano no nos dejan. En verdad, la cuestión es: cuál va a ser la nueva ecuación entre mercado y Estado, entre inversión y respeto a los derechos de la población y cuidado del medio ambiente (para combatir el calentamiento global), en la profundización de la descentralización y la capacitación a los gobiernos regionales y locales, en el fortalecimiento de las instituciones, en la gobernabilidad y la promoción y respeto de derechos que vayan en el sentido de la inclusión social.

García nos dice que debemos aprender de pueblos exitosos, como los alemanes, japoneses y coreanos para poner en valor nuestros recursos y trabajar con más esfuerzo. De acuerdo. Porque estos países no salieron adelante solo con una política que prioriza el otorgamiento de incentivos a la gran inversión. Al contrario, son ejemplos de un adecuado equilibrio entre los roles y tareas del Estado y el mercado, de industrialización y uso adecuado de recursos naturales (que algunos de ellos ni siquiera poseen).


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