Recoger la siembra del petróleo


Por Carlos Miguélez Monroy*


Hace un año, algunos periódicos árabes alardeaban del boom del petróleo y del apogeo de su sector inmobiliario. Un año después, las pérdidas previstas de hasta 2 billones de dólares precipitaron una reunión extraordinaria de los países de la Liga Árabe. Los crecimientos sostenidos de más del 5% y en algunos casos incluso superiores al 10%, como el caso de Kuwait, han permitido a muchos países nadar en petróleo, sin que se traduzca en bienestar social muchas veces.


En los países árabes, se prevé una caída del 40% del valor de las inversiones en el extranjero, que hoy alcanzan los 2 billones de dólares. El derrumbe de las bolsas y la caída del precio del barril desde los casi 150 dólares del verano a los 45 dólares actuales han provocado pérdidas por medio billón de dólares.

Tras la cumbre, los países de la Liga Árabe han aprobado la creación de un Fondo árabe de desarrollo con un capital superior a los 2.000 millones de dólares. Se otorgarán préstamos y se creará una zona aduanera común “inspirada” en el modelo del mercado común europeo. Sin embargo, la dependencia que estas economías tienen del petróleo y, en algunos casos, también en la construcción, dificulta la puesta en marcha de un mercado común para salir de la crisis. Ya en Dubai ha quedado suspendida la construcción de edificios llamados a ser emblemáticos.

Países de otras regiones en el mundo han tenido o tienen la misma tentación que los países árabes de deificar sus grandes reservas de hidrocarburos. En pleno debate sobre una posible privatización y reforma energética, el Gobierno mexicano pagó un anuncio televisivo que decía: “México tiene un gran tesoro, un tesoro escondido debajo del fondo del mar. El petróleo es nuestro tesoro”.

Según investigadores, sólo el yacimiento de Chicontepec contiene petróleo para unos 139.000 millones de barriles, lo que pondría a las reservas mexicanas sólo por debajo de las saudíes y las canadienses, y por encima de las iraquíes y las iraníes. Algunos expertos señalan que la extracción sería costosa. Pero el Gobierno agotará sus fuerzas para que se apruebe la reforma y pueda exportar el crudo a los países más sedientos de ‘oro negro’, como es el caso de China, India y los países emergentes, que aún dependen del petróleo para los transportes y para la petroquímica.

Contraria a esta fiebre por el ‘oro negro’, varios analistas han llegado a hablar de una ‘maldición de los recursos’ que no se limita al petróleo, sino que incluye a los metales, a los minerales, al caucho, a otros productos agrícolas y, ya en el presente, al ‘oro azul’ (el agua).

La geografía política moderna ha quedado marcada por el “mérito” de “tener” esos recursos, lo que determinó la partición de África en la Conferencia de Berlín de 1885, sin tener en cuenta las afinidades culturales y étnicas de los pueblos autóctonos. Del mismo modo, Francia y Gran Bretaña se repartieron Oriente Medio el siglo pasado, mientras portugueses y holandeses hicieron lo mismo con los archipiélagos del Sureste asiático.

A pesar de la ‘maldición del petróleo’ de muchos en la actualidad, el ‘oro negro’ permitió una revolución industrial sin precedentes que contribuyó a importantes avances para la humanidad. La máquina de vapor permitió transportar en grandes cantidades el carbón, base de la industria textil, de la producción de acero y la industria pesada, las carreteras y los transportes marítimos.

Fueron posibles el transporte de alimento a largas distancias y su refrigeración, así como el bombeo de agua en grandes cantidades. Asimismo, la energía del gas natural contribuyó al aprovechamiento del nitrógeno de la atmósfera y su conversión en nitrato, proceso que responde al 80 por ciento del incremento de la producción de cereales en el siglo XX.

Pero la Humanidad confundió el despegue con el desarrollo de sistemas políticos y económicos con sentido de justicia social que no estuvieran basados sólo en una arbitraria distribución de los recursos, fuente de inestabilidad política, económica y social. Así, el nuevo despegue pasa por la diversificación económica, útil también para las economías del ladrillo y las de países que se han dejado engañar por las “ventajas” del monocultivo para la exportación de bienes.

Por Carlos Miguélez Monroy*
Periodista
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