Historia, madre y maestra
La tragedia del 79, Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima

Tacna y Arica

Guerra Perú-Chile 1879. 26 Actividades de Piérola

La campaña del sur o de Tacna y Arica, constituye el segundo gran capítulo de la infausta guerra, ya que el primero estuvo constituido por la heroicidad del "Huáscar" y su invicto comandante y la desastrosa campaña del extremo sur, en la cual, Pisagua y Tarapacá son expresiones de valor y pericia, doblegada por los desaciertos propios y el número y armamento del enemigo. Por la ineptitud de los gobernantes peruanos de 1872 a ese momento, que, prefirieron jugar con sus intereses económicos, acomodos políticos y anhelos de poder en detrimento del país, al cual dejaron inerme en mar y tierra, en bancarrota económica, con manejo irresponsable de la cosa pública, carentes de lo más elemental en una línea coherente de diplomacia, con pleno apoyo al enriquecimiento ilícito a expensas de la explotación guanera y total abandono del Perú profundo, aldeano y campesino, al cual se le siguió considerando en forma denigrante como elementos —ni siquiera personas— sólo aptos para bestias de carga, perforadores en los socavones mineros o herramientas agrícolas, con la servidumbre disfrazada en la mita y práctica desembozada del pongaje.

Tropa de los rateros chilenos, 1880
tropa chilenos delincuentes 1880

Esa campaña se inició con los peores auspicios, donde sólo los delirios demenciales de grandeza de Piérola podían pretender una victoria, tal como lo manifestó al inepto Santiago Leyva por escrito, al decirle en carta del 15 de mayo de 1880, que el segundo ejército del sur a su mando, y que debiendo actuar coordinadamente y a órdenes del ejército de Tacna, se encontraba en situación excepcional: (64).

"están llamados a darnos un día de verdadera gloria y a salvar la situación actual cambiándola por entero a nuestro favor. . . Si contra toda previsión es vencido el primer ejército. Ud. puede caer sobre el enemigo acaso vencedor pero diezmado y en el desorden consiguiente al triunfo, derrotarlo".

Por un lado estuvo el denominado primer ejército del sur a cargo de Montero, carente de toda ayuda, abandonado a su suerte y al cual incluso se le hizo escarnio, como la visita que con gran riesgo efectuara la "Unión" enviada especialmente por Piérola y el 17 de marzo logró burlar el bloqueo chileno de Arica; al alba de ese día logró penetrar en puerto, al mando del comandante y hábil marino Manuel Villavicencio, causando la admiración de propios y extraños, pero, ¿qué llevó el barco en tan riesgoso viaje? dos ametralladoras, una de ellas malograda; 400 pares de zapatos y tela blanca en cantidad y sin ninguna utilidad: (65). Piérola seguía empeñado en sacrificar a las guarniciones de Tacna y Arica. Al respecto el historiador chileno Diego Barros Arana escribe en su "Historia de la Guerra del Pacífico" p. 243: trascrito por Caivano, Tomás: (66).

"Los oficiales peruanos de Tacna y Arica, que veían a sus soldados casi desnudos, y que conocían todas las necesidades del ejército, se persuadieron de que las mezquinas rivalidades de los hombres públicos del Perú, no se habían acallado en medio de los conflictos de la guerra exterior. A juicio de ellos, el dictador Piérola estaba resuelto a sacrificarlos, para evitar un triunfo que debía enaltecer a Montero, y que podía ser una amenaza al gobierno de la dictadura. Así, pues, el viaje de la "Unión", sin importar un auxilio de mediana importancia para el ejército de Tacna y Arica, vino a fomentar la desconfianza de los oficiales".

Sobre el mismo tema se pronunció Caivano: (67).

"el ejército Perú-boliviano de Tacna y Arica ascendía en diciembre de 1879 a 12,000 hombres, de los cuales, 9,000 peruanos y 3,000 bolivianos. Pero si en mayo de 1880 la división boliviana podía contar con el mismo número de soldados, y quizá con algunos centenares más, gracias a unas cuantas compañías de refuerzo que había traído consigo el General Campero, nuevo presidente de Bolivia, no sucedía lo mismo respecto del ejército peruano. Sin haber recibido jamás ni siquiera el más modesto refuerzo, y debilitado todos los días por las víctimas que le causaba la tisis, y que subían ya a más de mil, el ejército peruano, en el mes de mayo, alcanzaba con dificultad a 8,000 hombres. De estos, cerca de 2,000 guarnecía Arica".

Montero desde Arica, donde se había establecido como jefe del primer ejército, comunicó al Supremo Gobierno las condiciones en el teatro de operaciones a sus órdenes, señalando lo precario de su situación y que el enemigo ya había iniciado operaciones terrestres en contra, tal como lo señala en carta del 4 de marzo: (68).

"He leído con suma atención su apreciable carta.. por la que quedo impuesto de los motivos que ha tenido el gobierno para hacer los cambios de personal y nombramientos que se me han comunicado en la misma fecha de una manera oficial.

Dejando para posteriores apreciaciones todo aquello de carácter puramente político, he creído un deber de patriotismo, pedir al gobierno la reconsideración de las disposiciones relativa a la reorganización del primer ejército del Sur, por encontrarme ya al frente del enemigo y ser por este motivo esencialmente peligroso ejecutar semejante reforma. . .

El ejército enemigo desembarcó en Pacocha no sabemos hasta hoy si con el fin de emprender desde el Hospicio su marcha directa a Tacna, o de tomar primero posesión de Moquegua, cuya defensa le está confiada a una pequeña fuerza que comanda el coronel Gamarra, perteneciente de una manera inmediata al segundo ejercito del Sur...

Hasta la fecha no he recibido refuerzo de tropas, ni armas, ni dinero para el desmantelado ejército que me obedece; así pues, puramente, con los escasos elementos de que dispongo voy a librar por fin la batalla a que el enemigo nos provoca; veremos, pues, si la Providencia nos ayuda".

Montero, frente a la batalla que inevitablemente se le venía encima, sólo puede confiar en la "Providencia", pues Piérola no daba ninguna señal de ayudarlo.

Casi en la misma fecha, el día 5, José L. Inclán, coronel destacado en Tacna, comunicó sus apreciaciones sobre el teatro de operaciones y situación prevalente a su jefe Montero: (69).

"Creo, amigo mío, llegada la vez de que vayan ingresando a esta plaza todos los cuerpos que (no) sean indispensables para guarnecer este puerto, por las razones siguientes: 1. porque mejoren de clima y de condiciones higiénicas, 2. porque se por diversos conductos que los soldados están muy violentos por su escasa y mala alimentación, así como por las fatigas que sufren a la intemperie, recibiendo ración escasa de agua, descontento que se explica con la deserción que están sufriendo los cuerpos, y 3. porqué ha llegado el caso de concentrar acá las fuerzas que deban obrar o esperar al enemigo, pues hay más recursos y elementos para su completa organización. Por otra parte no me parece necesario ni conveniente que estés corriendo los peligros que presenta el diario y desventajoso bombardeo, exponiéndote a una desgracia que daría por consecuencia la desorganización del ejército y con ella la ruina de la patria. .. Nuestra situación es delicadísima y requiere aprovechar los instantes y concentrar el mayor número de elementos ya que nada podemos esperar del gobierno de Lima, que por su inercia parece que quisiera nuestro sacrificio. Estamos pues reducidos a nosotros mismos y a lo que puedan ofrecernos nuestros aliados para los que eres un lazo de unión indispensable... Los reconocimientos que ha practicado con los jefes que hay en esta plaza de las posiciones que dominan este valle, nos han manifestado que no hay una sola posición ventajosa...

Dadas tales condiciones topográficas, parece lo más conveniente anticiparse a ocupar el valle de Sama..

Por propia iniciativa o influenciado por la carta de Inclán, Montero cambió de Arica a Tacna el lugar de su comando, y desde esa última ciudad, siguió escribiendo a Piérola, así el 17 de marzo expresa: (70).

"He sentido sobremanera que la "Unión" no me haya traído algunos rifles y una batería de campaña siquiera, para reforzar este ejército.. .

El ejército enemigo continúa su marcha a Moquegua, y nuestras deficientes avanzadas cumplen con su deber. ..

La situación económica, no puede ser más desesperante. . ."

El día 25 de marzo en nueva carta a Piérola exponía: (71)

"La escasez de fondos para el sostenimiento del ejército es abrumadora, habiéndome visto obligado a pedir prestado al comandante en jefe del ejército boliviano veinte mil soles, porque ya no tenía en comisaría ni un centavo para diario de la tropa.

Hoy también pido instrucciones al gobierno sobre mis ulteriores operaciones, pues hasta la fecha todo lo que se me ha dicho es que me mantenga indefinidamente en este departamento, ... es por esto que necesito, por lo menos, que se me faculte ampliamente para toda emergencia, de una manera expresa".

Piérola, al conocer el derrocamiento de Daza y temeroso del encumbramiento que pudiera lograr Montero como jefe del Primer ejército del Sur, escribe a Campero, nuevo presidente de Bolivia, instándolo ir a Tacna y colocarse al frente de la defensa aliada. Gestión efectuada por el ministro plenipotenciario del Perú, Bustamante, quien no sólo convence al presidente a realizar el viaje, sino que a instancias de éste, lo acompaña a Tacna. Antes de salir de La Paz, el presidente boliviano escribe, el 2 de abril, a Piérola, diciendo: (72)

"Con grata complacencia he recibido su apreciable del 8 del mes pasado de manos del Sr. Enrique Bustamante y Salazar, nuevo ministro plenipotenciario; acreditado por el gobierno de Ud. cerca del mío.

Hago votos porque lleve Ud. a cabo la formación de un gran ejército terrestre, según me lo anuncia; y ojalá se realicen también sus previsiones respecto a elementos navales, con lo que nuestro triunfo definitivo sería infalible".

Se aprecia que el ejército del Sur estuvo en las peores condiciones que era dable imaginar. Enfermos, faltos de adecuada vestimenta y, especialmente mal armados y escasos de municiones, además de una jefatura carente de dinero y lo elemental para su buen desempeño. Mientras Bolivia logró reforzar en algo a sus combatientes, los peruanos quedaron en completo olvido por la dictadura pierolista. En esas circunstancias debieron enfrentarse a un enemigo que casi los duplicaba en número y en el cual no se escatimaron los recursos, incluso la presencia de mercenarios extranjeros como artilleros ingleses y alemanes.

Para comprender el porqué de esta absurda situación, se debe tener presente dos componentes: La alteración mental de Piérola, que médicamente sólo puede ser catalogado como un paranoide con delirios de grandeza y manía persecutoria, en otra forma habría que considerarlo aliado a los chilenos, por lo cual es preferible considerarlo como un esquizofrénico. Justamente esa perturbación es la que explicó su aversión a Montero en forma especial, debiendo señalarse:

Que Prado nombró a Montero poco antes de salir de Arica, el 25 de noviembre de 1879 como: "Jefe Supremo Político y Militar de los departamentos de Tarapacá, Tacna, Moquegua, Arequipa, Puno y Cusco". Piérola lo reduce a sólo el mando militar de Tacna y Arica, entregando poder absoluto a los prefectos colocándolos por encima del mando castrense y creando el segundo ejército del Sur con nuevos jefes militares entre sus adictos e independientes al mando de Montero.

Que en la contienda electoral de 1871-72, Montero fue candidato y resultó electo senador por Piura del partido civilista del cual fue fundador y uno de sus mejores defensores, pese a vestir uniforme.

Que en la intentona golpista de Piérola en 1874, estando en Torata (Moquegua), Montero fue el encargado y logró debelar dicho conato, obligando a huir a su cabecilla.

Que en 1876, el partido civilista nominó en primer lugar como candidato a la presidencia por el partido civilista a Montero y, para evitar el enfrentamiento electoral con Piérola, apoyado por los militares, cambiaron de nominación por Prado.

Que al asumir el mando en diciembre del 79, no destituyó a Montero, por temor a la reacción del ejército del sur, pero le redujo el mando y ámbito de su comando, probablemente pensando que renunciaría.

Debemos recordar que a Grau, máximo héroe nacional, tan sólo le concedió una condecoración de segunda clase. Hasta ese extremo llegó el odio al civilismo, del cual el Almirante fue miembro y parlamentario. (Anexo 18).