Escribe: Ricardo Palma

I

            Lima, 4 de marzo de 1881          

            Desde el 24 de febrero [de 1881] ha principiado en alta escala el [saqueo] de las oficinas y establecimientos públicos. Hasta esa fecha sólo nos habían despojado de las maquinarias de moneda, pól­vora, maestranza y factorías. Hace diez días que el saqueo se ha he­cho extensivo a los museos Raimondi y Anatómico de la Escuela de Medicina, instrumentos de la Escuela de Minas, Biblioteca de la Uni­versidad y Biblioteca Pública, sin que esos caballeros que diz que van a ser gobierno [el gobierno de García Calderón] hayan dado el menor paso para contener tamaño vandalaje. Los muebles de las oficinas de Palacio [de Gobierno] desaparecen y los ar­chivos de [los ministerios de] Relaciones Exteriores y Hacienda se encajonan para ser tras­portados a Chile. Últimamente han encontrado algunos de los docu­mentos relativos al vaporcito Charrúa. Llámame la atención que gran parte de la correspondencia particular de usted [don Nicolás de Piérola] haya caído en poder de los chilenos.

 

            (Palma 1979, 27)


II

            Lima, 5 de agosto de 1908

            El humo de la batalla de San Juan y Miraflores se había ya disipado, y hacía mes y medio que el afortunado vencedor se enseñoreaba en la capital de la república. Nada hacía recelar un ataque a nuestros centros de ilustración. Desgraciadamente, al regresar a Chile los principales jefes del ejército de ocupación, quedó Lima bajo el mando del general don Pedro Lagos, el que, en los primeros días de marzo [de 1881], cometió el crimen de lesa civilización de considerar los libros como botín de guerra, destruyendo la obra del genio progresista y civilizador de San Martín. Los salones donde vagan las venerandas sombras los bibliotecarios  Arce, Paredes, Dávila Condemarín, Pastor y Vigil, sirvieron durante varios meses de cuadra para uno de los batallones, y los volúmenes que no fueron enviados a Santiago se vendieron a vil precio en las bodegas.


            (Palma 1908, 778-779)

III
           
            Lima, 5 de abril de 1881

            Me honró usted [don Nicolás de Piérola] con el cargo de subdirector de la Biblioteca [Nacional], y cúmpleme en darle cuenta de lo que he hecho para impedir que se llevase a cabo el saqueo de tan importante establecimiento. Desde fines de febrero [de 1881] corrió el rumor de que los chilenos pensaban tras­portar a Santiago la Biblioteca y el Archivo Nacional. Me dirigí al alcalde [Rufino] Torrico, y este caballero me contestó que no encontraba la manera de impedir el atentado. Toqué con el ministro francés, éste dio algunos pasos cerca de las autoridades chilenas y, al cabo, me dijo que sus esfuerzos habían sido estériles.

            El coronel [Pedro] Lagos se constituyó un día en la Biblioteca, pidió a [su director, Manuel de] Odriozola las llaves, y desde ese día se principió a encajonar libros, tarea que hasta hoy continúa. Más de la tercera parte de las obras están ya fuera del establecimiento.

            Me entendí con el ministro norteamericano y conseguí que admitiera la protesta que en copia acompaño. Odriozola no tuvo incon­veniente para firmarla.

            Quise que igual protesta formulara el señor [Manuel María] Bravo, director del Archivo Nacional, pero Bravo se negó, alegando que tal conducta lo indispondría con García Calderón, a quien aceptaba él como gobierno y en cuyo conocimiento había ya puesto el saqueo del Archivo.

            Don Sebastián Lorente convino conmigo en protestar también an­te el ministro americano por las expoliaciones de la universidad, y en­tiendo que ha cumplido su promesa.

            Si lo creyese usted [don Nicolás de Piérola] conveniente puede hacer publicar la protesta en el Boletín de Junín.

            (Palma 1979, 32-33)

IV


            Lima, 5 de agosto de 1908

            Mi ínclito amigo y antecesor en el cargo de bibliotecario [don Manuel de Odriozola] se vio obligado a asilarse en una legación [de Estados Unidos] por que, septuagenario ya, tuvo la energía patriótica y el valor moral de suscribir la siguiente protesta, que es como una lápida honrosa puesta sobre la Biblioteca que fundara San Martín.

            Copia de la protesta se remitió al gobierno [de don Nicolás de Piérola] que residía en Ayacucho, el cual la hizo publicar en el periódico oficial. El general Lynch, que funcionaba en Lima como autoridad superior, ordenó capturar al señor de Odriozola, quien logró asilarse en la legación norteamericana, siendo yo puesto preso, por doce días, abordo de un trasporte chileno, debiendo la libertad a gestión bondadosa de mis amigos el literato, monsieur De Vorges, ministro de Francia, y señor Mello de Albin, ministro del Brasil. El historiador inglés Clemente Markham, en su libro sobre el Perú, impreso en Londres en 1891, ha reproducido este documento.

            (Palma 1908, 779)

V

Carta de protesta por el saqueo chileno de la Biblioteca Nacional del Perú (Redactada por el subdirector de la Biblioteca, Ricardo Palma, y firmada por el director, Manuel de Odriozola)

            Lima, 10 de marzo de 1881

            Al Excmo. Señor Christiancy, ministro de Estados Unidos en el Perú.

            El infrascrito director de la Biblioteca Nacional del Perú, tiene el honor de dirigirse a V. E. pidiéndole haga llegar a conocimiento de su gobierno la noticia del crimen de lesa civilización cometido por la autoridad chilena en Lima. Apropiarse de bibliotecas, archivos, gabinetes de física o anatómicos, obras de arte, instrumentos o aparatos científicos y de todo aquello que es indispensable para el progreso intelectual, es revestir la guerra con carácter de barbarie ajeno a las luces del siglo, a las prácticas del beligerante honrado y a los prin­cipios universalmente acatados del derecho.

            La Biblioteca de Lima fue fundada en 1822, pocos meses después de proclamada la independencia del Perú, y se la consideró por los hombres de letras y viajeros ilustres que la han visitado como la primera entre las bibliotecas de la América Latina. Enriquecida por la protección de los gobiernos y por obsequios de los particulares, conta­ba a fines de 1880 muy cerca de cincuenta mil volúmenes impresos y más de ochocientos manuscritos, verdaderas joyas bibliográficas, en­tre las que no escaseabanincunables o libros impresos durante el primer medio siglo posterior al descubrimiento de la imprenta y que, como V. E. sabe, son de inestimable valor; obras rarísimas hoy, esencialmente en los ramos de la historia y literatura; las curiosísimas pro­ducciones de casi todos los cronistas de la América española; y los libros regalados por los gobiernos extranjeros, entre los que figuraba el de V. E. con no despreciable contingente. Tal era, señor ministro, la biblioteca de Lima, biblioteca de que con justicia estábamos or­gullosos los hijos del Perú.

             Rendida la capital el 17 de enero [de 1881] a las fuerzas chilenas, tras­currió más de un mes respetando el invasor los establecimientos de instrucción. Nadie podía recelar, sin inferir gratuito agravio al gobierno de Chile, gobierno que decanta civilización y cultura, que para él serían considerados como botín de guerra los útiles de la Universidad, el gabinete anatómico de la Escuela de Medicina, los instrumentos de las Escuelas de Artes y de Minas, los códices del Archivo Nacional, ni los objetos pertenecientes a otras instituciones de carácter puramen­te científico, literario o artístico.

            El 26 de febrero [de 1881] se me exigió la entrega de las llaves de la Bi­blioteca, dándose principio al más escandaloso y arbitrario despojo. Los libros son llevados en carretas, y entiendo que se les embarca con destino a Santiago. La Biblioteca, para decirlo todo, ha sido en­trada a saco, como si los libros representaran material de guerra.

            Al dirigirme a V. E. hágolo para que ante su ilustrado gobierno, ante América y ante la humanidad entera, conste la protesta que, en nombre de la civilización, de la moral y del derecho, formulo.

            Con sentimientos de alta consideración y respeto tengo el honor de ofrecerme de V. E. muy atento seguro servidor.

                                                                                        Manuel de Odriozola

            (Palma 1979, 30-31)

Obras citadas


Palma, Ricardo. 1908. Memoria que presenta el Director de la nueva Biblioteca Nacional en la que compendia 25 años de labor. En “Memoria presentada por el Ministro de Justicia, Instrucción y Culto, Dr. D. Carlos A. Washburn al Congreso Ordinario de 1908”. Tomo II (Instrucción). Lima: Imprenta Torres Aguirre.


Palma, Ricardo. 1979. Cartas a Piérola sobre la ocupación chilena de Lima. Introducción y Notas de Rubén Vargas Ugarte, S. J. Lima: Editorial Milla Batres.

 

Más sobre ladrones chilenos y Biblioteca Nacional

Pistas del trasiego del hampa peruana a Chile