Iglesia católica en conflicto peruano-chileno

monsenor manuel teodoro del valle

  Monseñor Manuel Teodoro del Valle

Por Juan Carlos Herrera Tello (*)

La Iglesia Católica peruana estuvo presente durante el desarrollo de la guerra que nos enfrentara a Chile entre 1879 a 1884, sus capellanes, sus Obispos, en fin muchos integrantes de sus jerarquías ayudaron a nuestro entonces desvencijado país, y contribuyeron a que nuestra desgracia fuese menor.

 

Monseñor Manuel Teodoro del Valle, Obispo de Huánuco —amigo y consejero de Piérola y Cáceres—, es ubicado por una expedición chilena al mando de Pedro Lagos en el Convento de Ocopa, y le impusieron un cupo de S/. 20,000, lo cual obligado por las circunstancias giró una libranza a uno de los bancos privados que funcionaba todavía en Lima; los chilenos se fueron con su botín, pero Monseñor del Valle envió un emisario que anulaba aquella libranza. Desairados los chilenos, Patricio Lynch mandó apresarlo y traerlo como prisionero a Lima, capturándolo y donde después falleciera.

Se conoce de monseñor Del Valle que apenas iniciada la contienda de 1879, publicó una carta pastoral donde decía: “salgamos a pelear para conservar la dignidad de nuestro país y la de cada uno personalmente” añadiendo “El fin último de la guerra no debe ser la venganza y satisfacer pasiones reprobables; debe ser la honra la dignidad y la paz noble y afianzada por hechos heroicos”.

Sobre la historia de la Iglesia peruana en el conflicto peruano chileno en general, no existe una investigación concisa. Vitaliano Berroa uno de los sacerdotes expulsados de Tacna y Arica, escribió un texto llamado: “El problema religioso durante la ocupación chilena de las parroquias irredentas de la diócesis de Arequipa (1879-1926)”, en él se detalla la presencia constante de nuestra Iglesia en su labor pastoral por la recuperación de las provincias cautivas, una labor no de una acción bélica, no de una reyerta entre enemigos; sino una labor donde dando la cara y manteniendo en Tacna y Arica “el fuego sagrado de la patria inmortal” día a día, semana a semana, mes a mes, año tras año, los valientes sacerdotes de Tacna y Arica libraron su propia guerra, su propio conflicto, y sin buscar nada a cambio que la redención de un territorio arrancado por la razón de la fuerza de un tratado, que después el que lo impuso no quiso cumplirlo.  

José Luis Fermandoiz transcribe en su obra “El Conflicto Eclesiástico de Tacna” la orden que provenía del gobierno chileno en la pluma de su Canciller, la que culminaba con esta sentencia: “El Gobierno de Chile, en consecuencia, encarga Ud. (Lira) se sirva notificar a los que se dicen curas peruanos, que residen en Tacna y Arica, que abandonen a la mayor brevedad, el territorio de la República. V.S. queda encargado de llevar a efecto esta resolución, así como de vigilar estrictamente que no entre a ese territorio ningún sacerdote peruano que vaya con el propósito ostensible de ejercer funciones sacerdotales o de propaganda a favor de su país”.

Berroa nos describe la última misa celebrada en Arica por un peruano: “La última misa celebrada en la hermosa iglesia peruana de Arica constituyó una escena emocionante y solemne. El Presbítero don Juan G. Guevara fue autorizado por la gobernación para celebrar el augusto sacrificio de la misa, con el fin de consumar las sagradas formas. Pocos momentos antes de realizarse este acto, lo supo el vecindario y algunas damas se dirigieron apresuradamente al templo, para asistir a esta misa inesperada, pero la policía les impidió acercarse y se vieron obligados a permanecer de rodillas en la plaza pública, durante media hora, elevando sus plegarias y uniendo sus oraciones a las del sacerdote. El Sr. Guevara en medio del más profundo silencio y del mayor misterio, como si se tratara de un acto criminal, celebró aquella misa, a puertas cerradas, y con un solo asistente, que era nada menos que don Enrique Medina, secretario de la gobernación, el mismo funcionario, que de orden del jefe cerró el templo”.

Carlos A. Tellez en “La Cuestión de Tacna y Arica” revive la expulsión de los curas peruanos en estas palabras: “Los curas peruanos son expulsados, y clausurados los templos, que más tarde se reabren con curas chilenos” y añade “pero el patriotismo tacneño y ariqueño se mantiene intacto. Los niños son educados en sus casas, y los padres que no pueden hacerlo, mantienen con su ejemplo y con su palabra el santo amor a la patria. Las mujeres rezan en sus hogares, sin oír misa, sin confesarse, sin practicar ninguno de los sacramentos administrados por los curas enemigos. ¡Sublime ejemplo, en que el patriotismo de las tacneñas y ariqueñas se sobrepone al sentimiento religioso, que es uno de los más profundos en el corazón de la mujer”.

En 1912, en una exposición, el inefable Máximo R. Lira confiesa: “En estos últimos años han desaparecido del escenario tacneño los principales campeones de la resistencia a la penetración de la influencia chilena: los curas y los diaristas peruanos”.

En Tacna el párroco José Flores Mextre apunta en el libro donde se asientan las partidas de matrimonios y bautizos que el Intendente Lira le mostró un oficio sobre su expulsión el 3 de marzo de 1910,  y el 4 de ese mismo mes asienta el matrimonio de Bartolomé Pons Salleres de 27 años con Elsa Mercedes Muzzo Vásquez de 23 años. Ellos fueron padres de don Gustavo Pons Muzzo, su hijo Ricardo, me entregó una copia digitalizada de esta partida. Imaginemos el momento en como los novios llegaron con sus padrinos y testigos, los presentes en la boda, en un lugar acondicionado en el domicilio del párroco y todos con la alegría de ver una nueva familia peruana y así mismo una celebración en silencio.

¿Acaso el Perú ha olvidado la labor de estos probos sacerdotes? Recordémoslos: José María Flores Mextre (párroco de Tacna); Juan Vitaliano Berroa (párroco de Arica); Francisco Quiroz (cura de Tacna); José Mariano Indacochea Zeballos (cura de Codpa); José Félix Cáceres (cura de Tarata) Esteban Toccafondi (cura de Sama) y Juan Gualberto Guevara (auxiliar de la parroquia de Arica), este último fue nuestro primer Cardenal y Primado del Perú.  

Todo esto trae a colación la solicitud que hacen diversas personas a que la hermana Hermasia Paget de los SSCC, —aquella que le pidió a Petit Thouars que salve Lima de la destrucción por el ejército de Chile— sea enterrada en la “Cripta de los Héroes” también se ha propuesto a que sea enterrada en el “Panteón de los Próceres”. De los textos que he leído proponen que “es la única heroína religiosa de la guerra”, olvidando a las decenas de religiosas que cuidaban a los enfermos en los hospitales. También se propone que hay una deuda enorme con la Hna. Hermasia y con Petit Thouars por haber salvado Lima. Como que si fuera poco lo realizado por nuestras autoridades al erigir un monumento a ambos y bautizar una avenida muy importante con el nombre del almirante francés. Pero en las proposiciones se van más allá, escriben que es necesario hacer desfiles militares en homenaje a Petit Thouars, cuando se olvida que lo realizado por el marino francés fue un gesto de humanidad, no el haber ganado una batalla.  

La verdad que la única deuda que tenemos es con Francia, es que en la anterior administración edil, se modificó la Plaza Francia; y fruto de aquella, la estatua de la “Libertad” que nos obsequiaran los galos por nuestro centenario, le despojaron de su antorcha y del texto que llevaba en la mano. Pero en vez de reponer la originalidad, Castañeda Lossio repuso una placa con su nombre.  

Resulta más que inapropiado que entre las “personalidades” figure el Señor General Herman Hamann Carrillo, ¿qué asesoría histórica puede brindar alguien que usa fuentes con falsedades para sustentar hechos históricos?; y que diera un informe favorable, para que Miguel Iglesias el capitulador de Ancón, sea enterrado en la “Cripta de los Héroes” como vencedor de Chorrillos.   

Las cosas son como son, no como las queremos ver y nuestra voluntad no puede tergiversar los acontecimientos. Hermasia Paget está por encima de reconocimientos guerreros, ella era una mujer pía, una dama dedicada al culto y a la oración, no tergiversemos su legado y lo que hizo por Lima; la bella flor que significa su figura se marchitaría al lado de hombres que mataron a otros, para defender su país, contraviniendo las leyes de Dios. El lugar donde hoy reposan sus restos, es donde el Creador destinó para ella, esto es al lado del prójimo, al lado de los demás, al lado de la gente que vivió como ella y la conoció.    

(*) Abogado
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