Comenzó a las 5:30 de la mañana y duró tres horas y media.

Pasan a la inmortalidad defendiendo el honor del Perú los Héroes Francisco Bolognesi, Juan G. More, Alfonso Ugarte, José Joaquín Inclán, Justo Arias y Aragüez, Ramón Zavala, Ricardo O'Donovan, Armando Blondel y muchos otros jefes y oficiales.

Cientos de soldados peruanos ofrendaron la vida combatiendo a los genocidas chilenos.

Parte Oficial peruano del Teniente Coronel Manuel C. de la Torre.

Coronel Francisco Bolognesi Cervantes, Héroe de Arica y Vencedor de Tarapacá.

 

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Parte del Teniente Coronel Don Manuel C. de La Torre
JEFE DEL DETALL DE LA PLAZA DE ARICA
Jefatura del Detall de la Plaza y Baterías de Arica

A bordo del “Liman”, Arica, junio 9 de 1880

Señor Secretario de Estado en el Despacho de Gue­rra
Sr. S.

Después del resultado desgraciado de nuestras armas en el combate librado el 26 del mes pasado en los altos de Tacna, la plaza de Arica, cuya cus­todia había sido encomendada a la diminuta y mal armada fuerza de nacionales, que aparece en el es­tado adjunto, quedó sometida a un estrecho ase­dio de mar y tierra por fuerzas infinitamente supe­riores a las nuestras.

El valiente Coronel Bolognesi, Jefe de la Plaza, no recibió ni al siguiente día del 26, ni nunca, pro­pio ni comunicación oficial alguna, que, dando a conocer el estado en que había quedado nuestro Ejército, y el punto a que se retiraba, le indicara la norma de conducta que debía seguir la Plaza de Arica, y las determinaciones, combinaciones o pla­nes que se proponían adoptar el Director de la Gue­rra o nuestro General en Jefe.

Sólo se supo que Tacna había sido tomado; y desde luego, se mandó imposibilitar el uso de la vía férrea, y se emprendió los trabajos de defensa de lícito empleo en la guerra, que acrecentaran en algo el poder de las fuerzas defensoras.

Resuelta en Junta de Guerra la defensa de la Plaza, en obedecimiento de una orden del señor Ge­neral Montero, dada con fecha 24, para el caso de un fracaso de nuestro Ejército en Tacna, y deter­minado el plan de defensa, cada uno de los Jefes y secciones de las fuerzas terrestres y marítimas ocu­paron sus puestos, resueltos todos a un sacrificio seguro; pero de proficuos resultados en la convic­ción de que se seguía un plan bien meditado, y de segura salvación para el honor y los intereses de la Patria.

Muchos propios se hicieron al General Monte­ro, sin obtener contestación alguna.

Estábamos a oscuras, pero todos resueltos a la defensa hasta el último trance, para dar tiempo de operar a nuestras fuerzas del Norte.

En esta situación, apareció en la mañana del día 29 un escuadrón de caballería enemiga, que practicó el reconocimiento de la quebrada de Chacalluta, la que se retiró una hora después.

El día 2 a las 6 a. m. aparecieron de nuevo tres escuadrones y poco después dos trenes, que condu­cían crecido número de fuerzas.

Continuó desde ese día el tráfico activo de tre­nes, y una serie de exploraciones de la caballería, sobre las colinas y cerros de Chacalluta y Azapa, que dominan la Plaza, hasta que el 5 apareció en la madrugada, poderosa artillería, estacionada en los puntos más vecinos y dominantes.

A las 6 a. m. de ese día recibió el Jefe de la Pla­za un parlamentario del General en Jefe del ejército chileno, por el cual, manifestando una deferencia especial a la enérgica actitud de la Plaza, expresa­ba su deseo de evitar la efusión de sangre, que creía estéril y de ningún resultado patriótico para sus defensores, atendida la excesiva superioridad de las fuerzas marítimas y terrestres con que se hacía el asedio.

El Jefe de la Plaza, previo acuerdo de una junta de Jefes de las fuerzas defensoras, cuya unánime opinión fue consecuente a la determinación adop­tada en días anteriores, de hacer la defensa hasta el último trance, despidió al parlamentario señor don Juan de la Cruz Salvo, dándole por contesta­ción para su General: que, agradeciendo el acto de deferencia, la determinación de las fuerzas de Arica era quemar el último cartucho.

Un momento después de retirado el señor Par­lamentario, a las 9 a. m., la artillería Krupp, situada en las alturas de Chacalluta y Azapa, principió un nutrido fuego a bomba sobre nuestras Baterías del Norte y del Este, el cual era contestado sobre los puntos a que podían alcanzar nuestros caño­nes. Duró este bombardeo, con un pequeño intervalo, hasta las 4 horas 30 minutos p. m. sin que los pocos tiros caídos en la población, ni los recibidos por nuestras baterías hubieran ocasionado daños de consideración.

El día 6 a las 12 horas 50 minutos p. m. principió de nuevo el fuego de las baterías enemigas de tierra, al que se adunó, poco tiempo después, el de mar, por el “Loa”, “Magallanes”, “Covadonga” y “Co­chrane.”

Un tiro de la batería “San José” acalló los fue­gos de una batería de cuatro cañones, la más baja de las que había colocado el enemigo.

Las baterías “Santa Rosa” y “2 de Mayo”, el “Morro” y el “Manco Capac”, que abandonó su fondeadero y salió al encuentro del “Cochrane”, contestaron los fuegos del mar.

Terminó el combate a las 4 horas 30 minutos, hora en que la batería de “San José” obligó a la retirada al regimiento “Lautaro” que se aproximó por la par­te Norte hasta el varadero del “Wateree”.

El resultado de esta jornada nos fue favorable; pues el “Cochrane” recibió una bomba de a setenta del “Morro” que le produjo incendio y algunas bajas; y la “Covadonga” recibió dos balazos sin que por nuestra parte hubieran averías de consideración.

En este día, todas las baterías y fuerzas, así co­mo el “Manco Capac” cumplieron dignamente su deber, manifestando ánimo, entusiasmo y ardimien­to, merecedores de un grande aplauso.

A las 6 p. m. el Ingeniero señor Teodoro Elmore, que en días anteriores había sido hecho prisio­nero en Chacalluta, se presentó al Jefe de la Plaza con el carácter de parlamentario, para inquirir de él si se hallaba dispuesto a entrar en arreglos, cu­bierto como se hallaba ya el honor nacional y el de las fuerzas defensoras, con los dos días de combate habidos.

El Jefe de la Plaza de acuerdo con la Junta se negó a reconocer al señor Elmore con carácter de parlamentario, y le despidió, indicándole contestar: que sólo estaba dispuesto a recibir parlamentarios en forma y con arreglo a las prescripciones militares del caso.

Ocupados estaban los puestos de defensa en la noche del 6 al 7, en la forma siguiente: 8.a División a la defensiva de las baterías del Norte y la 7.a a la de las baterías del Este, distantes, casi tres millas una de otra división.

La noche fue completamente oscura, y a las 5 h. 30 m. de la mañana, cuando aún no había luz para distinguir los objetos a un kilómetro de distancia, un cañonazo de las baterías del Este, al que siguieron otros, anunciaron la proximidad del enemigo por ese flanco. Pocos momentos después, rompiose el fuego de fusilería, y trabose reñido combate.

Media hora después de trabado el combate, el Jefe de la Plaza, que veía aumentarse excesivamente las fuerzas que atacaban por el Este, mientras que nuestras filas disminuían rápidamente por las bajas que ocasionaba el nutrido fuego enemigo, y que veía distantes todavía las fuerzas que emprendían ataque por el Norte, dispuso viniese en auxilio la 8ª. División.

Llegaban a paso de trote a las faldas del “Morro” los batallones “Iquique” y “Tarapacá”, que formaban la expresada División, cuando, arrolladas nuestras fuerzas del Este por el excesivo número de las que atacaban por ese lado, se replegaban ya sobre los parapetos de “Cerro Gordo.”

A gran esfuerzo, jadeantes, llegaban a la altura del “Morro” el Teniente Coronel don Ramón Zavala, a la cabeza de medio batallón del “Tarapacá” y el Teniente Coronel Don Roque Sáenz Peña, la cabeza de medio batallón del “Iquique”, rompiendo con bravura sus fuegos sobre el enemigo, que ya coronaba la altura del “Cerro Gordo”, y lo flanqueaba al mismo tiempo por los lados del Este y del Oeste, con otras fuerzas.

En esta situación, se replegaron sobre los pa­rapetos del “Morro” los medios batallones del “Iquique” y “Tarapacá”, con los restos de la 7.a División para hacer allí el postrer esfuerzo, mien­tras que los medios batallones que aún no habían tenido tiempo para llegar fueron dispersados bajo el mortífero fuego de “Cerro Gordo.”

Palmo a palmo y con empeñoso afán, fueron defendidas nuestras posiciones hasta el “Morro”, donde nos encerró y redujo a unos pocos, el domi­nante y nutrido fuego del enemigo por una hora.

Eran las 8 h. 59 m. de la mañana, cuando to­do estaba perdido; muertos casi todos los Jefes, prisioneros los que quedaban, dos únicos, y arria­da por la mano del vencedor nuestra bandera.

En tan supremos momentos, volaron casi to­dos los polvorines, y pudo inutilizarse algunos ca­ñones del “Morro”; mientras que las baterías del Norte atacadas ya por el regimiento “Lautaro” y algunos escuadrones, a quienes habían tenido ale­jados, volaron también sus polvorines y reventa­ron todos sus cañones.

Perdida toda esperanza, el “Manco Capac” que, con las baterías del Norte había protegido nuestra izquierda, hizo proa al “Cochrane”; y, de­sengañado de no poder hacer su postrer tiro al ene­migo, su comandante, con serenidad y acierto, le echó a pique, para no dar ese nuevo elemento de poder a las fuerzas marítimas de Chile.

Han sucumbido en la lucha los Coroneles don Francisco Bolognesi, don Juan G. Moore, don Al­fonso Ugarte, don José J. Inclán, don Justo Arias y Aragüez, don Mariano E. Bustamante, los Te­nientes Coroneles don Ricardo O'Donovan, don Ramón Zavala, don Francisco Cornejo y don Be­nigno Cornejo, los Sargentos Mayores don Armando Blondel, don Felipe Zela y don Isidoro Salazar y muchos señores Oficiales. Quedan heridos algu­nos, y prisioneros los demás, de todo lo cual en­contrará US. adjunta una relación detallada.

Atacaron por la parte del Este los regimientos de línea 3.o y 4.o fuertes de 1,200 plazas cada uno, y el batallón “Bulnes”, sirviendo de reserva el “Buín” y por el Norte el regimiento “Lautaro”, toda la artillería y caballería; más de siete mil hombres.

Numerosa es la mortandad por nuestra parte que se calcula en la mitad de las fuerzas defensoras. No es mucho menor la del enemigo.

Adjuntos encontrará también US. los partes que han pasado algunos Jefes de cuerpo y baterías, que elevo originales con el del monitor “Manco Capac.”

Es esta, señor Secretario, la relación fiel y a grandes rasgos de los hechos ocurridos, desde el 26 del pasado hasta el 7 del presente, en lo que se relaciona con la Plaza de Arica, y de los cuales he creído de mi deber, por muerte del Jefe de la Plaza, dar a US. este parte, para que llegue a conocimiento de S. E. el Jefe Supremo de la República.

Al hacerlo, omito apreciaciones y recomendaciones, dejando al País y al Supremo Gobierno la calificación de los hechos, cuyos detalles daré en circunstancias más propicias.

Quiera Dios y la Patria aceptar el sacrificio de tantas víctimas, de tantos patriotas de corazón, como un holocausto ofrecido en aras del honor Nacional para la salvación del país, y pluguiera a la Divina Providencia, por tanta sangre vertida generosamente, que nuestro Gobierno sea siempre bien inspirado; y retemplado el valor, la fe y el entusiasmo en nuestro pueblo, que, una vez por todas, debe mostrarse unido y viril hasta ver realizados sus nobles propósitos.

Dios guarde a US.

Su SS.

Manuel C. De la Torre


Fuente: J. N. Eléspuru. 1905. El Coronel Francisco Bolognesi. Apuntes biográficos y documentos relativos a la heroica defensa de Arica el 7 de junio de 1880. Lima: Librería Francesa Científica Galland, páginas 20-25.

 

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