Nicaragua-Colombia: lo que puede pasar con el Perú

Jose Garcia Belaunde
Hemos escuchado declaraciones del Canciller José García Belaúnde, en las que califica de delirantes las advertencias sobre conflicto bélico: “es delirante e insensato”, aseguró y añadió “Eso es una insensatez, es delirante, las reglas de juego están claras: cuando uno acude a un tribunal o un arbitraje internacional es para cumplir con lo que diga el fallo, ya sea que se gane o se pierda”, y enfatizó que tendrá que acatarse lo que decida La Haya, que es la vía pacífica elegida.

Con nuestro Perú había señalado que no es descabellada la posibilidad de un conflicto bélico1, que, por cierto, nadie desea, y que fueron puestas de relieve por Ollanta Humala.

Pese a que el derecho internacional nos da la razón y que precedentes como el fallo en el caso Nicaragua-Colombia nos son favorables 2, el fantasma bélico no puede desaparecer del escenario, sobre todo teniendo en cuenta que Chile es un país que sistemáticamente ha violado el derecho internacional, como ya habíamos analizado en detalle3. Además, hay que tener en cuenta que Chile ha agredido a todos sus vecinos: Perú, Bolivia y Argentina.

Esta semana, el embajador de Nicaragua, Tomás Borge, nos da la razón, pues la Corte Internacional de Justicia (CIJ) Haya favoreció y sentenció respaldando a Nicaragua, pero el fallo de la CIJ es burlado por Colombia, país que emplea su arsenal bélico para desconocer el derecho internacional.

Vemos, pues, que no es suficiente ganar en La Haya, es importante tener unas fuerzas armadas con real poder disuasivo. Tal vez lo más importante sea que las decisiones de La Haya sean garantizadas por una fuerza bélica neutral de la ONU que vigile el cumplimiento del derecho cuando hay países que pretenden hacer caso omiso de las cortes internacionales. Así se pondría fin a despropósitos de estados como el colombiano. Esta fuerza internacional tendría además la ventaja de que, dado su poder disuasivo, podría ser un factor que frene las carreras armamentistas de países que han puesto fin a conflictos recurriendo a la justicia.

Las preocupaciones del embajador nicaragüense se publicaron en La Primera, este 16 de febrero, como sigue:


Lo elemental de lo elemental
Por Tomás Borge
Embajador de la República de Nicaragua

Es elemental. El gobierno de Nicaragua llevará adelante el diferendo con Colombia por los canales establecidos por el Derecho Internacional. Así lo asegura el presidente Daniel Ortega y sentido común. La Haya es nuestro escudo y nuestra prioridad.

¿Pero qué pasaría si Colombia no cumple con el famoso Derecho Internacional?

Cualquier estudioso de la historia sabe que los gobernantes de Colombia —desde el siglo XIX— han estado contagiados de la viruela del expansionismo.

Para saciar sus apetitos se han aliado con los Estados Unidos, a veces con Costa Rica y Honduras; han usado, sin escrúpulos, títulos sin valor y, algo peor, han puesto en zafarrancho de combate sus fragatas, sus aviones y una propaganda descarada para estimular un enfermizo nacionalismo entre los Colombianos.

Alguna vez los comunistas de ese hermano país me dieron protección en Bogotá para evitar que me asesinara la policía represiva. Hablando con ellos me percaté de que, pese a su cultura política, ellos estaban contaminados de ese nacionalismo patológico, desconocedor de los derechos de otros países.

De más está decir que diferentes tratados han reconocido como parte de Nicaragua diversos territorios. Nicaragua, en algún momento —con el tratado Bárcena Meneses— reconoce la soberanía colombiana en el archipiélago San Andrés, islas vecinas de Nicaragua y en extremo lejanas de Colombia. Un excelente nadador puede cubrir la distancia entre Nicaragua y San Andrés —74 km— y para cubrirla desde Colombia —1,700 km— se necesita un avión de largo alcance.

Hubo un fallo reciente de la Corte de la Haya. Colombia pretende desconocerlo, mas no lo desconoce en términos legales, lo desconoce con los cañones de sus fragatas y sus fachendosos aviones de combate.

Hace poco Daniel Ortega se comprometió en el marco del Alba a un pacto militar para que los integrantes de ese acuerdo político se defendieran mutuamente de una agresión extranjera.

Si los Estados Unidos se lanzan al abismo de la arrogancia de gran potencia y agreden a Venezuela, Nicaragua no podría hacer otra cosa que cubrir avenidas con su protesta y apedrear a las embajadas yanquis o bien enviar voluntarios a Venezuela.

De seguro sobrarían hombres y mujeres de la tierra de Sandino para sumarse a la defensa de la tierra de Bolívar.

¿Pero qué pasaría si Colombia arremete a Nicaragua? ¿Si la potencia del ejército de ese país y su engreído presidente se decide por el uso de la fuerza?

¿Qué podría hacer Nicaragua para defenderse de los ultramodernos aviones adquiridos por Uribe?

¿Cómo enfrentar sus poderosas fragatas?

¿No es preferible, para evitar una aventura de esa magnitud tener alianzas con países fraternos cuyo poderío militar puede disuadir la prepotencia colombiana?

Desde luego los nicaragüenses no queremos la guerra. Seríamos estúpidos, irracionales, aventureros. Tampoco, claro, está quisiéramos ser agredidos, caer de rodillas, poner la otra mejilla, orinarnos y pedir perdón. Cuando supe la posición de Daniel, me di cuenta de su entrañable voluntad de sobrevivir con dignidad, protegidos por nuestro patriotismo y por la solidaridad de nuestros hermanos. También esto es elemental.

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1 Ver ¿Quién delira, el Presidente, el Canciller o Humala?

2 Ver El valioso precedente creado por la CIJ con el caso Nicaragua vs Colombia

Ver Campaña propagandística chilena. ¿El Perú debe responder? (II)