Las profecías de Fátima


Estos días que el Papa se refiere a los secretos de Fátima, recordamos que las profecías de Fátima fueron reveladas a tres pastorcitos portugueses en Cova de Iría, donde antes de las apariciones marianas se les presentó un ángel (1). Estas apariciones tuvieron una manifestación multitudinaria el 13 de octubre de 1917, cuando los expectadores aterrorizados vieron que el Sol parecía precipitarse a tierra, tras lo cual sus vestidos, que se habían mojado por la lluvia, repentinamente aparecieron secos. El Sol que parecía “bailar” pudo ser visto por testigos que se encontraban a varios kilómetros del lugar (2).

El primer secreto, visión del Infierno:

Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que pareció estar bajo la tierra. Hundido en este fuego estaban demonios y almas en la forma humana, como ascuas transparentes de ardor, todo bronce ennegrecidos o bruñidos, flotando cerca de la conflagración, ahora levantados en el aire por las llamas que saltaron de dentro de sí mismos junto con grandes nubes de humo, ahora recurriendo a cada lado parecidas a chispas en un fuego inmenso, sin el peso o el equilibrio, y entre chillidos y gemido de dolor y desesperación, que nos horrorizó y nos hizo temblar de temor. Los demonios podrían ser distinguidos por sus aterradoras y repulsiva formas semejantes a animales espantosos y desconocidos, todos negros y transparentes. Esta visión duró un instante. Cómo pudimos jamás estar suficientemente agradecidos a nuestra Madre celestial amable, que ya nos había preparado prometiendo, en la primera Aparición, para tomárnos al cielo. De otro modo, yo pienso que habríamos muerto del temor y el terror...

Aterrorizados por estas visiones, los niños ayunaban y hacían constante penitencia por los pecadores.

Segundo secreto, anuncia fin de la Primera Guerra Mundial y advierte que vendrá la Segunda Guerra Mundial


El segundo incluyó las instrucciones de María de cómo salvar las almas del Infierno y reconvertir el mundo a la cristiandad:

Ustedes han visto el infierno donde las almas de los pobres pecadores van. Para salvarlos, Dios desea establecer en la devoción de mundo al Corazón Inmaculado. Si lo que digo a usted es hecho, muchas almas se salvarán y habrá la paz. La guerra terminará: pero si las personas no dejan de ofender Dios, una peor estallará durante el Papado de Pío XI. Cuándo ustedes vean una noche iluminada por una luz desconocida, sepan que esto es el gran signo dado a ustedes por Dios que él está a punto de castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, el hambre, y las persecuciones de la Iglesia y del santo Padre. Para prevenir esto, yo vendré a pedir la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado, y a la Comunión de reparación en los Primeros sábados. Si se hace caso de mis pedidos, Rusia se convertirá, y habrá la paz; si no, ella esparcirá sus errores a través del mundo, causando las guerras y las persecuciones de la Iglesia. El bueno será martirizado; el santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Al fin, el Corazón Inmaculado triunfará. El santo Padre consagrará Rusia a mí, y ella será convertida, y un período de paz será otorgado al mundo.

Cabe señalar que la hermana Lucía, única sobreviviente de los tres pastorcitos, cuando apareció una gran luminosidad en el cielo de Europa, causada por una extraordinaria aurora boreal, dijo que ese era el signo que precede a la guerra y, efectivamente, la Segunda Guerra Mundial comenzaba en 1938. Normalmente las auroras boreales sólo se ven en Islandia; Groenlandia, el norte de Noruega y de Suecia, pero en esa oportunidad la luminosidad fue visible en toda Europa. Los testigos narran que además se escuchaban crujidos en el cielo.

Tercer secreto
Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: « algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él » a un Obispo vestido de Blanco « hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre ». También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios.

Este secreto no fue revelado hasta el año 2000, lo cual causó muchas especulaciones.

(1) Primera aparición del ángel
La primera aparición del ángel tuvo lugar en la primavera del 1916 (los videntes no recuerdan el día exacto), en la Loca do Cabego, la loma rocosa cercana a Aljustrel. Era un día lluvioso y los tres pastorcitos habían buscado refugio entre las rocas. Cuando el cielo se despejó, permanecieron en aquel lugar jugando, mas de repente una extraña luz aparece por el oriente y se acerca a ellos. Cuando estuvo muy cerca, se dieron cuenta de que tenía «la forma de un joven de unos 14 o 15 años, más blanco que la nieve y transparente como el cristal atravesado por los rayos del sol, y de gran belleza» (Lucía).

Se aproximó a ellos y les dijo: «iNo temáis! Soy el Angel de la Paz. Rezad conmigo». Se arrodilló, inclinando el rostro hasta el suelo, y les hizo decir tres veces la siguiente oración: «Dios mío, yo creo y espero en Vos, Os adoro yOs amo. Os pido perdón por los que no creen, ni adoran, ni esperan, ni Os aman».

Después, levantándose, les dice: «Orad así. Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas». Luego desapareció.

Durante todo aquel día y el siguiente, los tres pastorcitos se sintieron totalmente inmersos en la presencia de Dios hasta el punto de no ser capaces de hablar ni siquiera entre ellos.

Segunda aparición

Sucedió unos dos meses más tarde, en el verano de 1916, mientras los pastorcitos estaban jugando junto al pozo que se encuentra en la parte posterior de la casa de Lucía. Inesperadamente se les aparece el mismo Angel que les dice:

«¿Qué hacéis? Rezad, rezad mucho. Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios».

«¿Cómo debemos sacrificarnos?», pregunta Lucía.

«De todo lo que podáis, ofreced un sacrificio al Señor, en reparación por los pecados con que es ofendido y como acto de súplica por la conversión de los pecadores».

Estas palabras impresionaron profundamente a los tres pastorcitos. A partir de entonces recitaron repetidas veces la oración que el Angel les enseñara en la primera aparición y comenzaron a ofrecer numerosos sacrificios a Dios.

Tercera aparición
En otoño de aquel mismo año, 1916. Los pastorcitos se encontraban un día en la Loca do Cabego, el lugar de la primera aparición. Mientras, postrados en tierra, recitaban la oración del Angel, una luz les envuelve. Levantaron los ojos. El Angel estaba allí. Tenía en la mano izquierda un cáliz y sobre él una hostia de la que caían gotas de sangre.

Dejando suspendidos en alto el cáliz y la hostia, el Angel se postró en tierra junto a los pastorcitos y les invita a repetir por tres veces la siguiente oración:

«Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Os adoro profundamente y Os ofrezco el preciosísímo Cuerpo, Sangre, Alma y divinidad de Jesucristo, presente en todos los Sagrarios de la Tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores».

Luego, levantándose, el Angel tomó el cáliz y la hostia. A Lucía le dio la hostia y a Francisco y a Jacinta el contenido del cáliz, diciendo: «Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios».

Postrándose de nuevo, repitió con los pastorcitos otras tres veces la oración anterior: «Santísima Trinidad...». Después se marchó. Su misión estaba cumplida. Seis meses más tarde el cielo se abriría de nuevo para dar paso aAquella que tenía un mensaje de amor y de salvación para la humanidad.


(2) Relato de un testigo del milagro del Sol

El Milagro Del Sol

El Relato del Dr. José Maria de Almeida Garrett, un testigo ocular y profesor de la Facultad de Ciencias de Coimbra, Portugal

"Debió haber sido la 1:30 p.m. cuando se elevó, exactamente en el lugar en el que se encontraban los niños, una nube de humo, delgada, fina y azulada, que se extendía unos dos metros por encima de sus cabezas, donde se evaporaba. Este fenómeno, perfectamente visible a simple vista, duró unos pocos segundos. Debido a que no me di cuenta de cuánto tiempo duró este fenómeno, no sé si fue más o menos un minuto. El humo se disipó abruptamente y, después de un tiempo, volvió a aparecer, y luego una tercera vez.

"El cielo, que había estado nublado todo el día, súbitamente se aclaró; la lluvia paró y parecía como si el Sol estuviera a punto de llenar de luz el campo que la mañana invernal había vuelto tan lóbrego. Yo miraba el lugar de las apariciones en un estado sereno, aunque frío, en espera de que algo pasara, y mi curiosidad disminuía, pues ya había transcurrido bastante tiempo sin que pasara nada que llamara mi atención. Unos momentos antes, el Sol se había abierto paso entre una capa gruesa de nubes que lo escondían y brillaba entonces clara e intensamente.

"De repente escuché el clamor de miles de voces, y ví a la multitud desparramarse en aquel vasto espacio a mis pies ... darle la espalda a aquel lugar, que hasta ese momento había sido el foco de sus expectativas, y mirar hacia el sol en la otra dirección. Yo también di la vuelta hacia el punto que atraía su atención y pude ver el Sol, como un disco transparente, con su agudo margen, que brillaba sin lastimar la vista. No se podía confundir con el sol que se ve a través de una neblina (en ese momento no había neblina), pues no estaba velado ni opaco. En Fátima, el Sol conservó su luz y calor, y se destacó claramente en el cielo, con un margen agudo, parecía una mesa de juego. Lo más sorprendente era que se podía mirar directamente al disco solar, sin que los ojos se lastimaran o se dañara la retina. [Durante ese tiempo], el disco del sol no permaneció inmóvil, se mantuvo en un movimiento vertiginoso, [pero] no como el titilar de una estrella con todo su brillo, pues el disco giraba alrededor de sí mismo en un furioso remolino.

"Durante el fenómeno solar, el cual acabo de describir, ocurrieron también cambios de color en la atmósfera. Al mirar al sol, noté que todo se estaba oscureciendo. Primero miré los objetos más cercanos y después extendí mi vista hacia el horizonte. Ví que todo había adquirido un color amatista. Los objetos alrededor de mí, el cielo y la atmósfera, eran del mismo color. Todo había cambiado, tanto lo cercano como lo lejano, adquiriendo el color amarillento del damasco viejo. Parecía como si la gente padeciera de ictericia y recuerdo haber tenido una sensación de diversión al ver lo fea y nada atractiva que se veía la gente. Mi propia mano era del mismo color.

"Entonces, súbitamente, escuché un clamor, un grito de angustia de la gente. Fue como si el Sol, en su girar enloquecido, se hubiera desprendido del firmamento y, rojo como la sangre, avanzara amenazadoramente sobre la tierra como si fuera a aplastarnos con su peso enorme y ardiente. La sensación durante esos momentos fue terrible.

"Todos los fenómenos que he descrito yo los observé en un estado mental de calma y serenidad sin trastorno emocional. A otros les toca interpretarlos y explicarlos. Por último, debo declarar que nunca, ni antes ni después del 13 de octubre [1917], he observado ningún fenómeno, atmosférico o solar, similar."


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