Con motivo del 150.o aniversario de las apariciones de Lourdes, Benedicto XVI acaba de finalizar su viaje a ese histórico lugar. Monseñor Jacques Perrier, obispo de Lourdes, lamenta que la Iglesia, a causa de las complicaciones que plantea al reconocer un milagro, haya desalentado a muchos a seguir los trámites que conduzcan a reconocerlos como tales. Culpa a los criterios obsoletos definidos en 1738 por el cardenal Propsero Lambertini, quien vino a ser después el Papa Benedicto XIV.

Según ello, es obligatorio que la enfermedad sea incurable, que la curación sea repentina y obtenida en un instante, que sea perfecta y sin recaída. Cuando murió el último curado en Lourdes, Jean-Pierre Bély, fue necesario precisar que la muerte no guardó relación con su enfermedad inicial.

Otro criterio es problemático: "ninguna medicación debe haber sido administrada, o que si la haya habido, no deba haber tenido acción útil". Es una complicación singular frente a los avances de la medicina. "Esto hace imposible el reconocimiento de toda curación milagrosa del cáncer", se lamenta monseñor Perrier, "no imaginamos un canceroso que llega a Lourdes sin haber recibido quimioterapia o radioterapia; iInclusive si el tratamiento parece ineficaz, y si la persona sana rogando a Nuestra Señora de Lourdes, la curación jamás podrá ser reconocida", aseguró hace un tiempo.

 Monseñor Perrier también deplora "la prudencia de los médicos", que dudan demasiado en dar un diagnóstico de curación. Tantas complicaciones han tenido como consecuencia que no obstante miles de personas aseguren haber sido curadas, solamente se haya reconocido oficialmente 67 desde 1858. Más de 3000 casos de milagros no autenticados duermen en los escritorios de los médicos.

El inexplicable caso de Santa Bernardette Soubirous

Bernadette Soubirous era una niña campesina sencilla, que tenía dificultad en aprender a leer. A ella se le apareció la Virgen María para indicarle que debían cavar en un punto dado para encontrar un manantial, y así fue, tras lo cual mucha gente que invocaba la intercesión de la Virgen María fue beneficiada con sanaciones.

Posteriormente le señaló que debían construir un santuario. Esto sucedió en el lugar que es famoso hoy: Lourdes. Las apariciones fueron reconocidas por la Iglesia.

Bernadette entró en un convento poco después de las apariciones. Su salud era tan delicada que le causaba fatiga recibir a multitud de curiosos. Murió el 16 de abril de 1876.

Su cuerpo fue puesto en la pequeña capilla gótica, situada en el centro del jardín del convento y estaba dedicada a San José. Fue en esta capilla en la que, después de 30 años, el 22 de septiembre 1909, reconocieron el cuerpo, que exhumaban para el proceso de beatificación diocesano, que se iniciaba debido a las heroicas virtudes que manifestó Bernardita, en especial su extremada humildad. El cuerpo fue hallado en perfecto estado de preservación.

La ciencia no puede explicar el estado de preservación del cuerpo durante los 30 años, pues no recibió ningún tratamiento de embalsamamiento y fue enterrado en las mismas condiciones en que se entierra a cualquier cadáver.

Actualmente al cuerpo se le ha recubierto de una fina capa de cera y es exhibido en una urna de cristal en la capilla de Santa Bernardita en Nevers, Francia, como se puede apreciar en las fotografías.

 

 

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