Técnicas alternativastortura cia irak
Por Carlos Torres (*)

A los prisioneros de Guantánamo se les puede golpear en la cabeza, conducir a habitaciones con temperaturas extremas o simular su asfixia sin que eso suponga un trato inhumano para el Departamento de Justicia de los Estados Unidos. Según una investigación de The New York Times, Alberto Gonzales, hombre al mando del citado departamento hasta su dimisión, refrendó en 2005 las tácticas de interrogatorio que la CIA emplea contra los sospechosos de terrorismo. Por su parte, George Bush asegura que ese tipo de interrogatorios “han servido para obtener de los detenidos información muy valiosa para estar mejor protegidos” al tiempo que niega que supongan el incumplimiento de la legalidad.

No es la primera vez que se hacen oficiales prácticas de este tipo. En octubre de 2006, el vicepresidente Dick Cheney, aprobó que los miembros de la CIA pudieran empelar el waterboarding en sus interrogatorios. Es decir, mantener la cabeza del preso metida en agua para obligarle a responder. En unas declaraciones a una emisora de radio aseguró estar de acuerdo “si hace falta sumergir a un terrorista en agua para salvar vidas estadounidenses”. El argumento debió ser convincente entonces, porque Bush lo ha repetido de una forma similar al decir que esos interrogatorios “han servido para obtener de los detenidos información muy valiosa para estar mejor protegidos”.

Ante estas palabras del presidente de los Estados Unidos resuenan los artículos de la Convención de Ginebra de 1949 sobre el trato de los prisioneros de guerra. Por ejemplo, el artículo 13 de la Convención establece que los prisioneros “deberán ser tratados humanamente en todas las circunstancias”. A lo que el artículo 17 añade que “no se podrá infligir a los prisioneros de guerra tortura física o moral ni presión alguna para obtener datos de la índole que fueren. Los prisioneros que se nieguen a responder no podrán ser amenazados ni insultados, ni expuestos a molestias o desventajas de ningún género”.

Tal vez, George Bush no considere a los cautivos de Guantánamo como presos de guerra, lo cual no eximiría a la CIA de cumplir en sus interrogatorios el artículo 5 de la Declaración Universal de Derechos Humanos donde se reconoce que “nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Las reglas del juego están claras. No existe acontecimiento, por desolador que fuese el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York, capaz de alterar las normas o justificar la vejación de una persona. El gobierno del país norteamericano no puede obviar el consenso obtenido hace casi 60 años cuando se ratificó la Declaración de Derechos Humanos y la Convención de Ginebra.

Por mucho que su presidente se niegue a reconocer como tortura sus “técnicas alternativas”, Washington debería plantearse de que lado pretende estar. La ley no admite medias tintas. Los relatos de varios presos, liberados sin cargo alguno, que detallan como fueron privados de toda luz natural u obligados a permanecer despiertos, aislados en absoluto y con la única compañía de música ensordecedora chocan de lleno con las palabras de Bush.

La brutalidad con la que se emplea la CIA en Guantánamo es tan sólo la prueba más aterradora de una larga lista de despropósitos. La actitud paranoica de la que algunos de sus máximos representantes hacen gala desde 2001 convierte en objetivo de espionaje a todo y a todos en Estados Unidos. No en vano, Cheney autorizó al Pentágono a obtener los datos financieros de cualquier persona a la que consideraran sospechosa de terrorismo o a interceptar correos electrónicos o llamadas telefónicas sin previa orden judicial. Parece que el ejecutivo Bush en su búsqueda por hallar al “enemigo” está dispuesto a todo, incluso hasta a crear uno si no lo encuentra. Un mandatario responsable no debería permitir que se manche el nombre de todo un país por las dudosas prácticas de su servicio de inteligencia. Claro que, un presidente de Gobierno responsable tendría siempre presente que frente a los Derechos Humanos no hay “técnica alternativa” posible.


Periodista
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