Iowa: Esperanza para los Estados Unidos y para el mundo
barack obamapor Marco Antonio Flores Villanueva,
desde Boston, USA

El triunfo de Barack Obama la noche de ayer en Iowa constituye un hecho sin precedentes en la historia política de los Estados Unidos. En primer término, la movilización del pueblo americano ha sido cuantitativamente extraordinaria. Pese a las bajas temperaturas de un invierno helado, hombres y mujeres de todas las edades se dirigieron a los lugares de votación para expresar democráticamente sus preferencias, dejando atrás el ausentismo que en otros años dominaba los comicios nacionales, tanto las primarias (aunque las elecciones de Iowa no son técnicamente primarias) como los nacionales (presidenciales y parlamentarios).

 

La estructura de esa masa popular que abarrotó las diferentes instalaciones de votación en Iowa es otra gran sorpresa. La mayoría de los votantes fueron independientes, o sufragantes que ejercian su derecho al voto por primera vez ( y de toda edad) y, muy en especial, jóvenes americanos que en número extraordinario se volcaron a las mesas de sufragio para terminar con la indiferencia y el inmovilismo que los alejaba de la política, del destino de su país y, por ende, del futuro del mundo.

El beneficiario de este fenómeno ha sido el joven senador demócrata Barack Obama, quien acaparó las preferencias de los independientes, de los nuevos votantes y, sobre todo, de la juventud americana (an los dos primeros casos atrajo casi el 50% de ese electorado y en el caso de los jóvenes el 57% de esa fuerza electoral).

Otra gran sorpresa es el triunfo de un candidato "de color" en una región predominantemente "blanca" (96% contra 4% de "African- Americans") y, además, la mayoritaria votación femenina que recibió, a pesar de la candidatura implícitamente feminista de Hillary Clinton.

A la luz de estos resultados y los componentes inusuales que han llevado a Obama al triunfo la noche de ayer en Iowa, resulta sumamente claro que el pueblo americano no solamente quiere el cambio (educación para todos, seguro social universal, mejores salarios y beneficios sociales para su clase trabajadora, etc.), sino que además desea expresarlo movilizándose hacia las urnas, no con una manifestación negativa y belicosa contra el peor gobierno en la historia de los Estados Unidos, el gobierno de George Bush, sino con una propuesta positiva y esperanzadora encarnada en un candidato que representa a una nueva generación y que tiene una idea distinta y más moderna del país y del mundo.

Por ello Iowa no votó por Hillary Clinton, cuyas banderas están relacionadas con la administración de su esposo que, buena o mala, pertenece ya al pasado, a la historia, y cuyos esfuerzos por expresar el cambio en su campaña electoral ya habían sido largamente arrebatados, y con justicia, por un candidato nuevo, joven y más sintonizado con el slogan "Change", porque Obama condena al statu quo de Washington y el poder de las corporaciones.

América prefiere casi siempre mirar hacia el futuro y apuesta a lo nuevo. Es algo cultural. Estados Unidos no es una sociedad que vive congelada en un pasado extraordinario para hacer de esos fastos mitología. Vive agradecida de sus héroes y la historia que ellos hicieron, sí, y por ello los encumbra a la presidencia (mientras Latinoamérica los asesina o los condena al ostracismo). La última vez ese agradecimiento con su historia y sus íconos se expresó con el triunfo electoral del General Eisenhower, héroe de la Segunda Guerra Mundial. Pero luego el pueblo americano votó por el cambio, por el futuro. Y como es un pueblo pionero votó por John F. Kennedy, un joven demócrata que, como Obama hoy, acaparó los corazones de millones de hombres y mujeres que viven esperanzados en un futuro diferente, en un mundo nuevo.

Esa esperanza pudo más que el gélido invierno de Iowa. Esa esperanza pudo más que el desencanto por la política que laceraba al pueblo americano. Esa esperanza pudo más que la odiosa división de hombres y mujeres por el color de su piel. Esa esperanza pudo más que el oro de las corporaciones, que no financian la campaña de Obama por voluntad del propio candidato. Esa esperanza pudo más que la histórica y recia indiferencia de los independientes. Esa esperanza pudo más que la reciente historia electoral de los Estados Unidos, porque ha logrado movilizar, en un hecho sin parangón desde los gloriosos días de Robert Kennedy, a miles de jóvenes americanos dispuestos, con su actitud militante, a cambiar su país y a cambiar el mundo.

El candidato Obama ha expresado su intención de establecer una estrecha relación con América Latina, primero, y esto es muy importante, renovando la capacidad política de los estados nacionales sobre las corporaciones para, luego, proponer a nuestra comunidad, y a la comunidad internacional en general, un ambicioso programa de reinvindicaciones sociales (especialmente en materia laboral, salud y educación) condicionando, inclusive, la revisión de los tratados de libre comercio suscritos con nuestras naciones al cumplimiento de metas específicas consignadas en su programa social. También ha propuesto la inmediata implementación de medidas urgentes destinadas a preservar el ecosistema del planeta.

Por ello de llegar a la presidencia Obama ha ofrecido renovar la asistencia a los países más pobres hasta llegar a $50 billones de dólares para el 2012, con la condición suspensiva que estos países exhiban resultados concretos expresados en reformas especialmente sociales (es decir no solamente macroeconómicos y en la estabilidad presupuestal), ambientales y en la lucha contra la corrupción política.

Las implicancias de lo ocurrido la noche de ayer en Iowa serán muchas y dramáticas para Estados Unidos y el futuro del mundo, si esa tendencia demócrata continúa triunfando en las primarias que se avecinan. Ayer triunfó nada menos que la corriente populista del Partido Demócrata, que quiere redefinir la globalización sustrayéndola de las manos de las corporaciones para ofrecerla a los estados y gobiernos legítimamente elegidos por sus pueblos.

Entre tanto América Latina espera, como siempre, sin programas, sin previsión y, lo que es peor, con una clase política senil y una oposición retórica, radicalizada y perdida en el pasado.

Boston, 4 de Enero del 2008

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