Secuestrador golpeaba a Natascha Kampusch hasta 200 veces por semana


Cuatro años después de haber fugado de su secuestrador, Natascha Kampusch declaró sentirse ya fuerte para narrar en un libro los suplicios que padeció en su encierro de ocho años en manos del demente Wolfgang Prikopil.


Kampusch, que ahora conduce un programa televisivo de entrevistas en Austria, presentará este fin de semana en Viena el libro 2096 días, que también estará disponible en español para España y América Latina, el cual en 284 páginas da cuenta de las torturas y humillaciones infligidas por su captor durante su secuestro, que finalizó en agosto de 2006, cuando huyó en un descuido de Prikopil, quien se suicidó arrojándose a un tren en marcha.

La prensa austriaca revela varios pasajes del libro, que comienza con su niñez en un hogar de padres divorciados, antes de cumplir los 10 años, cuando fue secuestrada. El primer día Prikopil le dio un colchón delgado y la misma manta con la que la cubrió para secuestrarla para que duerma en el sótano que había preparado para ella.

Ese primer día, en marzo de 1998, Kampusch preguntó Prikopill: "¿Vas a abusar de mí?", a lo cual éste respondió: "Eres demasiado joven para eso, nunca lo haré".
Wolfgang Prikopil


"Abandonaba mi cuerpo y veía desde muy lejos lo que se hacía conmigo". Así explica la mujer austríaca, de 22 años, su actitud durante los episodios de violencia a que fue sometida durante los 3.096 días que duró su secuestro.

Kampusch explica que su secuestrador, Wolfgang Priklopil, afirmó que su intención era entregarla a "los otros" y luego desentenderse, una afirmación que reabre la especulación, descartada por la investigación oficial, de que hubiera más implicados en el caso.

La cautiva trató de alertar a la Policía y cuando el captor se enteraba arremetía con violencia. "Me agarraba brutalmente, me estrangulaba y me pegaba", narra. Cuando Natascha subía de peso la insultaba diciéndole que está gorda y fea y la privaba de alimentos.

Después de un tiempo la hacía subir a las plantas altas para obligarla a realizar limpieza semidesnuda, golpeándola constantemente, con hasta 200 golpes por semana, y llamándola "esclava". También quería que lo llame "amo" y "maestro" y que se arrodille, pero ella no accedió.

Cuando Natascha cumplió 14 años, Prikopil la obligó a dormir en su cama con esposas atadas a él, pero no abusó de ella, sólo quería abrazar a alguien. Ella tenía la espalda morada y negra por los golpes y por eso no podía tenderse de espaldas.


Natascha, que hoy tiene 22 años, describe que después de seis meses, por no tener la celda un lugar para bañarse, rogó a Prikopil le permita ducharse arriba, lo cual éste aceptó. Al salir vio la mostruosidad de concreto que rodeaba su celda.

Parte de su tortura mental era escuchar constantemente por un intercomunicador a Prikoil gritándole: "¡obedece, obedece!". También la obligó a rasurarse el cabello.
Cuando Natascha tenía 16 años estaba extremadamente delgada e intentó suicidarse varias veces. Su secuestrador le dijo que sus padres no querían pagar por su libertad y que estaban felices de deshacerse de ella.

El primer día de su secuestro, Natascha pidió a Prikopil hacerla dormir correctamente y que le cuente una historia, incluso le pidió un beso de buenas noches, a lo cual Prikopil accedió; la cubrió con la manta y leyó el cuento de la princesa y el guisante que tenía en su maleta y después la besó en la frente. Ella quería hacer cualquier cosa para que parezca una situación normal.
El interior de la celda


También contó que días antes de su secuestro Natascha había convencido a su madre de dejarla ir sola a la escuela. No se acuerda, pero cree que si luchó cuando Prikopil la cogió por la cintura y la arrojó a su Van que tenía la puerta abierta, porque al día siguiente tenía un ojo morado.

El secuestrador el primer día le dijo que la dejaría en el bosque para entregarla a "los otros" para lavarse las manos y que no se verían nunca más, por lo que la policía investiga la existencia de cómplices. Cuando le dijo eso Natascha temió que la entregue a un mafia de pornografía infantil, pues había escuchado noticias recientes de eso y pensó que sería peor que la muerte.

Cuando llegaron a un bosque Prikopil hizo unas llamadas asustado y agitado, pero no funcionaron. Le ordenó que no se mueva. "No vienen", dijo Prikopil, por lo cual Natascha saltó de emoción.

Al bajarla de la camioneta la cubrió con una manta azul y la cargó como un paquete. Abrió los ojos en una total oscuridad. La celda olía a polvo. Cuando Prikopil iluminó la celda se dio cuenta que tenía cuatro metros cuadrados.

Cuando Prikopil comenzó a hablarle ponía una voz como cuando la gente se dirige a sus mascotas. El captor la miraba como si fuese un juguete nuevo. Ella le pidió que la deje ir y que no diría nada a nadie, sólo que se fugó, pero el secuestrador no aceptó y le preguntó lo que necesitaba, como si estuviese en un hotel.

Cuando ella pidió a Prikopil que no se lleve su maleta escolar, éste le dijo que ella trataba de engañarlo porque tenía transmisores en su maleta para pedir auxilio. Entonces Natascha entendió que era un enfermo mental porque esos transmisores no existen.

Al día siguiente observó detenidamente el rostro de Prikopil y se dio cuenta de rasgos de locura. Más tarde, si ella lloraba, apretaba su garganta y le metía la cabeza en el agua del lavaplatos.