Benedicto XVI elogia las profundas raíces cristianas del Reino Unido
Benedicto XVI acompañado del duque de Edimburgo


Benedicto XVI comenzó esta mañana el decimoséptimo viaje apostólico de su pontificado, que lo lleva al Reino Unido, donde el próximo domingo beatificará en Birmingham al cardenal John Henry Newman, según indicó el servicio de información del Vaticano.


El Papa salió del aeropuerto romano de Ciampino a las 8,10 (hora local) y aterrizó a las 11:30 en Edimburgo, capital de Escocia, donde fue recibido por el Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo y consorte de Su Majestad la Reina Isabel II de Inglaterra. Desde el aeropuerto, el Santo Padre se desplazó en automóvil al palacio de Holyroodhouse (Casa de la Santa Cruz) residencia oficial de la reina en Escocia durante el verano. El palacio fue construido en 1128 como monasterio agustino y dedicado a la Santa Cruz por el rey David I de Escocia, que tuvo la visión de un crucifijo entre la cornamenta de un ciervo que lo atacaba. En el siglo XVI se transformó en residencia real y en el siglo XX, con el rey Jorge V, pasó a ser residencia real estival.

 A su llegada a Holyroodhouse el Santo Padre fue acogido por la Reina Isabel II y el Duque de Edimburgo y tras los honores militares y la interpretación de los himnos nacionales, el Papa se encontró en privado con la reina en la Morning Room. Al final del encuentro, el pontífice fue acompañado al palco situado detrás del palacio, donde lo esperaban 400 huéspedes ilustres, entre ellos políticos, representantes de las Iglesias Católica y  Anglicana y algunos representantes del Parlamento Escocés.

 Después de una breve exhibición de los gaiteros escoceses, la Reina Isabel II pronunció un discurso y después lo hizo Benedicto XVI.

 "El nombre de Holyroodhouse, recuerda la "Santa Cruz" y evoca las profundas raíces cristianas que aún están presentes en todos los ámbitos de la vida británica. Los reyes de Inglaterra y Escocia han sido cristianos desde tiempos muy antiguos y cuentan con destacados santos, como Eduardo el Confesor y Margarita de Escocia. Muchos de ellos ejercieron conscientemente sus tareas de gobierno a la luz del Evangelio, y de esta manera modelaron profundamente la nación en torno al bien. Resultó así que el mensaje cristiano ha sido una parte integral de la lengua, el pensamiento y la cultura de los pueblos de estas islas durante más de mil años. El respeto de sus antepasados por la verdad y la justicia, la misericordia y la caridad, os llegan desde una fe que sigue siendo una fuerza poderosa para el bien de vuestro reino y el mayor beneficio de cristianos y no cristianos por igual."

Entre los numerosos ejemplos de esa "fuerza del bien" que jalonan toda la historia de Gran Bretaña, el Papa citó a William Wilberforce y a David Livingstone, que contrastaron firmemente el tráfico internacional de esclavos, a Florence Nightingale,  que al servicio de los pobres y enfermos, estableció nuevos modelos de asistencia sanitaria, al cardenal John Henry Newman, "cuya bondad, elocuencia y quehacer honraron a sus compatriotas. "Todos ellos, y como éstos muchos más -subrayó- se inspiraron en una recia fe, que germinó y se alimentó en estas islas".
 
Benedicto XVI recordó después que en nuestra época, "Gran Bretaña y sus dirigentes se enfrentaron a la tiranía nazi que deseaba erradicar a Dios de la sociedad y negaba a muchos nuestra humanidad común, especialmente a los judíos, a quienes no consideraban dignos de vivir". En este ámbito, el Papa habló también del trato que reservó el nazismo a los  pastores cristianos y religiosos que "proclamaron la verdad en el amor" y pagaron con su vida la oposición  a la ideología nazi.

"Al reflexionar sobre las enseñanzas aleccionadoras del extremismo ateo del siglo XX, jamás olvidemos -subrayó- cómo la exclusión de Dios, la religión y la virtud de la vida pública conduce finalmente a una visión sesgada del hombre y de la sociedad".

El Santo Padre citó a continuación el papel clave que jugó hace sesenta y cinco años Gran Bretaña "en la forja del consenso internacional de posguerra, que favoreció la creación de las Naciones Unidas y marcó el comienzo de un período de paz y prosperidad en Europa hasta entonces desconocido". Y recordando el Acuerdo de Viernes Santo, que restituyó sus competencias a la Asamblea de Irlanda del Norte, afirmó: "El Gobierno de Vuestra Majestad y el de Gobierno Irlanda, junto a los líderes políticos, religiosos y  civiles en Irlanda del Norte ayudaron al alumbramiento de una solución pacífica del conflicto. Animo a  todos  a seguir recorriendo juntos con valentía, el camino trazado hacia una paz justa y duradera".

"El Reino Unido sigue siendo, política y económicamente, una figura clave en el ámbito internacional. Vuestro Gobierno y vuestro pueblo son los forjadores de ideas que influyen mucho más allá de las Islas británicas. Esto les impone una especial obligación de actuar con sabiduría en aras del bien común. Del mismo modo, dado que sus opiniones tienen una audiencia tan amplia, los medios de comunicación británicos tienen una responsabilidad más grave que la mayoría y una mayor oportunidad para promover la paz de las naciones, el desarrollo integral de los pueblos y la difusión de los auténticos derechos humanos. Que todos los británicos sigan viviendo en consonancia con los valores de honestidad, respeto e imparcialidad que les han merecido la estima y admiración de muchos"

"En la actualidad, el Reino Unido se esfuerza por ser una sociedad moderna y multicultural", concluyó el pontífice. "Que en esta exigente empresa mantenga siempre su respeto por esos valores tradicionales y expresiones culturales que formas más agresivas de secularismo ya no aprecian o siquiera toleran. Que esto no debilite la raíz cristiana que sustenta sus libertades; y que este patrimonio, que siempre ha buscado el bien de la nación, sirva constantemente de ejemplo a vuestro Gobierno y a vuestro pueblo de cara a los dos mil millones de miembros de la Commonwealth y a la gran familia de naciones de habla inglesa de todo el mundo".

Finalizado el discurso, la Reina Isabel acompañó al Papa, siguiendo la tradición, y le presentó a los invitados ilustres de la primera fila. Después, en el patio interno del palacio, los esperaban un grupo de jóvenes escoceses vestidos con trajes tradicionales.

Al final el Santo Padre se despidió de la Reina y del Duque de Edimburgo en la puerta principal de Holyroodhouse y desde allí se trasladó a la residencia del  cardenal Michael Patrick O'Brien, arzobispo de Saint Andrews and Edinburgh, donde almorzó.