La impunidad del gobierno de Israel

palestinos

Por Xavier Caño (*)

El analista Miguel Bastenier nos recuerda en un reciente escrito que a principios del siglo XX un periodista judío, Zangwill, popularizó el eslogan definitivo del sionismo: “Una tierra sin pueblo, para un pueblo sin tierra”. La “tierra sin pueblo” era Palestina, oficialmente Siria Sur, provincia del imperio otomano, y el pueblo era el judío en diáspora. Pero en esa Palestina de mil novecientos vivía un millón de habitantes, de los que el 90% eran árabes. Los errores y malevolencias de Inglaterra tras la I Guerra Mundial, en la que desapareció el Imperio Otomano por derrota, concedieron una parte notable de Palestina al pueblo judío. A este respecto, Bastenier nos cuenta que Ilan Pappé, uno de los historiadores israelíes que han reescrito la historia del inicio del Estado de Israel sin fábulas ni mitos, ha explicado que el Plan Dalet, ejecutado por el ejército judío, limpió el terreno para que “un pueblo sin tierra ocupara una tierra sin pueblo”.

Pappé no nos cuenta una historia distinta a la de otros historiadores revisionistas del inicio de Israel, pero califica la guerra entre israelíes y árabes, previa a la fundación del Estado de Israel, como limpieza étnica. Eso es lo nuevo, que enlaza aquel tiempo con nuestros días.

Pappé relata cómo desde marzo de 1948, civiles y militares judíos pusieron en marcha el citado plan que incluyó la matanza de un centenar de aldeanos palestinos en Deir Yassin, y forzar a 250.000 palestinos de núcleos urbanos a huir. Entre fin de marzo y el 15 de mayo se “limpiaron” de palestinos doscientas localidades y la zona de Jaffa. Cientos de miles de expulsados. Pappé insiste en que el Plan Dalet fue una auténtica operación de limpieza étnica: si los palestinos no huían voluntariamente, eran expulsados por la fuerza. De un millón de palestinos, quedaron 150.000.

Sesenta años después, el gobierno de Israel pone en marcha periódicamente operaciones de represalia que recuerdan el Plan Dalet. La razón aducida es la “legítima defensa” frente a los proyectiles que guerrilleros de Hamás arrojan sobre territorio israelí con lanzamisiles artesanos. Una razón poco aceptable. La legítima defensa en un mundo civilizado que respete la legalidad es proporcionada al peligro o agresión, y un ataque de soldados israelíes, tanques, helicópteros armados y cazabombarderos es muy desproporcionado frente a kalashnikov y lanzamisiles artesanos, especialmente cuando los muertos los ponen sobre todo los civiles palestinos.

En siete años han muerto once ciudadanos israelíes por cohetes lanzados por guerrilleros de Hamás, pero en el último ataque contra la franja de Gaza, 116 palestinos, de los que más de la mitad son mujeres y niños, incluso bebés, y más de 350 han resultado heridos. En Yabalia, algunas mujeres y niños murieron en el dormitorio o en la cocina, habituales lugares de combate, como es conocido. Los últimos cohetes de Hamás causaron diez heridos leves.

El primer ministro israelí Ehud Olmert ha dicho que “si los civiles (israelíes) de Sderot no pueden llevar vida normal, tampoco podrán hacerlo los (palestinos) de Gaza”. También propio de un mandatario civilizado: la venganza de pelea de taberna. Y añadió, para convencernos de cuan civilizado es, que los ataques aéreos y terrestres contra Gaza no se detendrán ni un segundo a pesar de las críticas internacionales.

¿Y la comunidad internacional? Bien, gracias. El Consejo de Seguridad de la ONU, reunido con urgencia, condenó la escalada de violencia en la zona y decidió reunirse de nuevo. Juiciosa decisión, muy útil. Por supuesto, los miembros del Consejo expresaron su profunda preocupación “por la pérdida de vidas civiles en Gaza”. Varios países europeos y EEUU han pedido a Israel que contenga sus represalias y, a ambas partes, el fin de la violencia. El mismo hipócrita e ineficaz ritual que se pone en escena desde que Israel empezó a dejar claro que la legalidad internacional y el respeto a los acuerdos de paz le importan poco.

En tanto el grupo de presión judío de EEUU sea poderoso y los presidentes estadounidenses, demócratas o republicanos, lo teman tanto, Israel continuará impune, por más que se pase por donde quiera la legalidad y el derecho internacionales.

Pero nos queda la palabra para denunciarlo.
(*) Escritor y periodista
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