Desconocidas sin fronteras

barco africanos inmmigrantesPor Mercè Rivas Torres*

Son millones las mujeres que no aparecen en los medios de comunicación, que malviven, luchan y sufren. Sus experiencias vitales las convierten en protagonistas invisibles de nuestros periódicos. Están en todos los lugares del planeta, conocen la violencia física y psíquica pero no se rinden. Creen en un mundo más justo. Este verano hemos visto como el Cuerno de África aparecía en todos los informativos. Allí es donde vive Farhiya, mujer somalí de 45 años, divorciada, con tres hijos y una madre anciana que colabora en la casa pidiendo caridad.

 

Farhiya tomó la decisión hace un año de salir de su país en busca de algo de dinero para mantener a los suyos, ya que la situación de pobreza era lacerante. Le dijeron que podía tomar un barco que transportaba mercancías hacia Yemen cruzando el Golfo de Adén. Antes de embarcar tuvo que abonar 120 dólares y de repente se vio en una barcaza hacinada y sin alimentos. Al llegar al puerto yemení de Bossaso comenzó a buscar trabajo pero inmediatamente cayó en manos de bandas de traficantes de personas a los que a cambio de algún trabajo temporal debía pagarles parte de su salario. Meses después, abrumada por su mala vida en Yemen, Farhiya decidió volver al infierno de Somalia junto a sus hijos y a su madre.

En Yemen hay 200.491 refugiados, de los cuales 23.079 son somalíes y 61.577 etíopes según Naciones Unidas. La mayoría caen en manos de estas mafias buscando desesperadamente trabajo para sobrevivir y huyendo de la violencia y hambruna de sus países. Pero la mayoría de ellos desconocen la tremenda situación económica y política de Yemen antes de viajar. En la ciudad de Goma, en la República Democrática del Congo, Kahindo, viuda de 28 años, sigue viva de milagro después de haber sido violada y agredida por hombres armados mientras intentaba huir de su aldea con sus seis hijos. Quedó en coma e infectada del SIDA.

Pero el caso de Kahindo no es aislado. Congo es uno de los países en donde más violaciones se cometen cada año hasta el punto que la Secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton califico la situación de “crimen contra la humanidad”. Veinte años suele ser la pena de prisión para los violadores pero pueden salir en libertad tras pagar tres dólares al director del centro.

En China podemos encontrar cientos de miles de casos de mujeres que, solas y en silencio, deben enfrentarse a las peores situaciones, como es el caso de la activista de derechos humanos Goyruud Huuchinhu, miembro de la Alianza Democrática de Mongolia. Lleva desaparecida desde que salió del Hospital de Tongliao en enero del 2011, donde recibía tratamiento contra un cáncer.

Antes de su desaparición, Gayruud pedía libertad de expresión en su país. China ostenta el primer puesto en penas de muerte. En estos momentos ocupa el puesto 171 de 178 países de la Clasificación Mundial de Libertad de expresión que publica cada año Reporteros Sin Fronteras. Peor suerte tuvo este verano la hindú Shehla Masood, luchadora contra la corrupción, a través de Internet, que fue asesinada en la puerta de su casa cuando se dirigía a participar en una manifestación de apoyo al gran líder Anna Hazarare. Con sus gafas de concha y su sari rojo, Shenla, de 39 años, murió de una bala en el cuello. Esta activista ya había sido amenazada en el pasado y en 2010 se dirigió personalmente al Director de la Policía expresando sus temores. Pero nadie la escuchó.

Hay que recordar que la corrupción es uno de los temas más sangrantes de India. Según un estudio de la ONG Transparencia Internacional, más del 75% de los hindúes acepta haber sido afectado por la corrupción. En los últimos meses, miles de ciudadanos protestan a diario en las calles pidiendo transparencia. En Irán vive la abogada Nasrin Sotoudeh detenida desde el 4 de septiembre de 2010 y condenada a diez de prisión por defender a un activista de derechos humanos.

Nasrin no conoce en estos momentos la sentencia que se le impuso hace un año ya que sigue recluida en régimen de aislamiento en la durísima cárcel de Evín, en Teherán. Después de China, Irán es el país en donde más disidentes son ejecutados, incluso menores de edad.

Peor suerte fue la que tuvo la periodista mexicana Yolanda Ordaz al ser decapitada en el estado de Veracruz, tras 48 horas de secuestro. Columnista del periódico Notiver forma ya parte de la larga lista de periodistas asesinados o secuestrados en México: 79 desde el año 2000.

Para todas ellas, un recuerdo.

*Periodista y escritora, Centro de Colaboraciones Solidarias