Georgia y repercusiones: Ucrania y Polonia


Esta semana ha concluido el conflicto surgido cuando Georgia, país de la región del Cáucaso, intentó imponer su autoridad en las separatistas Osetia del Sur y Abjazia1. Todo terminó cuando intervino contundentemente la fuerza armada rusa, al ver la gran destrucción causada por la ofensiva georgiana en las zonas separatistas, que son prorrusas. El presidente de Georgia, Mikhail Saakashvili, tiene como máximo anhelo incorporar su país a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); para hacer méritos incluso había enviado para apoyar la invasión estadounidense de Iraq 2000 soldados, a los cuales llamó de regreso ante la gravedad de los acontecimientos; pero esta fuerza fogueada en Iraq nada ha podido hacer para evitar la imparable ofensiva de centenares de tanques rusos y la selectiva destrucción de la infraestructura militar georgiana.

Aspectos políticos

Los EE. UU. han expresado su protesta por la reacción militar rusa (pero, por supuesto, nada han dicho de la destrucción causada por los georgianos en Osetia del Sur); sin embargo, han dejado en claro que no entrarán en guerra contra Rusia por defender a Georgia. Por otro lado, los presidentes de Ucrania, Polonia y Lituania, exintegrantes del bloque soviético y hoy opositores de los rusos, viajaron a Georgia a expresar su solidaridad y respaldo a Georgia. El presidente de Ucrania, Viktor Yushchenko, no se ha conformado con eso: está exigiendo a los rusos que cuando sus barcos de guerra salgan de la base naval de Sebastopol, que tienen arrendada en Ucrania hasta 2017, avisen al gobierno de Ucrania con 72 horas de anticipación (algo que no está previsto en el tratado de arriendo); además, el presidente ucraniano ha pedido que su país se integre a la red antimisiles que los EE. UU. están por instalar en Polonia y en la República Checa.

Red o escudo antimisiles


Poniendo como justificación la necesidad de proteger a Europa de un ataque con cohetes por parte de países imprevisibles como Irán, los EE. UU. han fomentado la idea de instalar en Polonia y República Checa radares y cohetes antiaéreos con la capacidad de derribar los proyectiles de un posible ataque de Irán a Europa Central y Occidental. Pero los estadounidenses no quieren tomar en cuenta que en la práctica esos radares serían poco efectivos ante un ataque iraní, puesto que por la distancia y la curvatura de la Tierra, los cohetes agresores serían detectados cuando ya estén cerca de su blanco. El sentido común indica que si se quiere detener un ataque iraní de esa naturaleza, lo correcto es poner radares en países vecinos de Irán, como Turquía o Azerbaiyán, que son amigos de los EE. UU. y limitan con Irán, circunstancia que permitiría detectar al cohete iraní desde su despegue, y no cuando ya está cerca del blanco.

¿Por qué entonces en Polonia y en la República Checa?


Por una sencilla razón: dadas las ubicaciones que van a tener (Polonia y República Checa), la finalidad de los radares y cohetes antiaéreos no es en realidad proteger a Europa de un ataque iraní, sino la de neutralizar la capacidad de los cohetes rusos y obtener una ventaja estratégica, puesto que Rusia no tiene cerca de los EE. UU. radares que cumplan función semejante respecto de los EE. UU. Éste es el motivo por el que los rusos se oponen enérgicamente a la instalación de dichos radares y cohetes. Por el momento, Rusia ha advertido que desde el instante en que se instale ese material, las ciudades de Polonia y República Checa se convierten automáticamente en legítimos blancos de ataque con bombas atómicas.

Las nuevas democracias

Cuando se disolvieron la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y su bloque militar llamado Pacto de Varsovia, una mayoría de los países que formaban parte del bloque socialista proclamaron su independencia y se plantearon tres objetivos:

a) formar gobiernos democráticos, con separación de poderes;
b) unirse a la Unión Europea (UE);
c) unirse a la OTAN.

Ninguno de estos países exsocialistas se ha declarado neutral o ha firmado un tratado bilateral con los EE. UU., que con su arsenal atómico garantizaría la seguridad de sus aliados; en vez de eso, estos países han optado por reavivar una tensión política y militar semejante a la Guerra Fría que durante 45 años tuvieron los EE. UU. y la URSS.

Al tomar los gobiernos de países pequeños como Polonia o la República Checa una actitud no de neutralidad sino de alineación militar, obviamente se ponen en la línea de fuego; ellos recibirían un ataque nuclear mucho antes que los EE. UU. El caso de Polonia es dramático: como los irritados rusos instalarían sus cohetes nucleares muy cerca de Polonia, esto es, en Kaliningrado (región rusa limítrofe con Polonia) y en Bielorrusia, el tiempo de llegada de los proyectiles rusos a las ciudades polacas ya no se mediría en minutos sino prácticamente en segundos. Siendo países democráticos, ¿Polonia y la República Checa han consultado este asunto tan grave a sus ciudadanos? ¿Qué hacen metiendo a sus pequeños países en líos de grandes? No han consultado esto al pueblo; los presidentes lo han hecho por su cuenta. ¿Qué clase de democracia es ésa?

Agresividad de los nuevos

Desde tiempos de la URSS, Europa Occidental se abastece de gas que llega de Rusia a través de gasoductos que pasan por Lituania, Polonia y Ucrania; este gas constituye al menos 40% del consumo de los países destinatarios finales y del de aquellos por donde pasan los gasoductos. Todo estuvo bien durante décadas, hasta que, luego de la caída del Muro de Berlín, Polonia y Lituania empezaron a “mover el ambiente” y acentuar por cualquier motivo su retórica antirrusa. Países como Francia y Alemania guardaron circunspección, no se sumaron al estridente coro de los nuevos conversos. La paciencia de los rusos se colmó cuando, entre otras provocaciones, los lituanos cortaron su comunicación ferroviaria con Kaliningrado, enclave ruso en el Mar Báltico. La respuesta de Rusia fue doble: primero, para que Kaliningrado no dependa en nada de Lituania, establecieron un servicio constante de barcos (“ferries”) entre puertos rusos y Kaliningrado; segundo —y más importante—, con los alemanes formaron un consorcio para tender un gasoducto que por el fondo del mar va directamente de los yacimientos gasíferos rusos a Alemania. Y aunque parezca gracioso, Lituania y Polonia han protestado porque van a dejar de percibir dinero por dejar pasar gas por su territorio… ¡como si el gas fuera de ellos! Con la culminación del gasoducto ruso-alemán, la distribución y precios del gas estarán en manos de Alemania, que es un país serio y de conducta previsible.

Motivaciones

La principal es el dinero. Los fabricantes estadounidenses de armamento y de sistemas de defensa todo el tiempo obtienen de su gobierno contratos por miles de millones de dólares; sus ganancias son enormes y siempre disponen de dinero para corromper a gobernantes de otras naciones, que con tal de conseguir algo en el reparto de la torta ponen en gravísimo peligro a los países que gobiernan. En cuanto a los estadounidenses, podría decirse que casi han enloquecido: como si no fuese grave la situación del gigantesco gasto de guerra en Iraq y Afganistán, como si no fuese suficiente ver la permanente pérdida del valor del dólar frente a otras monedas, como si no les preocupara la extendida bancarrota generada por impagables préstamos hipotecarios, van a dar a Polonia ayuda militar por 20 mil millones de dólares, que es lo que piden los polacos para permitir instalar los radares y cohetes antiaéreos. Una suma mucho menor que ésa permitiría erigir buenos diques para proteger al pueblo estadounidense de las periódicas inundaciones que lo castigan.

El peligro


Aunque los EE. UU. tienen una economía mucho más fuerte que la de Rusia, este país —con los cuantiosos ingresos que obtiene vendiendo gas, petróleo y equipo militar— ha salido de la crisis que lo aquejó la década pasada y está fortaleciendo su poderío militar. Cada vez más muestra su disposición de frenar, como lo ha hecho en Georgia, cualquier intento yanqui de apretar más el cerco militar que le tiende con repúblicas y republiquetas que, envalentonadas por el dinero y las armas de los estadounidenses, se sienten dispuestas a provocar y desafiar a Rusia. La situación puede agravarse, porque la posibilidad de entrar en guerra nuclear es algo concebible para los rusos, que desde los tiempos del régimen soviético ven como ganable una guerra nuclear y han desarrollado complejos de refugios y ciudades subterráneas2 de tal profundidad, que prácticamente son inmunes a impactos directos de bombas atómicas.
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1 Ver: Georgia y Osetia del Sur: los rusos en acción.

2 Por ejemplo, se sabe de una ciudad que está debajo de Yamantau, una montaña de roca.