dilma rouseff funeral chavezPor  Vicky Peláez

Todo aquello que está debajo de la tierra,  el tiempo lo sacará a la luz del sol  (Quinto Horacio Flaco, 65 a.C-27 a.C.)
 
Latinoamérica está de duelo al perder a su líder indiscutible e irreemplazable, Hugo Chávez. Su deceso, anunciado con anticipación por sus detractores e inesperado por sus seguidores, ha desatado una aguda polémica en la opinión pública mundial sobre la posibilidad de una muerte inducida.  

Muchas preguntas están flotando en el aire y perturban la conciencia humana, entre ellas ¿cómo es que sabían los medios de comunicación globalizados, desde el comienzo del 2012, que Hugo Chávez moriría en la primavera de 2013?  ¿Es posible inocular cáncer a una persona o en otras palabras, inducir sutilmente esta enfermedad a un ser humano?
 
Lo curioso es que apenas fallecido Hugo Chávez, los medios de comunicación al servicio del neoliberalismo mundial han iniciado una agresiva campaña mediática postmortem contra este  hombre cuya muerte lo convierte en una leyenda que perdurará los siglos, igual como sucedió con Simón Bolívar y muchos héroes caídos luchando por sus ideales.
 
Precisamente este hecho de inmortalidad es muy difícil de digerir para los escribanos “iluminados” que tratan de simplificar todo y en especial, negar la posibilidad de una muerte inducida a la persona que ha sido considerada por el Departamento de Estado norteamericano, según The Huffington Post, “El enemigo de Estados Unidos”.
 
También fue detestado por el capital internacional y sus servidores locales. En numerosos artículos los médicos seleccionados y entrevistados por los más grandes medios de comunicación declararon en su mayoría que era un disparate la idea del cáncer “inoculado” a Hugo Chávez. Casi todos los médicos expresaron lo mismo que la presidenta de la Asociación Argentina de Cáncer, doctora Berta Roch quien opinó que “la inoculación quiere decir que uno le inyectó algo a alguien. Eso se realiza en animales de experimentación, con ratitas especiales que están predispuestas para que uno pueda inocular. En un ser humano yo nunca lo escuché. Habrá habido cosas locas en la Segunda Guerra Mundial, pero nunca escuché sobre inocularle a alguien un tumor”.
 
Lo que no saben o simplemente no quieren reconocer estos especialistas es que los experimentos  de los   doctores nazis Josef Mengele, llamado “Ángel de la Muerte”, del doctor Wichtmann y sus colegas japoneses del Escuadrón 731, entre muchos otros,  transmitieron células cancerosas a los prisioneros durante la segunda guerra Mundial. Muchas de estas pruebas han sido seguidas por médicos norteamericanos.
 
Basta revisar el caso de una de las figuras más relevantes en la lucha por la independencia de Puerto Rico durante el siglo XX,  Pedro Albizu Campos, conocido como “Maestro” y “el último libertador de América” (1891-1965). Si alguien se entera sobre el calvario que vivió este hombre por atreverse a luchar por la libertad de su pueblo, lo llamaría el Cristo moderno. El próximo mes se cumplirán 48 años de su muerte por un cáncer transmitido por radiación.
 
Unos treinta años antes de que esto sucediera, el ingeniero químico y abogado de profesión graduado de Harvard, Pedro Albizu publicó un artículo acusando al patólogo estadounidense Dr. Cornelius  P. Rhoads por el asesinato de muchos pacientes puertorriqueños en el Presbyterian Hospital de San Juan, como parte de una investigación para el Rockefeller Institute de “trasplante de cáncer”.
 
Para sustentar su denuncia Pedro Albizu presentó una carta del Dr. Rhoads a uno de sus amigos.  En su misiva el doctor Rhoads escribe que los puertorriqueños pertenecen a una “de las más sucias,  perezosas y degeneradas  razas que habitan nuestro planeta. Me hace enfermar el hecho de  convivir con ellos. Son inclusive inferiores a los italianos. Lo que la isla necesita no es el sistema de Salud Pública sino algo para poder exterminar la población. Yo hice lo mejor para promover este proceso de exterminación matando a 8 pacientes y trasplantando cáncer a varios pacientes más”.
 
A Pedro Albizu Campos le esperó el mismo destino cuando fue transferido de la prisión al Presbyterian Hospital en 1956. Estando allí,  él denunció que  se había convertido en un conejillo de indias con quien estaban haciendo experimentos con radiación transmitida desde un edificio frente al hospital. Dijo que de una ventana salían rayos a colores  que le estaban quemando el cuerpo. Para protegerse Albizu cubría su cabeza con toallas mojadas recibiendo de los guardias, de la administración de la prisión y de la prensa oficial el apodo  de “El Rey de Toallas” y “El loco”.  
 
Sin embargo, el Presidente de la Asociación Cubana de la Lucha contra Cáncer, Dr. Orlando Damuy concluyó, después de revisar las quemaduras en el cuerpo de Pedro Albizu que  eran producto de una radiación intensa. Las Naciones Unidas ante la cual también se hizo la denuncia nunca hicieron nada para ayudar al líder independentista. Por ese tiempo, los prisioneros independentistas puertorriqueños denunciaban que les estaban implantando unos minúsculos aparatos para hacerles escuchar sonidos y voces extrañas. Entonces nadie les cría o les llamaban locos, hoy  se pensaría  en simples microchips.
 
En 1994, durante la presidencia de Bill Clinton, 38 años después del martirio de este luchador puertorriqueño, el Departamento de Energía de EE. UU. reveló que desde 1950 a 1970 habían estado haciendo experimentos con radiación en seres humanos, utilizando a prisioneros y sin su conocimiento. Si estos trágicos hechos tuvieron lugar hace más de 50 años, no hay ninguna garantía de que no ocurran ahora. 
 
La muerte del líder de la Organización  para la Liberación de Palestina  (OLP) en 2004, Yasser Arafat, confirma esta posibilidad. Según expertos, fue víctima de envenenamiento fulminante de  sus glóbulos rojos y ni siquiera se pudo diagnosticar el producto letal en el Hospital de París por los médicos franceses. Por supuesto, las autoridades israelíes negaron la participación de su servicio secreto Mossad en la muerte de Arafat durante nueve años hasta finalmente en enero de este año, el presidente de Israel, Shimon Peres, admitió por primera vez la participación de Tel Aviv en la muerte del expresidente de la Autoridad Nacional de Palestina (ANP). Dijo que el exprimer ministro Ariel Sharon había ordenado el asesinato de Arafat durante una conversación con el exministro de defensa Shaul Mofaz.
 
Pero el destino es tan caprichoso que el mismo Sharon desde 2006 se encuentra postrado en un hospital en estado de coma. Una racha de cáncer que está afectando a los presidentes latinoamericanos también hace revivir la teoría de la conspiración. Según WikiLeaks, hace dos años la ex Secretaria de Estado, Hillary Clinton pidió a la embajadora norteamericana en Buenos Aires, Vilma Socorro Martinez, investigar la salud de la presidenta Cristina Fernández y en especial, si tomaba alguna medicina, pidiendo especificar el nombre de pastillas.
 
Poco después de esta indagación se le detectó a la presidenta argentina un tumor a la glándula tiroides pero felizmente se trató de un tumor benigno. La muerte de su esposo, candidato presidencial, Néstor Kirchner en 2010 también provocó varias sospechas. La historia de esta enfermedad presidencial parece no tener fin. La actual presidenta Dilma Rousseff padeció de cáncer linfático mientras estaba de candidata en la campaña presidencial. El mismo mal tuvo que soportar  el ex presidente del Paraguay, Fernando Lugo.  A su vez el presidente del Brasil,  Lula da Silva fue afectado por el cáncer a la garganta y el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos tuvo que someterse a la operación debido al cáncer a la próstata.
 
Con todos estos antecedentes quedan bien justificadas todas las sospechas sobre la posibilidad de que  enfermedad fulminante de Hugo Chávez haya sido una obra de una siniestra  mano  humana. Por algo el vicepresidente venezolano, Nicolás Maduro  declaró que “Hugo Chávez fue infectado con el cáncer por sus enemigos imperialistas” y que el gobierno bolivariano haría todo lo posible para descubrir la verdad.
 
Tendrá que pasar mucho tiempo para que la humanidad se entere de lo que pasó realmente con el presidente bolivariano. El mismo Hugo Chávez comentó el año pasado su caso diciendo que “no sería extraño que ellos inventasen tecnología para diseminar el cáncer y que no sepamos sobre esto durante 50 años”. De lo que sí podemos estar seguros es que “no ha muerto un hombre, solo ha nacido una leyenda” que inspirará a otros hombres a seguir el camino trazado por Hugo Chávez hacia la transformación estructural de América Latina que ya tiene un gran arraigo popular venezolano y latinoamericano. Hugo Chávez murió por su patria y por la vida y “los que mueren por la vida”, según las estrofas de una canción compuesta por Alí Primero, “no pueden llamarse muertos”.

 Ria Novosti, 09-03-2013


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