Ante un nuevo orden socioeconómico y político

Por José Carlos García Fajardo*

“Es necesario que la humanidad sobreviva al siglo XXI sin volver a caer en la barbarie. Para eso hay que liberarse de los corsés del Estado nación y establecer los ‘grilletes de oro’ de alianzas transnacionales”, escribe el profesor Ulrich Beck. Pues el nacionalismo económico resulta antipatriótico y excluyente.

 

Por todas partes suenan voces de alarma ante la magnitud de la crisis y el peligro de regresar a la barbarie si no se pone coto a la insaciable codicia de un capitalismo salvaje e inhumano.

Ante nosotros se abre la posibilidad histórica de transformar nuestras relaciones reconociendo nuestra dignidad de ciudadanos universales. De todos y de cada uno. Como escribe Moisés Naim: Llevo muchos años asistiendo a Davos y nunca antes había visto un ambiente tan pesimista. Una lúgubre anticipación del inmediato futuro dominó las conversaciones. Pero augura que si 2008 fue el año del crash económico, 2009 será el del crash político. Los gobiernos tendrán que cambiar su manera de hacer las cosas para responder al inmenso descontento social provocado por la crisis económica. Corremos el peligro de abdicar de nuestras libertades y conquistas sociales refugiándonos en una seguridad impuesta por la fuerza.

Así también Jean M. Colombani: Más que intentar avanzar cada uno por su lado, los principales países europeos tendrían que ponerse de acuerdo para restaurar la concordia, pues el agravamiento de la crisis y los desórdenes sociales los amenazan a todos por igual, y todos tienen la misma necesidad de ir más allá de los planes de recuperación que han puesto en marcha y que se han revelado insuficientes.

Ante las algaradas callejeras en varios países y el malestar social que recorre Europa y el rebrote de xenofobia y de racismo, viene a la mente lo que sucedió después de la Gran Depresión y de la consiguiente Segunda Guerra Mundial. En el Parlamento de la Unión Europea, los partidos de extrema derecha trabajan para coordinar sus actividades y ampliar su grupo parlamentario, la Unión para una Europa de las Naciones. Atentos a este fenómeno galopante.

En esta época de crisis y de riesgos globales, escribe el profesor de Munich, sólo funciona la política de ‘los grilletes de oro’: la creación de una densa red de alianzas y mutuas dependencias transnacionales para crear la soberanía transnacional y la prosperidad económica.

Nada puede escandalizarnos más que la falta de una firme respuesta europea a la crisis económica mundial. La posteridad nos juzgará con rigor y asombro por esta falta de coherencia al ver a los responsables económicos y financieros de la crisis limitándose a reducir algo sus ganancias, repartiéndose bonos y prebendas, llegando al paroxismo del Presidente de la Asociación de la Banca española, Miguel Martín, afirmando que el sistema bancario “no ha hundido” la economía, a diferencia de Estados Unidos y otros países, sino que ha sido la economía real la que ha puesto “en riesgo” al sistema bancario.

De ahí que nuestros banqueros hayan acudido al reparto de ayudas para una liquidez que no repercute en los créditos a las empresas y a los ciudadanos, sino que ha servido para equilibrar sus balances. Cuando los bancos ganaron tanto dinero con la especulación, las hipotecas tóxicas y con el boom inmobiliario no repartieron sus ganancias mientras que ahora pretenden que el Estado “nacionalice” sus hipotecas basura.

Artimaña miserable la de arrojar la culpa sobre el contrario, aunque éste sea la ciudadanía que padece sus consecuencias. El imaginario cosmopolita representa el interés universal de la humanidad desde la interdependencia y la reciprocidad, más allá de la arrogancia nacional. Nos sabemos capaces de soñar un futuro más justo y solidario en esta sociedad de sociedades interrelacionadas por medio de las nuevas tecnologías. El realismo cosmopolita tiene que ver con el trato que reciben las minorías, los extranjeros y los marginados, sostiene Beck. Con los derechos humanos de los distintos grupos tanto en la consolidación como en la reforma de la democracia en el espacio transnacional. Y con el problema de cómo pueden evitarse los estallidos de violencia que surgen de las decepciones y la degradación de las personas.

Ante nosotros está el desafío de atrevernos a innovar nuevos modelos de desarrollo económico y de democracia política. Estos nuevos vinos exigen odres nuevos. Como ha sido la norma en el progreso de la humanidad.

* Profesor Emérito de la UCM. Director del Centro de Colaboraciones Solidarias
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