Turcos y armenios, por la senda de la reconciliación

.........Abdullah Gül
Por Adrián Mac Liman*

El presidente turco, Abdullah Gül, fue el primer dignatario otomano invitado a pasar unas horas en suelo armenio. Aparentemente, se trataba de un simple gesto de cortesía de su homologo, Serj Sargsyan, quien aprovechó la celebración, en septiembre de 2008, de un partido de fútbol entre los dos equipos nacionales para cursar una invitación en toda regla al estadista del país vecino.


Los dos jefes de Estado abordaron el tema de las relaciones bilaterales y analizaron la situación en el enclave de Nagorno Karabaj, territorio que se disputan armenios y azeríes y cuyo porvenir provoca auténticos quebraderos en algunas Cancillerías occidentales. Desde hace ya algún tiempo, Estados Unidos, Francia y Rusia, tratan de hallar una solución duradera a este anacrónico conflicto, que representa un peligro para la seguridad de los suministros de “oro negro” procedente del Mar Caspio.

Los dos presidentes no abordaron, sin embargo, el tema clave que enfrenta a sus respectivos países: el genocidio de la población armenia afincada, a comienzos del siglo XX, en territorio del Imperio otomano. Mientras los supervivientes de aquella matanza afirman que el número de víctimas ascendió a un millón y medio de personas, los historiadores turcos y los defensores de las tesis nacionalistas se empeñan en reconocer entre 200.000 y 600.000 victimas. Aunque también hay en Turquía una corriente negacionista de los hechos.

Sin embargo, durante la última década, la percepción histórica de los políticos y los intelectuales turcos ha cambiado. Existe un debate sobre el pasado y un afán por analizar los errores de los padres del Estado moderno. Hay muchos turcos que reconocen la existencia de la masacre perpetrada contra la población armenia. Pero hay más: los antiguos detractores del (excesivo) poder ostentado por la cúpula militar, reconocen que el ejército es parte integrante del tejido social que protege los valores de la Constitución republicana. De hecho, a las élites que defendían el papel de las Fuerzas Armadas se suman representantes de otras capas sociales; empresarios, agricultores, comerciantes, etc. cuyo interés por la evolución democrática de Turquía es innegable. Sin embargo, cuando se trata de Armenia…

Para los políticos de Ankara, la ocupación del territorio de Nagorno Karabaj por las tropas de Yerevan constituye un auténtico desafío para el conjunto de los turcomanos. No hay que olvidar que los pobladores de Azerbaiyán pertenecen a la misma étnia que los otomanos. Por otra parte, las relaciones políticas y económicas entre Ankara y Bakú son inmejorables. Por ello, la mayor parte del establishment turco considera que el conflicto de Nagorno Karabaj se convierte en un verdadero “insulto” contra el honor de la nación.

En este contexto, resulta difícil abrir el debate sobre la normalización de las relaciones bilaterales o sobre la posible apertura de las fronteras. Los viejos demonios subsisten, tanto en el Parlamento como en las dependencias del Estado Mayor de Ankara. Los parlamentarios piden “mano dura” con Armenia; los militares reclaman la retirada de las tropas acantonadas en Nagorny Karabaj. Aparentemente, el diálogo se encuentra en el punto muerto…

Pero sólo aparentemente. En abril se supo que turcos y armenios han mantenido contactos diplomáticos de alto nivel en Suiza desde 2007. Durante las negociaciones, los emisarios de Ankara y Yerevan lograron elaborar una “hoja de ruta” destinada a allanar el camino hacia la normalización de las relaciones. El propio Primer Ministro, Erdogan, reconoció los hechos, aunque se apresuró a negar la existencia de acuerdos secretos. Algunos diplomáticos occidentales aseguran, sin embargo, que las delegaciones han logrado acuerdos sobre la mayoría de los temas de interés común y que la firma de los primeros instrumentos de cooperación podría materializarse pronto.

Curiosamente, quienes desean que Turquía reconozca el holocausto armenio y pida disculpas ante la opinión pública internacional, consideran un “estorbo” dichos contactos y siguen por la senda del victimismo, de la satanización de los otomanos.

Por su parte, las autoridades armenias parecen dispuestas a pasar página. No se trata, claro está, de olvidar, sino de perdonar a la Turquía moderna aquél triste episodio histórico que supuso una verdadera hecatombe humana. En ambas capitales hay políticos dispuestos a reiniciar un difícil, aunque indispensable diálogo, a dar los primeros pasos hacia la reconciliación entre turcos y armenios. Algo inimaginable hace apenas dos lustros…

* Analista político internacional
www.solidarios.org.es