A principios de la década de 2000, las comunidades vecinas envidiaban a Kanamire, una comunidad ubicada en el distrito de Mubende, en la región central de Uganda. Se había hecho famosa en materia de agricultura y la historia de su éxito se propagaba como reguero de pólvora. Sus habitantes habían puesto una marca muy alta para cualquiera que practicara agricultura a pequeña escala. La tierra fértil y las prácticas agrícolas fueron la magia detrás de su éxito.
 
 
pobreza rural Witness Radio Uganda
Witness Radio, Uganda
 
Los pobladores de Kanamire solían pasar el día entero labrando sus huertas o desmalezando sus cultivos a manera de preparar una cosecha abundante.
 
 “La población de la comunidad había aumentado y ahora prosperaba completamente con la agricultura. Por todas partes se difundían los comercios. Las casas de ladrillo cocido reemplazaban a las de paja. Con orgullo lo llamábamos hogar”, cuenta Obutu Danial, de 54 años, recordando los buenos tiempos.
 
Como norma, entre las mujeres rurales existe un credo no escrito de mantener la paz con sus vecinas. La primera persona en cosechar compartía, como mínimo, parte de la cosecha con los vecinos. Esta costumbre se había conservado a lo largo del tiempo y las mujeres de Kanamire no fueron una excepción. “Teníamos suficiente tierra. Cultivábamos suficiente comida para nuestras familias. Solíamos compartir con nuestros vecinos, por ejemplo frijoles, y a cambio, ellos también harían lo mismo cuando los suyos estuvieran listos. Y también solíamos vender el excedente para atender otras necesidades”, revela una campesina.
 
Veinte años después, la comunidad ejemplar ya no existe. Se destruyeron grandes superficies de cultivos de banana, café y maíz, entre otros, y las familias fueron brutalmente desalojadas por la empresa New Forests Company (NFC), que tiene su sede en Londres.
 
New Forests Company y el mercado de carbono
 
La empresa NFC fue fundada en 2004 con la “visión” de producir madera “sostenible” en África Oriental, en medio de una deforestación desenfrenada. Fue financiada por Agri-Vie Agribusiness Fund, un fondo de inversión de capitales privados, y por el banco británico HSBC Private Equity. La región de África Oriental en la que se encuentra Uganda es una de las regiones más fértiles y, por lo tanto, fue elegida para el negocio de las plantaciones.
 
En 2005, la empresa de plantaciones de árboles firmó un acuerdo con la Autoridad Nacional Forestal de Uganda (NFA) para establecer 20.000 hectáreas de plantaciones de árboles en las reservas forestales de Namwasa y Luwunga en el marco del programa de comercio de carbono, un enfoque comercial para privatizar el dióxido de carbono almacenado en los árboles y venderlo como créditos de carbono a los contaminadores. Esto le da ganancias adicionales a la empresa.
 
NFC también se beneficia actualmente de un nuevo proyecto apoyado por el Fondo Holandés para el Clima y el Desarrollo (DFCD por su sigla en inglés), un fondo de 160 millones de euros (más de 185 millones de dólares) del gobierno holandés que tiene como objetivo conseguir fondos del sector privado para proyectos de carbono. El DFCD está gestionado por la gestora de inversiones Climate Fund Managers (CFM), la ONG Worldwide Fund for Nature Netherlands (WWF-NL) y la ONG SNV, y está dirigido por el Banco de Desarrollo Holandés, FMO. (1)
 
En agosto de 2020, DFCD aprobó una subvención de 279.000 euros (alrededor de 327.000 dólares) y un paquete de asistencia técnica de WWF para la empresa New Forests Company (NFC), con el objetivo de desarrollar la propuesta final de inversión comercial para la certificación de carbono en Uganda, con miras al crecimiento sostenible de los pequeños agricultores y la diversificación del mercado de la madera. En realidad, esto se traduciría en generar financiamiento para el carbono como forma de apoyar la expansión de sus plantaciones de monocultivos y el acaparamiento de tierras.
 
El desalojo de la aldea Kanamire
 
La Autoridad Forestal Nacional (NFA) es una agencia gubernamental creada bajo la Ley Nacional de Silvicultura y Plantación de Árboles de 2003, como un organismo empresarial responsable del llamado “desarrollo sostenible”, la gestión de las Reservas Forestales Centrales (CFR) y la prestación de apoyo técnico a las partes interesadas del subsector forestal.
 
Entre 2006 y 2010, más de 10.000 personas fueron desalojadas de sus tierras en el distrito de Mubende para dar paso a las plantaciones de NFC. A pesar de esto, en 2008, la Autoridad de Inversiones de Uganda, que tiene el mandato de “asesorar al Gobierno sobre las políticas adecuadas que conduzcan a la promoción y el crecimiento de las inversiones” (2) nombró a NFC como “Inversor del año” por plantar monocultivos de pinos y eucaliptos, mientras los comuneros viven miserablemente en una parcela de tierra infértil y hacinada.
 
En febrero de 2010, los residentes de Kanamire se despertaron con una multitud de representantes y calificadores de NFC, que estaban bajo la protección de las Fuerzas de Defensa del Pueblo de Uganda (UPDF) y la Fuerza de Policía de Uganda (UPF), que a su vez estaban bajo el mando del entonces Comisionado del distrito residente de Mubende, Nsubuga Bewaayo. Antes de desalojar a los comuneros a la fuerza destruyeron sus propiedades por valor de miles de millones de chelines ugandeses, para luego instalar allí una plantación de monocultivos de NFC.
 
Las comunidades de Kyamukasa, Kigumya, Kyato, Kisita, Mpologoma y Bulagano, en el distrito de Mubende, fueron también desalojadas a la fuerza por las plantaciones de NFC.
 
Tres años después de los desalojos, NFC acordó reasentar a las víctimas, luego de tensos compromisos con activistas de derechos humanos y otros defensores abocados a hacer frente a la violencia sufrida por los lugareños durante los desalojos.
 
En un acuerdo firmado por la empresa y los habitantes de Kanamire, NFC acordó pagarles un total de 1.200 millones de chelines ugandeses (alrededor de 340.000 dólares). Se pidió a los residentes que formaran y se adhirieran a una sociedad cooperativa, que asignaría la mitad del dinero a la compra de terrenos y la otra mitad a atender proyectos de desarrollo, como pozos y escuelas. Los desalojados se vieron obligados a pagar cuotas de suscripción para convertirse en miembros. Quienes para entonces no tenían dinero para unirse a la cooperativa, no fueron incluidos en el proceso de reasentamiento. (3)
 
 “Formamos la Sociedad Cooperativa Bukakikama y se transfirieron 600 millones [de chelines ugandeses] (alrededor de 170.000 dólares) a la cuenta de la cooperativa con destino a la adquisición de tierras”, contó el Sr. Bakesisha William, ex presidente de la cooperativa.
 
Bakesisha dijo que con los 600 millones de chelines ugandeses compraron tierras equivalentes a 473 acres (alrededor de 190 hectáreas) en la aldea de Kampindu, en el distrito de Mubende. De las 901 familias, a 453 se les asignó 1 acre (menos de media hectárea) de tierra. Las 448 familias restantes no han sido compensadas ni reasentadas hasta la fecha.
 
Todos en la cooperativa tuvieron que pagar 30.000 chelines ugandeses (alrededor de 8,5 dólares) para unirse. Y las víctimas tuvieron que hacer pagos adicionales, a saber: 3.000 chelines ugandeses (casi un dólar) por tener una participación en la Cooperativa y 5.000 chelines ugandeses (1,42 dólares) como fondo de ahorro inicial. Una vez concretados los pagos requeridos anteriormente, el presidente de la cooperativa les daría números de identificación.
 
Y solo quienes hubieran cumplido con tales requisitos quedarían registrados como miembros elegibles de la cooperativa para beneficiarse de un acre de tierra para su reasentamiento.
 
En Kampindu, el lugar donde “reasentaron” a los desalojados de Kanamire, lo primero que se ve son niños desnutridos con ropa andrajosa vagando por todo el pueblo. Los jóvenes enojados, hambrientos y de aspecto mezquino, junto a los fatigados ancianos, se apiñan en improvisadas casas embarradas. Otros con azadones a la espalda y pies sucios revelan su indigencia.
 
Incluso quienes recibieron un acre de tierra no están en mejores condiciones que quienes no lo hicieron. Ellos también están sumidos en la pobreza. Fueron reasentados en un pedazo de tierra infértil.
 
Se ha denunciado que ni siquiera cumplieron con lo que se supuestamente se define como reasentamiento. No se ofreció asistencia en materias como vivienda básica, alimentos, agua o ropa. Fueron arrojados y abandonados allí por la empresa multimillonaria con sede en el Reino Unido.
 
 “Ambos grupos viven en la pobreza. Quienes tuvieron la oportunidad de reasentarse en un acre de tierra sufren porque la tierra es demasiado pequeña para cultivar. Está ubicada en una zona montañosa en la que no se pueden construir ni cultivar. Y quienes no tuvieron ninguna posibilidad, mueren de hambre y trabajan como jornaleros en las plantaciones de otras personas para sobrevivir. En la zona se registraron alrededor de 5 muertes como resultado del desplazamiento”, señaló un investigador de la plataforma de medios ugandesa Witness Radio.
 
El Sr. Rwabinyansi Charles es uno de los que recibieron tierras en Kampindu. De 75 años y padre de 11 hijos, no puede olvidar la forma despiadada en la que NFC se apoderó de su tierra y lo arrojó a Kampindu, un lugar al que describe como un infierno.
 
“Es como si no tuviera tierra. Mira, está llena de piedras, lo que hace difícil construir o cultivar. Cuando siembras los cultivos, se secan. Mira el maíz que se plantó la temporada pasada”, dijo refiriéndose a un terreno que recibió de NFC.
 
Hace 11 años el Sr. Rwabinyansi era un comunero feliz. Antes de su desalojo tenía 30 acres (alrededor de 12 hectáreas) llenas de cultivos de café, banana, yuca, entre otros. Y también criaba animales en su tierra.
 
 “En una buena temporada cosechaba más de 30 sacos de café, 20 de maíz y 15 de yuca. Los vendía mientras que mi esposa cultivaba en casa lo que nos alimentaba. También vendíamos la leche de nuestras cuatro vacas; efectivamente fue una buena vida”, narró.
 
Ahora, en una parcela de tierra de Kampindu se encuentra una tienda de campaña improvisada que el Sr. Rwabinyansi y su familia llaman hogar, pero eso es solo la punta del iceberg. Ni siquiera la muerte aliviará el dolor relacionado con el desalojo, porque incluso en la muerte el desalojo ha seguido atormentándolos.
 
 “No puedo construir en esa tierra. No es segura para mi. Tampoco puedo construir aquí, porque en cualquier momento el propietario puede querer usarla. Hace poco perdí a mi nuera y no tenía donde enterrarla”, revela.
 
Entre los indígenas Baganda, cuando alguien muere se da un mensaje de condolencia acompañado de un entierro decente y un mensaje de despedida al difunto o la difunta, “Wummula mirembe”, que es similar a “Descansa en paz”. Sin embargo, éste no fue el caso de la nuera de Rwabinyansi. “No encontrábamos dónde enterrarla. Finalmente Dios se apiadó de nosotros. Un amigo cercano le dio una porción de su tierra para que ella descansara”, agregó.
 
El presidente de las comunidades afectadas de NFC, el Sr. Julius Ndagize, critica los criterios que informaron los procesos de asignación de los terrenos de un acre a los desalojados.
 
“En primer lugar, el terreno es demasiado pequeño para acomodarnos a todos, y los procedimientos iniciales de comprar acciones y contribuir al fondo de la cooperativa tampoco favorecieron a mi pueblo, que no tenía dinero. Las personas, incluso las que consiguieron tierras, no tenían qué comer. Imagínese una familia de 15 hijos; todos crecieron y construyeron en la misma tierra, ¿donde van a cavar? El único beneficio que tiene el grupo que consiguió tierras frente a quienes no consiguieron es que tienen donde enterrar a sus seres queridos”, explicó.
 
El dolor de perder a una generación joven y prometedora por el desalojo 
 
Los desalojados lidian ahora con las escandalosas consecuencias relacionadas con el desalojo, incluidos los embarazos infantiles, el trabajo infantil y la deserción escolar.
 
“Los casos de matrimonios precoces y trabajo infantil son muchos en la zona, los niños ya no van a la escuela porque si un padre no tiene qué comer ¿puede educar a su hijo? Y la gente está muriendo porque no tiene dinero para ir a los hospitales”, agregó.
 
Ndagize dijo que los pequeños agricultores ahora trabajan como jornaleros. “Dado que la tierra es escasa e infértil, estas personas van a trabajar a las fincas vecinas para conseguir qué comer”, agregó.
 
La contribución de los pequeños agricultores a la canasta nacional de alimentos sigue siendo incomparable, pero cuando se habla con ellos, expresan que creen que su gobierno los ha defraudado y que multinacionales como NFC los liquidó.
 
 “Si la agricultura es la columna vertebral de Uganda, como dicen, ¿por qué se llevan lo poco que tenemos? No nos moríamos de hambre y tampoco le suplicábamos a nadie. Pero mírame ahora. La próxima vez me encontrarán en las calles pidiendo limosna o muerto en mi casa”, concluye el deprimido comunero Rwoga Nyange.
 
Los esfuerzos para hablar con el Gerente del Programa de Responsabilidad Social de New Forests Company, Sr. Kyabawampi Alex, no tuvieron éxito. Al cierre de esta edición todavía no había respondido a los correos electrónicos enviados por Witness Radio. 
 
Witness Radio - Uganda   
Witnessradio.org
 
(1) WWF, The DFCD supports in carbon certification in Uganda, August 2020
(2) Uganda Investment Authority
(3) Witness Radio, Uganda: La agonía de un proyecto de plantación de árboles en tierras comunitarias, en el Boletín 251 del WRM, Septiembre de 2020