Los truculentos Charles Pasqua y André Santini crearon una red de ONGs a favor del desarrollo estrechamente vinculadas a cierto tipo de relaciones entre Francia y África, que en la jerda se conocía como «Fraciáfrica».

por Julien Teil

Para concretar sus acciones, las ONGs humanitarias tratan de seducir a los grandes donantes, que son generalmente las transnacionales y los Estados. Esa relación favorece el lucro de los dirigentes y la politización de las grandes causas. Poco a poco, algunas asociaciones se desvían hacia objetivos no relacionados con las causas que dicen defender. Julien Teil analiza esta evolución a través de varios ejemplos.


2 de febrero de 2010

Desde
Toulouse (Francia)


Muchos programas de solidaridad internacional, de los que siguen de cerca las ONG y los medios de difusión, cuentan con el aval de las organizaciones intergubernamentales. Pero algunos de esos programas no parecen representar los valores e ideales que supuestamente defienden. Un rápido análisis permite comprobar en ellos la aparición de ciertos vínculos.

Estudiaremos aquí un concepto que apareció en los años 1990 y un programa de solidaridad que viene elaborándose. No es nuestro objetivo acusar aquí a los diferentes actores e intermediarios de dichos programas sino analizar las relaciones que se establecen al calor de estos, para ofrecer un panorama del rumbo que van adoptando.
El 1%, África y sus redes

El 5 de enero de 1994, durante el programa televisivo La marche du Siecle, Charles Pasqua, el entonces ministro francés del Interior y presidente del Consejo General de la región Hauts-de-Seine, declara: «Francia tiene que ponerse a la cabeza de una verdadera cruzada a favor del desarrollo. Se sabe que actualmente, todos los expertos lo están diciendo, si dedicamos a la ayuda al desarrollo de los países subindustrializados, subdesarrollados, el equivalente del 1% de nuestro PIB, el problema se resolvería».

Esa práctica ya está incluso instituida en el seno de la sociedad de economía mixta (SEM) Cooperation 92, fundada por iniciativa del propio Pasqua y dirigida por gente de su entorno.
 
Las acciones concretas de la Cooperation 92 en Gabón se han realizado sin que mediaran procesos previos de licitación o concurso público y resultaron extremadamente costosas. Sin que existiera oficialmente vínculo alguno con lo anterior, el jefe de Estado gabonés ofreció sumas equivalentes a esos costos para financiar las actividades políticas de Pasqua y de sus colaboradores [1].

No es sino al cabo de 14 años, el 24 de octubre de 2008, que el Consejo General de la región francesa Hauts-de-Seine vota la disolución de la sociedad Cooperation 92, que venía siendo objeto de duras críticas desde hacía más de un decenio. La oposición (Partido Socialista, Verdes y Partido Comunista) denunciaba concretamente la total falta de transparencia de aquella empresa y deploraba la ausencia de ONGs en la realización de los proyectos [2].

Dedicar parte del presupuesto de un organismo público o mixto a operaciones de solidaridad internacional ajenas a la vocación misma del organismo en cuestión es una forma de desvío de fondos públicos, por muy encomiable que sean esas operaciones. O más bien «constituía un desvío de fondos», ya que la ley Oudin-Santini, que entró en vigor el 27 de enero de 2005, permite que las comunas, ciertos establecimientos públicos de cooperación, los sindicatos mixtos encargados de los servicios públicos de agua potable, las agencias del agua, etc., destinen el 1% de su presupuesto a acciones de solidaridad internacional y de cooperación.

Esa ley, según André Santini, «es a la vez una forma de exportar el modelo francés de manejo del agua y también una herramienta para la conquista de nuevos mercados para los grupos franceses» [3].

Esa disposición legislativa legalizó lo que hasta entonces había sido una práctica delictiva existente esencialmente en ciertas agencias del agua (Seine-Normandie y Rhin-Meuse), ya denunciadas en 2002 por la Contraloría francesa [4].

Los truculentos Charles Pasqua y André Santini crearon una red de ONGs a favor del desarrollo estrechamente vinculadas a cierto tipo de relaciones entre Francia y África, que en la jerda se conocía como «Fraciáfrica».

André Santini, principal autor de esa ley, ocupaba la vicepresidencia del grupo parlamentario de estudio sobre los problemas del agua. Este amigo de Charles Pasqua ocupaba también la vicepresidencia del Consejo General de la región francesa Hauts-de-Seine, la presidencia del Sindicato de Aguas de la región Ile-de-France (SEDIF), además de ser presidente del Comité de la Cuenca Seine-Normandie.
 
Hasta el año 2010, el manejo del agua en la región Ile-de-France estuvo está en manos de la compañía Generale des Eaux, rebautizada con el nombre de Vivendi Environnement [en español, Vivendi Medio Ambiente] y más tarde como Veolia.

En el seno del Comité de la Cuenca Seine-Normandie, responsable del manejo del agua en esa región, el señor Santini tiene como segundo a un vicepresidente, Paul-Louis Girardot, quien es además presidente del consejo de vigilancia de Veolia Eau [en español, Veolia Agua] y vicepresidente del consejo de administración de Veolia Environnement.

En 2006, Veolia Environnement puso en marcha su comité independiente de evaluación para «enriquecer la visión estratégica de Veolia Environnement». Entre los miembros de ese comité se cuentan Jean-Michel Severino, director general de la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD), y Philippe Leveque, director general de la ONG Care France. Care France goza de las prerrogativas de la forma de asociación puesta en vigor a través de la ley Oudin-Santini y su informe sobre las actividades correspondientes al año 2009 expresa su agradecimiento a las diferentes agencias del agua así como al Consejo General de la región Hauts-de-Seine.

Como primera beneficiaria de la ley Santini y primer socio de Cooperation 92, la asociación SOS Sahel se dedica a reverdecer el desierto. Como consecuencia de la gran sequía de los años 1973-1974, el entonces presidente de Senegal, Leopold Sedar Senghor, invitó a la sociedad civil francesa y africana a crear una asociación de lucha contra el hambre. Así apareció en Dakar, en noviembre de 1976, la asociación SOS Sahel.

La ONG Action Contre la Faim [en español, Acción Contra el Hambre] milita a favor de «ratificar [la ley Santini] a escala europea (para poder ayudar a más personas a tener acceso al agua y al saneamiento conforme a los Objetivos del Milenio)» [5]. Esta proposición debería suscitar duras críticas ya que se trata de legalizar a escala europea una práctica que sigue siendo delictiva en numerosos Estados.

Action Contre la Faim es una asociación internacional creada en noviembre de 1979, con el nombre de Action Internationale Contre la Faim (AICF) y apadrinada por una serie de intelectuales atlantistas, como Francoise Giroud, Guy Sorman, Jacques Attali y Bernard-Henry Levy. En aquel entonces el objetivo era alimentar, en Pakistán, a los islamistas afganos que huían del Ejército Rojo.

Cuatro meses después de su fundación, en febrero de 1980, AICF participa en un suceso mediático: «la marcha por la supervivencia».
Respondiendo al llamado de Médicos Sin Fronteras, un grupo de celebridades escolta un convoy de ayuda humanitaria que será detenido al tratar de pasar la frontera de Camboya. Se producen entonces conmovedoras escenas en las que Bernard-Henry Levy y Elie Wiesel suplican a las tropas comunistas vietnamitas que permitan el paso de la ayuda humanitaria destinada a los khmers rojos, a los que supuestamente estaban dejando morir de hambre después de haberlos derrocado.

La marcha había sido organizada en realidad por la CIA, con la ayuda de Claude Malhuret [6]. Posteriormente se supo que en los campamentos de refugiados de los khmers rojos no existía ninguna hambruna. La creación de la asociación parece haber sido financiada por Michel David-Weill, entonces presidente del banco franco-americano Lazard y políticamente comprometido con la cruzada antisoviética. Por su parte, su socio Jean Guyot financió Care France.

Guy Sorman explica que «David-Weill quería hacernos el cheque. Pero en aquella época, con el control de cambio [de moneda], era complicado transferir fondos entre Estados Unidos y Francia. Así que decidimos crear una filial americana» [7].

De esa manera, los vínculos entre las colectividades locales, las ONGs y generosos mecenas se ven implicados en cálculos políticos o maniobras comerciales que nada tienen que ver con los ideales invocados.
La Global Water Initiative y el programa Water Efficient Maize for Africa

En 2007, un generoso mecenas ofrece 15 millones de dólares al año por un periodo de 10 años a un colectivo de ONGs por la realización de acciones a largo plazo a favor del acceso al agua. Se trata de la Global Water Initiative (GWI).

El proyecto se aplica en Burkina Faso, Malí, Níger, Senegal y en otros 9 países de África y de América Central. Tiene como objetivo proporcionar a las comunidades un acceso durable al agua para cubrir las necesidades de la producción rural.

Siete ONGs participan en la GWI:
- Action Against Hunger / Acción Contra el Hambre (AAH / ACF, siglas en ingles y francés)
- CARE [8]
- Catholic Relief Services (CRS)
- The World Conservation Union - IUCN
- International Institute for Environment and Development (IIED)
- Oxfam America
- SOS Sahel. [9]

David Blanc (director del departamento de operaciones de Acción Contra el Hambre USA) conforma el programa en colaboración con la Howard G. Buffett Foundation, que financia enteramente el proyecto [10].

Howard G. Buffett

Howard Graham Buffett es el hijo de Warren Buffet, clasificado en 2008 como propietario de la segunda fortuna más importante del mundo por la revista Forbes. Se presenta como agricultor, filántropo y amante de la fotografía. Su historial lo sitúa, sin embargo, como administrador de varias empresas, como la Archer Daniels Midland (de 1992 a 1995), una de las más importantes empresas agroalimentarias de Estados Unidos.

La Archer Daniels Midland, que se dedica a negociar con cereales, goza de gran influencia en la difusión de los organismos genéticamente modificados (OGM). La fundación Howard G. Buffet nació en 1999 y adoptó como misión el garantizar la satisfacción de las necesidades esenciales de las poblaciones más desfavorecidas y marginadas del mundo.

Esta fundación concede particular importancia al acceso al agua en América Central y en África, así como al desarrollo de los recursos agrícolas para los pequeños agricultores locales.

Uno de los 7 participantes de la GWI, el IIED (International Institute for Environment and Development), a desempeñado un papel ideológico de primer plano en el renacimiento del maltusianismo y la movilización contra el calentamiento climático.

El IIED fue fundado en 1971, gracias al financiamiento del Aspen Institute [11], por la economista británica Barbara Ward (también conocida como la baronesa Jackson of Lodsworth) y por el hombre de negocios canadiense Maurice Strong, arquitecto de las «Cumbres de la Tierra».

Hoy en día, el IIED es financiado por varios ministerios (el ministerio francés de Ecología, el ministerio británico de Relaciones Exteriores, etc.), agencias supraestatales (Banco Mundial, FAO, Comisión Europea, etc.), varias ONGs (Care Dinamarca, etc.) y por una increíble cantidad de fundaciones (Rockefeller Foundation, Ford Foundation [12], etc.).

El IIED se encuentra hoy bajo la presidencia de Camilla Toulmin, quien ya había administrado anteriormente, desde 1987 hasta 2002, su programa «tierras áridas». Su trayectoria le ha permitido esencialmente estudiar el fortalecimiento del desarrollo duradero así como el derecho sobre la tierra en África y en todas las regiones. La actividad de Camilla Toulmin se ha concentrado en el desarrollo social, económico y medioambiental en las zonas áridas de África. Camilla Toulmin es además la autora, junto a Simon Pepper (presidente de WWF-Escocia), de un informe titulado Reforma de la propiedad de la tierra en el Norte y en el Sur.

Una de las conclusiones de ese informe resulta reveladora: «En África, el programa de reformas sobre la propiedad de la tierra es de actualidad en gran parte debido a los donantes internacionales, como el Banco Mundial, el Reino Unido, Francia, Alemania y Estados Unidos. Este compromiso proviene de la impresión de que se hace indispensable una reforma sobre la propiedad de la tierra en aras de garantizar en ese aspecto la seguridad suficiente para favorecer la inversión en la agricultura, reducir los conflictos y atribuir tierras a los utilizadores más productivos.

Esa visión espera también que muchos países africanos se abran a la inversión externa en la agricultura. Se estima que las empresas internacionales tienen que contar con títulos de propiedad garantizados antes de invertir sus capitales en las economías africanas de alto riesgo. Existen también importantes intereses nacionales que estimulan a la compra de las tierras ancestrales cuando éstas salen al mercado» [13]. Se trata de una conclusión evidentemente vinculada a los intereses de quienes dan la luz verde en el seno del GWI, cuyo único inversionista es la fundación Howard Buffett.

De forma paralela, la fundación Howard Buffet y la fundación Bill & Melinda Gates financian el programa Water Efficient Maize for Africa (WEMA) aportándole alrededor de 47 millones de dólares. El objetivo es resolver los problemas de sequía que encuentran los cultivos locales africanos a través de la creación de nuevas variedades de maíz en colaboración con Monsanto, el gigante estadounidense de los organismos genéticamente modificados (OGM) [14]. La dirección del programa está en manos de la USAID.

En el caso del GWI y del WEMA también se evidencia una excesiva representación de los intereses privados. Por un lado a través de las fundaciones nacidas de las empresas privadas que financian los proyectos, así como por el indiscutible papel que desempeñan las multinacionales cuyos representantes participan a veces en la administración de las supuestas ONGs. También en este caso son flagrantes las contradicciones entre el concepto de solidaridad y los intereses representados.
Solidaridad y gobernanza mundial

Los dos ejemplos que aquí hemos expuestos en forma sucinta son representativos de una equívoca realidad. Otros muchos programas, que supuestamente deberían dar respuesta a las problemáticas humanitarias, se basan en asociaciones entre el sector público, el sector humanitario y el mercantil. Además, el microcrédito es un componente corrientemente agregado a algunos de esos programas.

Pero el llamado “social business” (o empresariado social) incluye también una realidad mucho menos eficaz de lo que afirman sus famosos discípulos Jacques Attali, fundador de Planet Finance, y Bill Drayton, fundador de Ashoka Fund [15].

El microcrédito y las asociaciones entre ONG y empresas son actualmente tema de fructíferas discusiones. Algunos ven en ellas una solución a la crisis económica, pero también una respuesta a las problemáticas sociales y medioambientales de estos últimos años. Su existencia se basa en numerosos foros que construyen esos nuevos modelos de gobernanza asociativa como expresión de la sociedad civil en el seno de la «futura gobernanza mundial» [16].

A pesar de las evidentes divergencias entre la sociedad civil y las empresas transnacionales, las ONG están sobre todo comprometidas con el sector privado y con los Estados, en vez de actuar como actores independientes o incluso como contrapoder.

Ese comportamiento evidencia el lento desvío de las grandes ONGs de solidaridad internacional, que poco a poco van convirtiéndose en representantes de la defensa de intereses que nada tienen que ver con la democracia. Peor aun, la idea —que poco a poco va imponiéndose— de una gobernanza mundial a la que estarían asociadas las ONGs contradice la definición misma de democracia.