Por Yehya Dbouk (Al-Akhbar)

“Es cierto que odian al [Secretario General de Hezbolláh, su Eminencia Sayyed Hassan Nasrallah], porque representa todo aquello que nos daña [como israelíes], pero esto refleja otro tipo de odio, que no existía hacia ningún otro líder antiisraelí. La población no considera a Sayyed Nasrallah como una persona mala o desagradable, pero sí lo miran con envidia. Los israelíes dicen: ‘Nasrallah supo jugar bien, pero que se vaya al infierno. Ojalá nosotros tuviéramos un líder como él’. Estas palabras son de israelíes, que resumen la visión a la imagen de Sayyed Nasrallah por el enemigo en su inconsciente, y reflejan su influencia en ellos”. Estas palabras han sido mencionadas en un largo estudio elaborado por el Dr. Odi Livel, el especialista prominente de psicología política y relaciones militares con los medios de comunicación en la Facultad de Ben Gurión en Nakab, un año después de finalizar la guerra de 2006, donde concluyó su investigación con que “la honestidad de Nasrallah para el público israelí es mucho más fuerte que la de los líderes israelíes, y

Ahora que algunos “descubren” a Al-Qaida en el frente sirio, algo que ya era evidente hace meses, no está de más hacer un esclarecedor inventario de cómo la red de redes del terrorismo yihadista salafista se reinventa continuamente para mantenerse activa. Que lo está es cierto, y ello aunque no mate occidentales en suelo occidental: cientos de muertos a manos de Al-Qaida en distintos teatros bélicos parece que no cuentan para quienes sólo ven a Al-Qaida cuando atenta en Londres o en Nueva York.

Morsi lidera la búsqueda de una salida política regional al conflicto tras el fracaso de la ONU y la Liga Árabe.

La diplomacia egipcia está trabajando activamente para crear un grupo de contacto que busque soluciones a la crisis siria y en el que estén incluidas por primera vez las cuatro mayores potencias de Oriente Medio: Turquía, Arabia Saudita, Egipto e Irán. La propuesta de El Cairo llega en un momento en el que, tras el fracaso de los planes de la ONU y la Liga Árabe, la vía para una salida política al conflicto parece obstruida.

Por Adrián Salbuci

Entre el 26 y el 31 de agosto se realiza la Cumbre de Países No Alineados en Teherán, República Islámica de Irán, que muchos consideran tendrá especial trascendencia ante los estragos ocasionados por la “primavera árabe” —verdaderas guerras civiles ingenierizadas por las potencias occidentales— en todo el mundo islámico.

El ayatolá Alí Hoseiní Jamenei y el presidente Mahmoud Ahmadineyad darán la bienvenida a más cuarenta jefes de Estado y altos funcionarios nacionales e internacionales, que incluyen al presidente Mohamed Morsi de Egipto (nación que entregará la presidencia rotativa a Irán), al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon (ferozmente criticado por EE. UU. por su decisión de concurrir), y a los presidentes de India, Monmahar Singh, y de Pakistán, Asif Ali Zardari, quienes aprovecharán la Cumbre para reunirse en forma bilateral para tratar de resolver de forma pacífica las tensiones existentes entre ambas potencias nucleares.