A pesar de que el paradigma “el mercado se regula solo” se desplomó junto con Lehman Brother en 2008, y que los paquetes de ajuste presupuestal a lo fondomonetario, para el mundo desarrollado en crisis no solucionan nada y generan, más bien, un rechazo social masivo como vemos en España en los últimos meses; el neoliberalismo sigue reinando en el discurso de los foros y negociaciones internacionales, y en las prácticas económicas mundiales.

Al son del libre comercio y la protección de inversiones (edulcoradas en el discurso con lucha contra la corrupción, desarrollo sostenible y superación de la pobreza), se impulsan nuevos acuerdos como el de la asociación entre la Unión Europea y Centroamérica.

No hay voluntad de mirar hacia adentro, hacia las fuerzas productivas propias, salvo por algunas iniciativas como la del gobierno francés y su plan automóvil, que cual lunar negro en mejilla rosada, se resiste a las implacables recetas del FMI, organismo que se ha visto más fortalecido por la crisis que ninguno.

En efecto, atrás quedó la época mala del Fondo, cuando solo tenía colocaciones en Turquía y se veía obligado a vender sus reservas de oro para pagar salarios. Ahora que se vienen sus reuniones anuales junto con el Banco Mundial en Tokio, podrá celebrar que tiene más plata y nuevas funciones.

Mientras eso pasa en Asia (región que tiene sus propias tensiones), en Lima se reúnen los países de América del Sur con sus homólogos árabes, en el clásico encuentro de Jefes de Estado, Cancilleres y empresarios, bajo la música celestial de las oportunidades de negocio, pasando por alto que ambos, pertenecen a las regiones menos industrializadas y más extractivas del mundo.

Y al igual que la reciente reunión del Foro Asia Pacífico en Rusia, a mediados de septiembre, se preocuparán por el estado de la crisis en Europa, al tiempo que avanzan en libre comercio y ventajas a la inversión. Claro que todo en el marco de la economía primaria y financiera que es su fuerte.

Es que los países del sur sienten que el capítulo negro de la deuda quedó en el siglo pasado, y que ahora que viven el boom de los precios de las materias primas, sienten que la prosperidad es eterna. Las dirigencias no ven, en la mayoría de casos, la precariedad de sus economías y los riesgos de sus deudas internas. Se quedan de brazos cruzados en lugar de prepararse para el escenario en el que la crisis se traslada al sur. Y eso es bien factible.

De otro lado, los alimentos siguen subiendo de precio, sin embargo no hay una crítica a la especulación financiera que la causa. Más bien se esconde con el cuento de que los precios internacionales se rigen por la ley de la oferta y la demanda. Cuando hace rato que los contratos de futuros y derivados se salieron de control impactando los precios actuales. Los alimentos son una mercancía como el oro, la plata y el cobre en ese esquema.

Y si algún país se pone a regular la inversión, le cae la noche. Basta mirar a Argentina, que a pesar de que es víctima de una fuga de capitales escandalosa, es condenada cuando impone controles de divisas o restringe importaciones.

Pero en los grandes foros económicos no se dice ni pío sobre los flujos ilícitos, ni se hace nada concreto para evitar la evasión y eliminar los paraísos fiscales. Y si hay algo de eso en espacios más relacionados a Naciones Unidas, todo queda en el papel. Los duros del capital pasan por alto las recomendaciones que puedan amenazar sus ganancias.

La discusión que necesita el mundo tiene que ver con la reestructuración económica, con nuevos modelos y formas de entender las finanzas, el comercio y en general la economía. Propuestas como la economía feminista, brindan marcos más grandes y herramientas para entender que no solo se trata de crecer sino de lograr bienestar para todos y todas.

Que la teoría de la eficiencia es propia de una humanidad de las cavernas, pues termina siendo eficiente pagar malos salarios, endeudar a la gente y luego recortarle las pensiones. Es como si el funcionamiento de un sistema económico implique millones en el hambre. Eso es una locura.

Todos estos temas y otros más son abordados en detalle en la presente edición de Economía Crítica. La hegemonía neoliberal seguirá vigente hasta que se empiece a elevar el nivel de consciencia de la humanidad, y esta revista pretende ser un pequeño aporte en esa tarea.