Por Nagham Salman*
Hace unos días Radio Nacional de España entrevistaba a un conocido experto en política de Oriente Próximo y del Norte de África que afirmaba que “Libia se encuentra en un proceso de transición democrática con algunos problemas”, y que “lo más importante es que se ha restablecido al cien por cien el suministro de crudo”.
Pero a la muerte de Muammar —que fue tan cínicamente celebrada por Hillary Clinton fuera de cámara en una entrevista—, lo peor estaba todavía por llegar.
Parte de los mercenarios yihadistas e insurrectos fueron enviados a Turquía, donde serían entrenados para unirse al “ejército libre sirio”, mientras que otro gran contingente de yihadistas con armamento moderno suministrado por la OTAN y también saqueado de los arsenales de Gaddafi, fue enviado al sur para unirse a los salafistas del AQMI (al-Qaeda en el Maghreb Islámico) y a los nacionalistas tuaregs, para instruirlos en la Guerra Santa e iniciar la desestabilización de toda la región que rodea el desierto del Sáhara, tan rica en recursos naturales.
Unas tribus tuaregs que habían sido previamente formadas militarmente por un comando estadounidense, y que de forma extraña han integrado nacionalismo y salafismo al ser comandados por yihadistas internacionales y guerrilleros del AQMI, bajo las órdenes de los cuales han arrasado el norte del país en pocos días, imponiendo la Sharia en toda las ciudades bajo su control, como ocurrió en Somalia con las milicias de al-Shabab hace unos años.
No es más que una fase más de AFRICOM liderada por Francia y comandada y coordinada conjuntamente por los servicios de inteligencia estadounidenses, ingleses y franceses, en la que el país galo ha actuado de nuevo como pirómano-bombero, al igual que hizo en Libia bajo el mandato del ultraderechista Sarkozy.
Esta vez, sin embargo, y paradójicamente, ha sido el “socialista” François Hollande el encargado de incendiar la región y sumirla en el caos y la anarquía, sirviéndose de grupos islamistas como táctica previa a la intervención militar occidental en pro de la posterior intensificación del planificado saqueo de África occidental y central. Un ejemplo más de la doble moral que impera en la política internacional.
Este nuevo episodio de “guerra contra el terrorismo” en pro de la Democracia y los Derechos Humanos para justificar una nueva injerencia internacional esconde de nuevo un descarado ánimo de lucro que suele ser saciado en tres fases siempre que se trata de conflictos artificialmente creados desde el exterior. Una primera vendiendo armas a ambos bandos, una segunda estableciéndose y expoliando los recursos del “país liberado”, y una tercera reconstruyendo infraestructuras que muy probablemente serán de nuevo destruidas dentro de unos años.
La nueva fase de AFRICOM solo acaba de empezar, y la estrategia se ha marcado dos grandes objetivos geoeconómicos. El primero es que la crisis financiera que asola especialmente a Europa sea pagada por los más pobres del mundo. Y el segundo, y quizás más importante, es contrarrestar el creciente poder económico, comercial y financiero de China en el Continente africano.
Y para conseguirlo, no se dudará en crear nuevos conflictos en países como Argelia, Níger, Chad, Nigeria y otros.
Mientras los islamistas salafistas son considerados terroristas y un gran peligro para la comunidad internacional en Mali, los mismos en Siria son vistos como revolucionarios por la democracia.
* Jefa de proyectos europeos de investigación y analista política especialista en asuntos de Oriente Medio.
Russia Today en Español, 01-02-2013
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