Nano: fuerza fujimorista


Por César Lévano


Hernando Guerra García, precandidato presidencial de Fuerza Social, es un hombre 50 por ciento sincero. Acaba de confirmar su Fujimorismo de los días de Fujimori, aunque calla respecto a su persistente neoliberalismo y escamotea su complicidad con el Fujimori del autogolpe de 1992 y del asesinato de nueve estudiantes y un profesor de la Universidad de Educación Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta.


Nano, como le dicen, ha confesado en declaraciones a diversos medios que sirvió al dictador en su condición de director de El Peruano porque veía al régimen como “pacificador, reinsertado en la economía, que había privatizado muchas empresas, reformas con las que estábamos de acuerdo”.

Dirigió el diario oficial hasta el 19 de setiembre de 1994, en la etapa más corrupta y represiva de Fujimori. Silenció los crímenes, cuando no los cohonestó. Afirma ahora que alabó al dictador en una etapa en que el caso La Cantuta “estaba revelándose”. No es así. El 13 de julio de 1993 la revista Sí, dirigida por Ricardo Uceda, había publicado un croquis mediante el cual se identificaba el lugar en que habían sido enterrados varios de los estudiantes secuestrados y victimados.

En los meses siguientes, gracias a la impecable investigación de Edmundo Cruz, la opinión pública ya conocía el acto de barbarie cometido por militares bajo instigación de Fujimori. El país condenaba ese crimen. Nano quiere hacernos creer que él no se había enterado.

Nano Guerra García no puede representar a ninguna fuerza realmente democrática o aunque sea vagamente de izquierda. Creer que su pasado y sus ideas perennes lo ubican como de centro-izquierda nos llevaría a la conclusión de que también Alberto Fujimori y su hija Keiko son de centro-izquierda. Hernando de Soto, podría ser incluido en esa filiación.

Las reveladoras confesiones de Nano eliminan, supongo, su precandidatura en Fuerza Social. Esa baja favorece la candidatura del padre Marco Arana, de Tierra y Libertad, en el interior de esos dos partidos coligados. Arana es, por otra parte, un político con alto grado de sensatez y amplitud de espíritu. Candidato o no, puede ser lazo de unión entre fuerzas progresistas.

Me atrevo a suponer, además, que Nano ha sido un factor para el aislamiento antiunitario de su partido.

El caso de Nano puede haber desconcertado a muchos ciudadanos, en particular en las bases de Fuerza Social. Lo cierto es que ésta es una nueva demostración de la capacidad de simulación y cinismo de ciertos políticos. ¿Acaso no tenemos un presidente que en su declaración jurada ocultó el hecho de que tenía un hijo extramatrimonial?

Una lección para los partidos es ésta: revisen minuciosamente el pasado de sus candidatos y funcionarios. Se van a llevar más de una sorpresa. La Primera, 20.11.2010