Herbert Mujica Rojas
Quienes tienen y muestran rechazo a una asamblea constituyente, defienden el modelo que la Carta Magna de 1993, establece para beneficio de grandes empresas que estafan al Estado peruano y no pueden ser castigadas porque poderosos estudios de abogángsteres están en su defensa.
La explotación del hombre por el hombre, en la empresa privada y del hombre por el Estado (diferentes gobiernos), por un régimen económico de capitalismo salvaje, donde el que tiene el oro, impone sus reglas, no puede ser tocada, discutida ¡ni siquiera! puesta en tela de juicio.
Pichones ganadores de ninguna guerra por la justicia social, apenas vividores de las granjerías paternas o familiares, inventan con firmas que hay que oponerse a la asamblea constituyente. No debieran olvidar que de ese modo, están consagrando sus efigies, a los espacios más retardatarios del progreso social.
Por el contrario, difusores de la necesidad de un nuevo contrato social, o sea una Constitución, abundan en supuestas mejoras y horizontes para el proyecto de vida de los peruanos. Olvidan decir, hay que ponerlo de relieve, que esos cambios demoran larguísimos años.
Hasta donde sé casi ninguno ha advertido que el dicho: nadie sabe para quién trabaja, está por encontrar confirmación pesarosa.
¿Qué nos libra que en esa asamblea constituyente abunden los académicos, señorones, vividores del sistema, docentes, y esos que se hacen llamar en todos los canales, radios y diarios, constitucionalistas?
¿Van a cambiar el sistema que los ha encumbrado en espacios privilegiados tanto en trabajo, asesorías, consultorías para quien pague sus altos honorarios?
¿Cuántos de aquellos realmente comprenden las necesidades populares de un país que posee diferencias impresionantes y desigualdades que averguenzan?
Ninguno de los llamados constitucionalistas, al abordar el delicado tema de la soberanía ¡siquiera! toma en cuenta la proyección hacia el Atlántico del Perú y vía la Amazonía descuidada e inmensa, rica pero expoliada por empresas depredadoras.
Insistir en el acápite de la Antártida en la que Perú posee estación oficial y representación, es también una falencia de la que no se libra todo el espectro político. Y eso da cuenta de una debilidad intelectual, geopolítica y académica ¡monstruosa!
¿Y qué hay de la soberanía aérea cuya desigualdad con Chile y consagrada en un Memorándum de Entendimiento, firmado en la era entreguista de Alan García, ya ha causado un forado de varios miles de millones de dólares en contra del Perú?
Un texto constitucional ¿aniquila el hambre, la desnutrición, la falta de educación primaria, secundaria o universitaria de alta preparación y acceso para millones de connacionales que a veces abandonan el país?
¿Qué se hace con los delincuentes y rateros que pueblan la burocracia estatal en todo el país? Sobreprecios, coimas disimuladas, tráfico de influencias, compadrería al más alto nivel, corrupción política de amigotes y señoritingos que tienen sus ámbitos que nadie toca ni cuestiona?
¿Y nuestro Estado no es laico? Entonces ¿cómo se entiende los favoritismos tributarios que se otorga a determinada confesión religiosa?
¿Cómo manejamos el tema de los árbitros que siempre intervienen contra el Estado peruano pero cuyas fortunas crecen como espuma todos los años?
¿Con qué herramientas limpiamos el tema de la prensa? Perú ha visto cómo se ha “informado” desde la prensa concentrada en el gran monopolio, diciendo falsedades, llamando terroristas a quienes no lo son, disimulando las masacres que la violencia oficial ya provocó casi 60 muertes. ¿Libertad de prensa o libertad salvaje de empresa?
Cuando un niño nace en Perú, ya tiene sobre sí una deuda: la que han contraído diversos gobiernos con sus empréstitos, compromisos de dudosa honorabilidad y que han hecho ricos a los comisionistas, ciertamente bien guarecidos en el extranjero. ¿Por qué seguir permitiendo esta barbaridad?
Por otro lado, y todos parecen pasarlo por alto: ¿funcionará la Constituyente en paralelo al Congreso? ¿Se pelearán por el protagonismo ambas instituciones?
Los políticos no sólo deben pensar en el ruido político de las protestas, hay que construir un país y eso significa juntar los ladrillos y entender que los aportes llegarán diversos y variados y que la Patria se edifica sobre todas esas sangres.
12.03.2023
Señal de Alerta-Diario Uno