Juan Huaylupo[1]
Las movilizaciones populares han conquistado democracia con su voluntad y acción colectiva en todas las sociedades del mundo. Los procesos democráticos nunca han sido dadivas de poderes opresivos, han sido el resultado de prolongadas luchas contra quienes han impuesto sus beneficios e intereses privados, sobre el presente y el futuro de las inmensas mayorías nacionales. La democracia y sus formas adoptadas en cada espacio social, no están restringidas a individuos o grupos privilegiados, son derechos alcanzados por muchos para todos, sin distinción alguna porque somos iguales y humanos. Quien se pretenda ser superior a otro ser humano, es simplemente un ignorante imbécil.
Las formas democráticas de pueblos y sociedades logradas por las colectividades son muchas, como múltiples son los oprobios, maltratos y violaciones contra las personas, por ser mujeres, jóvenes, pobres, niños, indígenas, ancianos, migrantes, trabajadores, discapacitados, por el color de piel, o por pensar diferente, así como con las agresiones de exterminio genocida contra pueblos creadores de civilización y hacedores de historias nacionales. Vivimos en una sociedad y sistema contradictorio que desprecia, esclaviza y destruye a quienes despojan, explotan y enriquecen a los que se creen dueños de vidas y pueblos.
Estas y otras son las características de la actual situación y condición de vida en nuestra tierra peruana. Un sistema inequitativo, desigual, contradictorio, dominados por tiránicos y miserables gobiernos, quienes coludidos con empresarios globales y delincuentes financieros son protegidos por leyes indignas y procesos corruptos, así como amparados por la prensa servil y por las jerarquizadas y ciegas fuerzas represivas del poder imperante.
Por ello, las luchas democráticas son trascendentes para todos. Los privilegiados y serviles del poder condenan las movilizaciones patrióticas de nuestros luchadores sociales, que no solo sacrifican trabajos y familias, también son víctimas de asesinatos inmunes e impunes. Esos héroes populares construyen democracia para todos, incluso para quienes los denigran y asesinan.
Pero, las reivindicaciones democráticas no son electorales, ni los actos técnicos e instrumentales de la votación crean democracia, como tampoco puede serlo, la designación de las personas que decidirán por nosotros, sin consulta ni transparencia. Asimismo, las elecciones no son las formas más idóneas de representar las necesidades y aspiraciones democráticas de una colectividad ciudadana, como es falso, que la cantidad de electores, en la votación individualizada, sea garantía para la democracia. Ninguna magnitud puede representarla. La aritmética electoral no tiene relación alguna con la democracia, menos aún en contextos complejos y contradictorios. La democracia no posee determinaciones cuantitativas, como tampoco elección alguna, posee la capacidad de calificar políticamente un proceso que trasciende el acto electoral.
En el presente abundan procesos electorales que no son democráticos, como también se conocen prácticas democráticas sin elecciones, dado que lo democrático, no son las elecciones, son las acciones que respetan y amparan los derechos alcanzados y la conquista de nuevos y mayores derechos en sociedades inequitativas, contradictorias y clasistas.
El acto instrumental electoral, no sustituye ni representa la acción de los actores orgánicos de la sociedad, que son quienes crean y modelan democracia. Por supuesto, tampoco podrá ser democrática una designación ni acción alguna que se encuentre pautada por leyes, reglamentos o procedimientos estandarizados, sin tiempo ni espacio, como en la actualidad se recurre en las viejas y nuevas tiranías, como la peruana.
Contemporáneamente son muchas sociedades que han adoptado las elecciones por ser portadoras de experiencias, de apariencia democrática, del pasado ateniense donde solo votaban los que eran libres en un universo de esclavitud. Hoy la vigencia electoral se reproduce por ser funcional a la reproducción de las tendencias dominantes en las sociedades y de los poderes preexistentes, por ello siempre están pautadas jurídicamente, en el Perú de 1827, solo podían votar los hombres mayores de 25 años, alfabetos, dueños de actividades independientes, contribuyentes del Estado e inscritos en el Registro Civil. Esto es, no podían votar quienes eran dependientes, analfabetos, mujeres, indígenas, etc. Electoralmente cada sociedad ha condicionado y reproducido diferencialmente sus prejuicios y estructuras clasistas.
Ninguna elección ni sufragio universal, ha sido un albur político, social o económico para las sociedades, por ser un medio por el cual se conoce, condiciona y controla, las orientaciones sociales, políticas y económicas del Estado, a través de los partidos políticos, candidatos y resultados electorales. El miedo, el chantaje, el fraude y la corrupción han acompañado los actos electorales de las dictaduras en las sociedades latinoamericanas.
La importancia y trascendencia de la democracia no puede ser ocultada por la demagogia ni por su transfiguración por parte de los poderes despóticos, por ello los tiranos se dicen democráticos, encubiertos con elecciones, reformas constitucionales y procesos jurídicos administrativos, que legalizan su ilegitimidad, como lo hace la espuria presidenta en el Perú, como lo hizo Fujimori, Pinochet e incluso Adolfo Hitler (Discurso a trabajadores Rheinnetall-Borsingwerke. Berlín, 10 de diciembre de 1940).
No obstante, la organicidad y la acción ciudadana crean democracia, destruyendo tiranías, como lo hacen miles de peruanos y pueblos movilizados en el Perú contra corruptos y sanguinarios gobernantes y sus corifeos sirvientes.
La significación de la democracia y la paz para la ciudadanía y sus pueblos, es el espacio del respeto y amparo de la igualdad jurídica, que posibilita la organicidad y las demandas reivindicativas para crear nuevos y mayores derechos en la construcción de la igualdad y el progreso social.
La paz y el silencio sepulcral es la esencia del totalitarismo, pero nunca para la democracia, que es vida, cambio y luchas por bien común. Imaginar que la divergencia social es nociva, porque subvierte el orden y el poder, es la transparente manifestación de la opresión política existente en el Perú, espacio donde se promueve el odio que justifica toda la represión y asesinato de personas que luchan, no por beneficios personales ni locales, sino por el interés nacional y la democracia para todos.
El totalitarismo niega la igualdad y el bien común, por el miedo a los otros que explota y asesina cotidianamente. Las medidas represivas para conservar el orden y la paz sepulcral, son auténticas declaraciones de guerra, no solo contra el pensamiento crítico, grupos o personas, también contra la democracia, la historia y cultura de los pueblos.
[1] Catedrático e investigados pensionado de la Facultad de Ciencias Económicas. Universidad de Costa Rica.