Por Wilder A. Sánchez Sánchez

El inicio de una nueva era.

Es el 4 de octubre de 1957.  Hace poco más de 12 años que ha terminado la Segunda Guerra Mundial: el 5 de mayo de 1945 las tropas soviéticas habían ocupado Berlín y tres días después Alemania se había rendido incondicionalmente; el 6 y el 9 de agosto del mismo año Estados Unidos había lanzado sus recién creadas bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, matando a más de 150,000 personas al instante, para demostrar a la Humanidad que tenía el arma más mortífera inventada jamás y que podría usarla contra cualquier otro país: genocidio cometido por el imperio yanqui para implantar el terror nuclear y facilitar la conquista y dominio del mundo.  Pero el monopolio del arma nuclear había durado poco: en 1949 los soviéticos probaban con éxito su propia bomba atómica y la Humanidad se enteraba que en la Tierra ya existían dos potencias atómicas enemigas entre sí.  Se había restablecido un delicado equilibrio entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

El viernes 4 de octubre de 1957 ya no hay guerra, pero el mundo vive desde hace más de 10 años la época de la “Guerra Fría” entre las dos superpotencias y entre los sistemas capitalista y socialista que éstas encabezan.  De pronto, la radio y la televisión dan una noticia insólita: la Unión Soviética ha puesto en órbita el primer satélite artificial de la Tierra: el Sputnik 1, una esfera de aluminio de 58 cm de diámetro, de 83.6 kilos de peso y dotada de aparatos para medir la temperatura y la presión interior y exterior, y la concentración de electrones en la ionósfera; da una vuelta alrededor de la Tierra cada 96 minutos, oscilando entre 215 Km y 939 Km de altitud.  Ha comenzado la Era Espacial, la Era Cósmica.

Mientras en la URSS y en los países de Europa Oriental hay júbilo, los gobernantes de Estados Unidos no lo pueden creer, y los estadounidenses reaccionan con pánico porque comprenden que el enemigo comunista está sobre sus cabezas y creen que pueden ser aniquilados en cualquier momento, o, incluso, que los rusos les están leyendo sus mentes; a tales extremos llega la paranoia de los norteamericanos, no sólo por la ignorancia respecto a un hecho científico-tecnológico nuevo, sino como resultado de la rabiosa campaña anticomunista (macarthismo) desatada por la clase dirigente.  En el resto del mundo predomina la admiración y la curiosidad: millones de ojos se dirigen al cielo para tratar de observar al satélite; sólo unos cuantos logran ver, por la noche o la madrugada, la tenue luz que refleja.

La primera cosmonauta.

Apenas transcurren 30 días desde el lanzamiento y puesta en órbita del Sputnik 1; el mundo todavía no se repone de la conmoción, y se viven acalorados debates sobre si constituye un desafío – o no - del hombre a Dios, sobre los seres de otros mundos y sus naves espaciales, sobre el destino del mundo y de la Humanidad...

Llega el domingo 3 de noviembre de 1957 y el mundo recibe una noticia aún más impactante: el máximo dirigente soviético, Nikita Serguéievich Jruschov, anuncia que para conmemorar el 40 Aniversario de la Revolución Socialista de Octubre, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas ha puesto en órbita el Sputnik 2, con la perrita Laika a bordo, que se convierte en el primer ser viviente terrícola puesto en el espacio, en pionera de los vuelos espaciales tripulados.   El Sputnik 2 completa una vuelta alrededor de la Tierra cada 104 minutos, en una órbita elíptica más alta: 212 Km en el perigeo y 1,660 Km en el apogeo, y con 65.3° de inclinación; es más sofisticado que el anterior: tiene forma cilindro-cónica, su tamaño es más de 5 veces mayor y pesa poco más de media tonelada: 508.3 Kg; en su interior hay una pequeña cabina en la que viaja Laika con su traje espacial y con una armadura o arnés que sólo le permite sentarse, pararse o acostarse; el satélite está equipado con aparatos para medir los rayos cósmicos, los rayos ultravioleta, los rayos X, las temperaturas y las presiones de las capas altas de la atmósfera; tiene un sistema de generación de oxígeno, otro para absorber dióxido de carbono y otro para evitar el envenenamiento por oxígeno, además de un ventilador interno que se debe activar si la temperatura supera los 15º C; también cuenta con aparatos para registrar el ritmo respiratorio y la frecuencia cardiaca de Laika y un sistema de telemetría “secreta” para transmitir a Tierra los signos vitales de la perrita en los 66 y 70 MHz.  En Estados Unidos aumentan la furia, el nerviosismo y desesperación: ya es un 2 a 0 a favor del enemigo comunista.

Laika había sido encontrada en las calles de Moscú, seleccionada entre centenares de animales por su resistencia física y porque, por su poco peso (6 Kg) y baja estatura, cumplía con los requisitos físicos para viajar en la cápsula espacial, que había sido construida apresuradamente en menos de un mes, pues, luego del éxito del Sputnik 1, Nikita Kruschev había solicitado el lanzamiento al espacio de un segundo satélite, esta vez tripulado, para conmemorar el cuadragésimo aniversario de la Revolución Bolchevique, el 7 de noviembre.  Antes de ser elegida para la misión se habían preseleccionado 10 perros; después quedaron 3 perritas como finalistas: Laika, Albina y Muja, quienes fueron operadas para colocarles sensores de presión sanguínea, ritmo cardíaco y ritmo respiratorio; las tres fueron sometidas a largas horas de entrenamiento por la veterinaria Yekaterina Petrova, así como en la cabina, para registrar sus reacciones y parámetros fisiológicos; finalmente, el especialista en biomedicina Vasili Parin eligió a Laika (Ladradora), por su comportamiento tranquilo.  Pero, como en ese entonces los ingenieros espaciales soviéticos todavía no habían resuelto el problema de cómo hacer retornar a tierra a la cápsula espacial y rescatar con vida a la viajera, sabían de antemano que la enviaban al sacrificio, quizás a una muerte por inanición y sed, si es que antes no moría por las fuertes presiones que tendría que soportar durante el rápido ascenso del cohete, o por cualquier falla en los sistemas de la nave. 

Faltan pocos días para el lanzamiento. Vasili Parin lleva a la Laika a su casa para que juegue con sus hijos y tenga dos últimas horas de alegría, porque sabe que no le queda mucho tiempo de vida…

Es el sábado 2 de noviembre de 1957. En el cosmódromo secreto de Baikonur (República Socialista Soviética de Kazajistán), la perrita Laika es introducida en la cabina del Sputnik 2; los técnicos le colocan su arnés de seguridad y verifican los aparatos a bordo; su comida está acondicionada como gelatina y tiene para 7 días; también tiene oxígeno para 7 días. Antes de cerrar la escotilla le dan un beso en la nariz y le desean buen viaje… A eso de la medianoche es trasladada a la rampa de lanzamiento, donde el cohete que la impulsará ya está en posición vertical.

Ahora es la madrugada del domingo 3 de noviembre de 1957; se acerca el momento definitivo; científicos, ingenieros y técnicos están nerviosos y trabajan a ritmo intenso. El lanzamiento será a las 5 horas, 30 minutos y 42 segundos, hora de Moscú.  Se confirma que el cohete impulsor R-7 modificado (R-7 8K71PS) y el Sputnik 2, insertado en la parte media, están en las condiciones deseadas.  Comienza la cuenta regresiva en el cosmódromo secreto de Baikonur; ya faltan 10, 9, 8 segundos… 3, 2, 1, ¡ignición!  Una potente llamarada sale desde abajo y el cohete empieza a elevarse hacia el cielo; mientras más asciende, va ganando en velocidad; el lanzamiento es perfecto.  ¡Allí va Laika, el primer ser vivo de la Tierra que viaja al espacio, la primera cosmonauta terrícola!  Se están haciendo realidad, una vez más, las anticipaciones de Julio Verne, las teorías y cálculos del genio de la cohetería espacial soviética, Konstantin Tsiolkovski, ahora materializados por el ingeniero Serguéi Koroliov, diseñador del Sputnik.

La aceleración del cohete para vencer la fuerza de gravedad somete a Laika a fuertes presiones; siente que su cuerpecito está siendo aplastado; su ritmo respiratorio aumenta más de 3 veces; los latidos de su corazón van aumentado de 103 y llegan hasta 240 por minuto en el momento en que el cohete y el Sputnik alcanzan la velocidad para entrar en órbita…  Ya están en órbita circunterrestre la nave espacial y la perrita Laika, pero la última sección del cohete no se ha desprendido y trasmite a la nave el gran calor originado por la fricción al ascender; la temperatura al interior de la cabina donde viaja la perrita es de 40° centígrados…  Ahora ya no hay gravedad; si el arnés que rodea su cuerpo no tuviera una cadena que la sujeta a la cabina, podría flotar…; el ritmo cardiaco de la cosmonauta canina va bajando y después de 3 horas se estabiliza en 102 latidos por minuto.  Come algo de comida gelatinosa, más que por hambre, por la sed que siente debido al tremendo calor interior.  Hay una pequeña ventanilla en la escotilla de la cabina: ¿qué piensa o siente Laika al ver el planeta Tierra?... ¿y dónde están los entrenadores, la gente, los perros…?  Van pasando las horas.  El Sputnik 2 está ahora dando su cuarta vuelta alrededor de la Tierra; el sistema de ventilación automático de la cabina ha dejado de funcionar; el calor es insoportable.  La perrita ya no puede resistir el calor y el estrés; finalmente, su corazón deja de latir… Laika ha muerto entre 6 y 7 horas después del lanzamiento…

El Sputnik 2 sigue orbitando la Tierra por más de 5 meses. Finalmente, después de completar 2,570 vueltas, reingresa a la atmósfera y se quema, con el cadáver de Laika, el 14 de abril de 1958.

¡GLORIA A LAIKA, QUE ABRIÓ A LA HUMANIDAD EL CAMINO AL COSMOS!