El diccionario de la Academia registra el verbo lacear con varios significados, todos ellos derivados del sustantivo lazo, que tiene trece acepciones, de las cuales las más conocidas son la primera (“Atadura o nudo de cintas o cosa semejante que sirve de adorno”) y la octava (“Cuerda o trenza con un nudo corredizo en uno de sus extremos, que sirve para sujetar toros, caballos, etc., arrojándosela a los pies o a la cabeza”). Pero como verbo, el empleo más conocido de lacear es en nuestro país el de la octava acepción. Frente a estas significaciones establecidas, surgen usos diversos de la palabra, de manera que lacear no se aplica a animales, como el caballo, sino al cabello. En Somos, la revista sabatina de El Comercio, del 31 de octubre de 2009,en la entrega de “Monólogos de la bajita / La esperanza negra”, Jennifer Llanos escribe:

…todas ellas, todititas, tienen un “hair issue”, o sea que andan peleadas con sus cabellos: no les gusta ser zambas, se lacean a forro desde chiquititas.

 

 

 

 

 Evidentemente, lo que la autora emplea sin acierto es el verbo lacear, que por no derivar del sustantivo lazo sino del adjetivo lacio, referido al cabello, debe ser laciar. Así como de recio viene arreciar (de donde escuchamos las pronunciaciones “arrécio”, “arrécias”, “arrécia”), y de sucio tenemos ensuciar (“ensúcio”, “ensúcias”, “ensúcia”), de lacio deriva laciar, no lacear. En cuanto al acento o mayor fuerza de voz se pronuncia “lácio”, “lácias”, “lácia”, “laciámos” (“yo me lacio el cabello, tú te lacias”, etc.). La oración debe quedar así:

...todas ellas, todititas, tienen un “hair issue”, o sea que andan peleadas con sus cabellos: no les gusta ser zambas, se lacian a forro desde chiquititas.