Rocío Ferrel

Los terremotos fuertes suelen estar acompañados por luces producidas por la gran energía liberada, que por lo general se ha podido observar algunas veces cuando suceden de noche, como durante el terremoto del 15 de agosto de 2007*.

maremoto Callao 1746

A 270 años del terremoto más catastrófico de Lima y Callao, recordamos ese terrible acontecimiento. Los relatos de ese año dan cuenta de luces observadas en el mar, no sólo durante el terremoto, como el de 2007, que fueron explicadas como cargas eléctricas, sino días antes, las cuales describieron como “grandes lenguas de fuego”,  lo cual indicaría la mayor cantidad de energía entonces, pues de 7.9 a magnitud 9 la fuerza no es una fracción mayor resultado de una diferencia aritmética, sino una potencia multiplicada.

¿Un ovni?

Hay otro relato que describe una gran luz que definieron como un “meteoro” en mayo de 1746, según el libro A Particular Relation of the Late Earthquake at Lima and Callao, Londres, original en español publicado en Lima por orden del virrey y traducción al inglés en 1748, https://archive.org/details/trueparticularre00loza. Sobre las lenguas de fuego los días previos, se lee en la página 197, mientras que la bola de luz figura en la página 101:

luz terremoto 1746

La traducción:

Terminaremos este artículo con el Relato de un Meteoro que sucedió el  14 de mayo, alrededor de las nueve de la noche. Apareció al este de Lima un globo de fuego de tamaño extraordinario:  el cual, habiendo alumbrado por más de un cuarto de hora el llano como otro Sol, se dispersó en un número infinito de pequeñas chispas, que descendieron como si fuesen a adherirse a la Tierra, y de pronto desaparecieron. La gente, dice nuestro autor, siendo muy supersticiosa, pensó que este fenómeno presagiaba algún terrible terremoto, que en pocos días sucedió y los devoró a todos.

Como se sabe, un meteoro tiene un paso fugaz, por lo cual resulta extraño que se señale que se vio por 15 minutos.

Todo parece indicar que las luces extrañas (ovnis) están presentes en diversos desastres. En 1600 un presunto ovni fue visto cuando explotó el volcán Huaynaputina (ver Volcanes: Cuando Lima escuchó los rugidos del Huaynaputina desde Moquegua).

La profecía

El relato da cuenta de una monja que profetizó este gran terremoto, era la madre Teresa de Jesús del monasterio de los Descalzos de San José, quien anunció el desastre un año antes y que ella no viviría para entonces, como sucedió, pues falleció con algo más de cien años de edad, días antes del terremoto, el 15 de octubre. Sus advertencias eran tomadas como desvaríos de su edad (página 191 del libro).


En la página 105 señala que hubo otra profecía para el terremoto del 19 de octubre de 1682, realizada por un fraile mercedario.

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* Explican destellos durante terremoto del 15 de agosto

El terremoto

El 28 de octubre de 1746 Lima y el Callao fueron sacudidos por el más terrible terremoto que el Perú haya conocido en toda su historia, con una magnitud calculada en 9 grados, siendo  virrey José Antonio Manso de Velasco. Es considerado el mayor terremoto ocurrido en Lima hasta la fecha, y el segundo en la historia del Perú después del Terremoto de Arica de 1868.

Días antes los marinos observaron extrañas luces sobre el Callao. Manuel Romero, entonces alcaide de la cárcel de la Isla San Lorenzo, contaba que se veía como si el puerto se deshiciera en pavesa y se sentían ruidos bajo tierra, como el mugido de centenares de bueyes unas veces y otras como disparos de artillería.

El sismo ocurrió a las 10:30 de la noche, causando gran espanto entre la población española y criolla que no estaba acostumbrada a los terremotos. La destrucción de viviendas y edificios de todo tipo fue general. Entonces Lima tenía unas 60 mil personas, que vieron después cómo el polvo no dejaba ver el panorama aunque por la luz de la Luna llena podría haberse visto mejor.

El Marqués de Obando escribio:  “La noche fue verdaderamente angustiante, aun sin saberse todavía en Lima la desgracia del vecino puerto del Callao, que fue arrasado por un maremoto. Muchos, para no quedar sepultados entre las ruinas, así como para hallar amparo en la compañía de los demás, se refugiaron en la Plaza Mayor y otros se retiraron al fondo de sus huertas, de modo que en las casas que aún permanecían en pie o entre los escombros de otras reinaba un gran silencio”.

“Los temblores se anunciaban por unos ruidos subterráneos, que parecía abrirse la tierra en cada uno” (Obando 1746)

Se dice que las 4 de la tarde se levantó un viento caliente del nordeste, aparecieron nubes parduscas y densas.

Era el viernes 28 de octubre de 1746, día de los Santos apóstoles San Simón y Judas, era una noche de luna llena.

A las diez y media de la noche se inició un gran terremoto que destruyó la ciudad de Lima y ocasionó un maremoto en el Callao. El sismo duró entre tres y seis minutos.

Fueron momentos de pánico y terror de la población que escapaba para salvar sus vidas.

“En el susto excesivo, que se apoderó de todos los habitantes, buscaba cada uno su remedio en la huida; pero unos eran sepultados debajo de las ruinas de sus casas, y otros corriendo por las calles, eran oprimidos con la caída de las paredes: estos, con los estremecimientos de la tierra, eran transportados de un lugar a otro, y no padecieron sino algunas ligeras heridas: aquellos en fin conservaron la vida, por la imposibilidad en que estaban de mudar de sitio” (Lozano 1746: 38)

Pasado el gran terremoto, la ciudad estaba en ruinas, la luz tenue de la luna llena apenas alumbraba el panorama desolador. Miles de gritos, llantos y gemidos se escuchaban en la oscuridad. Algunos habían dejado de resollar bajo los escombros.

El Callao engullido por el maremoto, crónica de la época

Desde las primeras horas del día comenzaron a circular voces sobre la destrucción del Callao y el virrey Manso de Velasco envió a aquel puerto a algunos soldados de acaballo, a fin de cerciorarse del hecho. Estos trajeron la confirmación del desastre y a poco ya toda la ciudad lo sabía, pues a ella llegaron también unos cuantos sobrevivientes de la embestida del mar. Si en Lima se había cebado la desgracia, la ruina del Callao fue más devastadora. Lo que contaron los sobrevivientes fue algo dantesco. Media hora después del terremoto se había entumecido el mar y elevado a enorme altura, y con horrible estruendo se había precipitado por dos veces sobre la tierra, que la inundó y barrió todo lo que encontró a su paso. Del antiguo puerto sólo quedaron unos cuantos restos de la muralla y el arranque de las paredes de algunos edificios. El Marqués de Obando, Jefe de la Escuadra y General de la Mar del Sur, dice que los cuatro mayores navíos que había en el puerto, soltando las anclas fueron lanzados por encima del presidio y vinieron a varar el uno dentro de la plaza, el otro, cargado de trigo, a escasa distancia del anterior y los otros dos hacia el sudeste, como a distancia de un tiro de cañón de los baluartes. Llamábase uno de éstos San Fermín y era una fragata de 30 cañones.

El número de los que perecieron en el puerto se calcula en unos cuatro a cinco mil prácticamente toda la población; en un lienzo de muralla lograron salvarse un religioso y unas treinta personas. Otros, en su mayoría pescadores o marineros, acogidos a las tablas y maderos que sobrenadaban fueron arrojados más tarde a las playas o bien a la isla de San Lorenzo. El mar se retiró, pero no volvió a su límite antiguo. La destrucción causada por el sismo se extendió a Cañete, Chancay, y Huaura, hasta 2 4 leguas al NNO del Callao; y sufrieron también los valles de Barranca y Pativilca. El terremoto, según se dijo entonces, tenía un movimiento horizontal de Este a Oeste, y abrió la quebrada minera del río Hiseca en la provincia de Lucanas, brotando por entre las grietas multitud de animales subterráneos que nunca habían visto la luz del día: en la quebrada de Totopo, a 11 leguas de Pativilca, se rajaron los cerros denominados Julcán: en Huallas y en Ayapata (esta última en la provincia de Carabaya y la otra en la de su nombre) abrió también la tierra su seno, despidiendo agua cenagosa, que contaminando la de los ríos y la atmósfera, causó la muerte de muchos individuos, según se dijo

En el Callao, según el Marqués de Obando, era horrendo el espectáculo de los despojos humanos descubiertos y en las posturas más violentas que se puedan imaginar. Así por el calor propio de la estación como por andar revueltos con las horruras del mar y no ser fácil enterrarlos en el terreno que ocupaban, por ser de cascajo o piedra zahorra e inundarse fácilmente, la fetidez era intolerable.

Luego la tierra continuó moviéndose aunque con menor intensidad. Un reporte de José Eusebio de Llano Zapata describe todas las réplicas: Los movimientos continuaron en forma intermitente hasta las 5:00 a.m. y muchos remezones se sintieron hasta el Cuzco y desde el 28 de octubre hasta el 10 de noviembre se produjeron 220 réplicas más, y hasta el 28 de octubre de 1747 fueron un total de 568 temblores.

Las medidas del Virrey lograron paliar la necesidad y la amenaza de epidemias. El clero limeño atribuyó la ira divina desencadenada por:

Las injusticias que se cometían contra los pobres.

Las prácticas ilícitas de la codicia y la usura.

El torpísimo pecado de la lujuria.

La vanidad de las mujeres con sus escandalosos vestidos, en especial los escotes demasiados abiertos.

La fe católica no sufrió mella y más bien creció la devoción al Señor de los Milagros, venerada imagen que solía ser sacada en procesión para rogar protección contra los terremotos.

conde de Superunda

Conde de Superunda, virrey del Perú cuando sucedió el terremoto de 1746

El virrey Manso de Velasco reedificó en los años siguientes Lima y Callao, por lo cual se le consideró el segundo fundador. Por todo ello y por la construcción de la fortaleza del Callao, elevando en el terreno que ocuparon las olas en el desborde del mar, recibió del rey Fernando VI con fecha de 8 de febrero de 1748 el título de Conde, con la denominación de Superunda, “sobre las olas”. Para quienes deseen profundizar pueden leer:

Odriozola, Manuel de: Terremotos. Lima, 1863. Tipografía de Aurelio Alfaro. Es una colección de las Relaciones de los más notables terremotos ocurridos en Lima y Callao, entre ellos una Carta o diario que escribió D. José Eusebio de Llano y Zapata sobre el indicado terremoto (pág. 70 a 110); una Carta que escribió el Marqués de Obando sobre el mismo terremoto (pág. 47 al 70); etc., documentos que han sido las fuentes de quienes han historiado dicho evento del año 1746.

Odriozola, Manuel de: Terremotos. Lima, 1863. Tipografía de Aurelio Alfaro.

Pérez-Mallaina, Emilio: La ruina de Lima, 2001.

Vargas Ugarte, Rubén: Historia General del Perú. Cuarto Tomo. Virreinato (1689-1778). Tercera Edición. Editor Carlos Milla Batres. Lima, Perú, 1981. ISBN 84-499-4816-9

Varios autores: Historia General de los peruanos. Tomo 2. Obra editada con el auspicio del Gobierno Revolucionario del Perú. Lima, 1973. Sección: “Temblores y Terremotos de Lima”.