La piñata aprista
 
Por Carlos Ferrero

 
Los apristas se han repartido como piñata cientos de hectáreas de COFOPRI. Nuestro mar ha quedado en propiedad de un puñado de empresas dueñas de cuotas perpetuas de pesca. Los terrenos de Olmos solo podrán ser comprados por terratenientes millonarios. En Ancón están forzando un puerto que destruye la bahía para que una empresa gane plata. En Collique remataron el único aeropuerto de la aviación civil. Al Ministerio de Educación lo botaron de su local, esfumaron al personal y lo vendieron. La Isla San Lorenzo está programada para entregarse y convertirla en centro de boutiques, hoteles y casinos.


Todo esto sin contar las semisecretas autorizaciones para concesiones de exploración y explotación de recurso naturales no renovables y que, por tanto, la Nación pierde para siempre.
 
El dueño de una casa puede convertirla en vivero y el de un terreno, si quiere, lo regala porque ambos son bienes privados. Pero cuando se trata de bienes públicos los dueños somos todos los peruanos: el gobierno es un administrador temporal que puede disponer de ellos solo si se dan 3 condiciones: que la transferencia sea transparente, que el beneficio también se valúe por sus resultados sociales y que el acto de disposición cuente con el consenso de la población.
 
Porque no es que los bienes públicos no sean “de nadie” sino que su propiedad se irradia hacia el conjunto y es compartida a la vez por cada individuo de la sociedad. Dichas personas pueden morir pero el dominio de ese bien queda en propiedad colectiva de los que sobreviven, y así sucesivamente. Por eso cuando el Gobierno dispone de un bien público nos lo está quitando a los demás. Y si, además lo hace de manera irresponsable es como si nos estuviese robando.
 
Nuestra tragedia es que los apristas tienen una concepción ambivalente de los bienes públicos. Cuando ellos están en la oposición los respetan aceptando que son propiedad común, pero cuando son ellos los que gobiernan los consideran como propiedad privada de libre disposición,... o botín de guerra disponible para el saqueo.
 
Publicado en “HILDEBRANDT en sus trece” N.º 31 Pág. 15, Nov. 19 del 2010