extremistas nigeria afpMiguel Ángel Rodríguez Mackay

El sanguinario grupo terrorista Boko Haram concitó la atención internacional cuando el 14 de abril de 2014 secuestró a 273 niñas de una escuela pública en el norte de Nigeria, el país africano más poblado (173 millones) y una de las economías más prósperas de esa región.

La secta retiene a la fecha a 218 y no se sabe nada de ellas porque las mantienen como esclavas y como sus mujeres en las aldeas dispersas que controlan principalmente en la convulsa zona fronteriza con Camerún, Níger y Chad. La horda busca implantar un califato en la parte norte de Nigeria, de inmensa mayoría islámica -la región sur del país es predominantemente cristiana-, mediante la sharia o ley islámica y en ese fanático propósito han asesinado a más de 13 mil personas y llevado al desplazamiento a cerca de millón y medio.

Con su líder Aboubakar Shekau, asaltan aldeas, deguellan hombres, saquean, incendian sus casas, y siguen secuestrando mujeres y niños. Ante tanto terror el presidente Goodluck Jonathan decidió aplazar las elecciones presidenciales hasta el 28 de marzo. A Washington no le ha parecido y a propósito de la reciente visita del secretario de Estado, John Kerry, a Lagos, la próspera capital económica nigeriana, acaba de calificar de desilusión la medida porque retrotrae el esfuerzo alcanzado para la restitución de la democracia en 2009 y podría servir de excusa al presidente candidato para mantenerse en el poder so pretexto de la virulenta circunstancia.

No se conoce aún los niveles de conexión que Boko Haram pueda tener con Al Qaeda o el Estado Islámico pero sí que las armas que usan para sus fechorías podrían tener un origen común: aquellos países del Medio Oriente que apañan solapadamente el fundamentalismo extremista. La comunidad internacional también debería ponerle atención al creciente terrorismo en África.

Correo, 09.02.2015