Por Rocío Ferrel

Obispos como Bambarén deberían hablar para dar luces sobre la moral en el asunto sobre el cual opinan, pero sólo pidió superar diferencias por el Cristo del Pacífico


El obispo emérito de Chimbote, monseñor Luis Bambarén, pidió superar las diferencias a propósito  del monumento impuesto por el presidente Alan García, el Cristo del Pacífico, en el Morro Solar en el distrito de Chorrillos.

 


“Pueden haber habido errores, pero hay que tener un corazón grande para superar todo eso”, dijo a Andina, y agregó: “Que sea un centro de peregrinación o ceremonias para que Cristo nos una a todos los peruanos”.

“Debemos darle no solo un sentido decorativo, sino de compromiso con Cristo y con el Perú de trabajar todos unidos por engrandecer nuestra patria”, afirmó

Papel de religiosos

Los religiosos, en especial si son obispos, cuando hablan, además de dar un punto de vista particular, deberían dar luces sobre los aspectos morales de la materia que abordan, máxime si el asunto del cual hablan tiene serias implicancias morales,  lo cual no está haciendo Bambarén.

Con su opinión, Bambarén está tomando partido, y lo hace a favor de Alan García.  Interviene para pedir superar diferencias y dice que hay que tener corazón grande, pero no dice que las diferencias son legítimas y serias:

Se está modificando un monumento histórico.

Se está copiando un gigantesco símbolo de otro país, dando mal ejemplo, como si nuestros artistas no tuviesen suficiente imaginación o como si no tuviésemos suficientes íconos históricos propios.

No se debe usar la figura de Cristo en lugares de guerras, como avalando lo que sucedió, en este caso, la rapiña chilena de 1879.

Es una estatua inconsulta e impuesta, por lo que su colocación deviene en autoritaria.

Lo moral

Pero hay un detalle moral muy grave para rechazar la estatua del Cristo y es por su procedencia: no sabemos si proviene de dinero mal habido.

Los fondos que cubren los costos de esta estatua provienen de 100 mil soles del presidente Alan García y 833,437 dólares de Odebrecht.

Todos saben que García fue acusado en su primer gobierno de enriquecimiento ilícito con evidentes signos exteriores de riqueza tras haber declarado antes de ser mandatario poseer sólo un reloj: por lo menos se le conocen dos casas de playa, un departamento en París de un millón y medio de dólares e ingresos no declarados que le permitieron mantener a todo dar a una familia de cinco hijos en Francia y costear estudios caros en los Estados Unidos a sus hijas.

García esperó la prescripción de los delitos por los cuales lo acusaron y no tuvo la decencia de renunciar a esa prescripción para someterse a investigación, como hubiese correspondido a cualquier persona decente, en especial un presidente, lo cual lleva a la mayoría de peruanos a confirmar sus sospechas sobre el enriquecimiento ilícito.

Por otro lado, este segundo gobierno de García está marcado por la era del gran faenón, entre conocidos, bajo sospecha y sin conocer.

Entonces, hay indicios razonables para suponer que el dinero de García y las empresas favorecidas por su gobierno es dinero mal habido: pudo provenir del enriquecimiento ilícito y de los favores a empresas como Odebrecht, que pudieron haber obtenido licitaciones con jugosas aceitadas.

Si se confirma que es dinero mal habido, de lo cual hay seria sospecha, es un regalo indigno y convierte a nuestra ciudad y a los peruanos de receptores de dinero del delito, con el agravante de que se usa la figura de Cristo para ello.

Un obispo debería señalar la grave implicancia moral de este acto y recomendar su rechazo teniendo en cuenta sólo esta seria sospecha, esto sería verdadero compromiso moral con Cristo, como dijo: “Debemos darle no solo un sentido decorativo, sino de compromiso con Cristo y con el Perú de trabajar todos unidos por engrandecer nuestra patria”.

Desde los siglos del cristianismo primitivo, las autoridades religiosas han rechazado recibir o han devuelto donaciones de personajes de visible vida delictiva, recomendación que debía ser lo esperado de un obispo de larga trayectoria, como es monseñor Bambarén.