Chile todavía codicia el gas peruano

tubo gasoductoAños atrás las relaciones entre Chile y Venezuela eran muy buenas, y a instancias de Chile, prestándose al juego de Chile, el gobierno de Venezuela lanzó la idea de un “anillo energético” que facilitaría la distribución de gas en América del Sur, el mismo que fue promovido con ahínco por el lobbista Pedro Pablo Kuczynski y que ahora la revista The Economist menciona en un artículo.

 

Lo malo es que esa propuesta o idea chilena asumida por Venezuela se realizó sin consultar a fondo con Bolivia ni con el Perú. La idea del anillo energético la suelta o desliza Chile a Venezuela cuando en 2003 y 2004 ve drásticamente disminuido el suministro de gas que le venía de Argentina, lo que llegó a producir racionamiento de energía en Chile.

Ante esto, el gobierno de Santiago reaccionó de mala manera e incluso envió a Buenos Aires una delegación que incluía un militar; pero los argentinos no querían ni podían variar la situación: era imposible dar gas a Chile si este elemento ya escaseaba para los mismos argentinos.

Para agravar la situación, Bolivia, abastecedora de gas a Argentina, advirtió a los argentinos que  les suspendería inmediatamente el abastecimiento de gas si lo revendían a Chile, país que apesta ante sus vecinos por su comportamiento históricamente criminal.

Que Chile pidiera gas directamente a Bolivia, imposible, dados los graves problemas pendientes por la usurpación de Antofagasta. El gas peruano de Camisea todavía no tenía ni base legal para exportar ni volumen exportable. Entonces la diplomacia chilena trabaja con Venezuela.

Sabiendo que a Hugo Chávez guía un sentimiento de unificación de América del Sur que le dé la imagen de caudillo continental, los chilenos le presentaron una estrategia de envolvimiento o flanqueamiento diplomático que al dar carácter multilateral al asunto energético, neutralizaría la oposición peruana y boliviana a la idea del anillo energético: Dentro de esta planificación, el gas peruano y boliviano quedaba al servicio de Chile, sin guerra, solo mediante trabajo diplomático y de corrupción.

Han pasado los años y los chilenos no descansan. Al observar una conducta complaciente y corrupta en el gobierno peruano, toman como buena señal que se permita seguir volando a Lan por el Perú. A partir de eso, y del servil ofrecimiento de venta de gas que hizo Ollanta Humala al visitar Chile como presidente electo, Chile ha reactivado la idea, aunque exactamente no tome la forma o nombre de anillo energético.

Se puede decir que el gobierno peruano ya está “conversado” o “trabajado”, y si es así ya no importa incorporar a Bolivia al anillo energético. La previsión de los chilenos es beneficiarse del gas peruano hasta que se acabe en un máximo de 15 o 20 años —si dura más sirviéndoles a ellos, mejor—, tiempo para el cual ya Chile tendría plantas eléctricas de energía nuclear. En este aspecto, los chilenos tienen las cosas más avanzadas que el Perú.

Mientras que en el Perú la producción de energía eléctrica mediante plantas nucleares es algo que simplemente entra en lo previsible o planificado para el mediano plazo, Chile ya tiene la decisión y el dinero para adquirir plantas nucleares; y no lo hace simplemente por razones de riesgo de sismos: es muy difícil que un proveedor —estadounidense, ruso, francés o japonés— se comprometa a construir donde hay riesgo de sismo superior al grado 8, lo que lo pondría en problemas de mala publicidad y con la oposición y protesta de países vecinos (Argentina, Bolivia y Perú), a quienes nadie podría garantizar seguridad en caso de sismo que dañe una central nuclear en Chile.

No se sabe si la técnica de la construcción de centrales nucleares y los avances de la ingeniería civil permitan con el tiempo construir plantas nucleares en sitios de peligro cataclísmico. Como esa duda continúa, Chile insiste en conseguir gas peruano, a como dé lugar. Aunque pueden comprar a buen precio gas del Oriente Medio o de otros lugares, los chilenos prefieren buscar coimear a los gobiernos peruanos y agitar a los dirigentes aimaras para que se les venda gas, pues  de esa manera Chile se abastece bien y al mismo tiempo trunca el desarrollo del Perú, objetivo vital de Santiago.

Factor étnico

Sabiendo que una extensión del gasoducto surperuano afectará a la región sur en que es fuerte la presencia aimara, en reuniones de aimaras de Chile, Perú y Bolivia, los chilenos han logrado neutralizar a los aimaras peruanos, que apenas tienen una tibia oposición a que el gas peruano pase de Tacna a Chile. Cuando los dirigentes aimaras han dicho en estas reuniones que mantienen distancia de la república criolla que gobierna desde Lima y que ellos viven su propia realidad, los chilenos les han dicho que no pierdan el tren de la historia, puesto que los mismos criollos de la Marina de Guerra ya rinden homenaje al hampón chileno Arturo Prat, que murió intentando asesinar al héroe Miguel Grau, y que ellos (los aimaras peruanos) no pueden ser tan anacrónicos que se opongan a compartir solidariamente el gas peruano con Chile.

En este aspecto, los aimaras y Ollanta Humala tienen una coincidencia en prestarse al servicio a los intereses de Chile; la única diferencia es que Ollanta Humala, como buen militar, lo dijo de frente en su visita a Chile, mientras que los dirigentes aimaras simplemente con su silencio avalan la corrupción de exportar el gas peruano; y si es para venderlo a Chile, mejor, porque sus hermanos aimaras están en el norte de Chile.

 

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