Alan García contra la corrupción, ¿a quién engaña?


Ante los constantes destapes de la cúpula aprista involucrada en escándalos de corrupción, el presidente Alan García sale a escena como un combatiente contra estas fechorías al proponer aplicar el Nuevo Código Procesal Penal.


No se trata más que una pieza más de su guión teatral. Teatro porque se ocupa del mencionado código (que incluso es cuestionado por diversos expertos) como si fuese la solución legal, ejecutiva y administrativa para combatir la corrupción, cuando hay un proyecto de ley que es muchísimo más importante: el que declara imprescriptibles los delitos de corrupción.

García, que en el Congreso tiene mayoría de apristas y simpatizantes, cuando quiere que una ley sea aprobada le basta con el apoyo de sus partidarios y sus colaboradores, sean los indecentes tránsfugas o sus simpatizantes.

Siendo esto así, los hechos demuestran que García se niega a la aprobación de dicho proyecto de ley, que fue presentado por la bancada nacionalista y que “duerme” en algún lugar del Congreso.

De nada serviría la aplicación del nuevo código si, una vez que termina este gobierno, los grandes corruptos huyen al exterior escapando de la justicia. Y quienes primero huirían serían precisamente quienes más han robado.

Por otro lado, recordemos que durante su primer gobierno García anunció con pompa que duplicaría las penas para los funcionarios del Estado que incurran en actos de corrupción. Ya sabemos la gigantesca corrupción con la cual terminó su mandato.

Sospechoso


Si se trata del Presidente de la República, como lo dicen muchos, resulta una persona muy sospechosa por su relación con los escándalos en los cuales figuran sus más cercanos colaboradores, como sucedió con sus ministros apristas que acudían a la habitación de un hotel limeño a reunirse con el mafioso Fortunato Canaán, quien incluso gozaba del privilegio de sentarse a conversar con García en Palacio de Gobierno.

Otro indicio que hace sospechoso a García es su afán de enviar cartas él mismo a empresarios de diversos países a invertir en el Perú, como si no existiesen funcionarios de menor nivel para eso. Incluso conversa con empresarios en Palacio de Gobierno, donde también llegó Paul Horstman, quien compró Wong y Metro y que en Chile fue objeto de investigación por haber apoyado al nazi Shaefer, violador de cerca de treinta niños.

Además, García impuso decretos legislativos burlando al Congreso al pedir facultades para legislar sobre el TLC con los EE. UU., pues legisló en materias que nada tienen que ver con ese TLC (como los de número 1090, 1086, entre otros) pero sí tendrían que ver con funestos negociados, como lo ocurrido con los decretos relacionados con la inversión en la selva, que costaron la vida a decenas de peruanos. También estaría el DL 1031 (ver ¡DL 1031: Ofrecen Petroperú a empresa china antes de entrar en la BVL! ). Recordemos que García mismo se empecinó en promulgar estos decretos pese a las críticas fundadas no sólo de los grupos opositores, como Alianza Parlamentaria o el Partido Nacionalista, sino de prestigiosos especialistas en derecho, que demostraban que esos decretos eran un abuso de las facultades legislativas que se le otorgó.

Pareciera que la tónica es: conversa en Palacio (o en el cuarto de Canaán), sale tu ley, el negocio está hecho, lo cual explicaría la represión a las protestas, represión que estaría dirigida no a preservar el orden sino a defender determinados intereses.

Su pasado

García, antes de ser presidente de 1985 a 1990, vivía en un piso alquilado y en su declaración jurada sólo figura como patrimonio un reloj. Después de su mandato tenía un departamento en París valorizado en un millón y medio de dólares, además de casas de playa en el Perú; y vivió en Francia sin tener ingresos conocidos ni ejercer su profesión de abogado, manteniendo a su numerosa familia de 5 hijos, a parte de los cuales mandó a estudiar a las universidades más caras de los Estados Unidos. Terminado su gobierno García huyó fuera del país, donde cómodamente esperó que prescriban los delitos de corrupción por los que se le acusó.

Si García no temiese nada, al asumir su segundo mandato ¿por qué se negó a renunciar a la prescripción para que se le investigue de todas las acusaciones de corrupción? ¿Por qué el miedo a la transparencia?  No hace falta ser inteligente para encontrar la respuesta.

Con todo lo señalado, no extraña que García y sus seguidores apristas en el Congreso se opongan a aprobar la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción, lo cual sería un preludio de nuevas huídas al exterior para burlar la justicia al terminar este gobierno.

Más teatro


Siendo este el panorama, vemos que no son más que teatro las otras actuaciones de García en los últimos días. Repasemos sus recientes estridentes frases espetadas ante la falta de argumentos para defender a su entorno:

Hace pocos días el mandatario declaró que no protege a ningún “compañero” y que “si creen que yo voy a estar tapando, capoteando, ¡vayan al diablo! Yo prefiero al país, para eso me han puesto acá”.

Al visitar el colegio Santa Ana, refaccionado en Chincha, declaró:  “Dejemos a los que acumulan oro, dejemos a los que llegan a veces a puestos del gobierno para ver cómo sacan un poco de dinero, esa gente todavía está en la etapa primitiva; nosotros tenemos que ser la gente del futuro, que tiene conocimientos y no envidia a nadie.” Esto es además muy deplorable, pues en lugar de enseñar a los menores que hay que combatir la corrupción, les dice “dejemos”. Pésimo mensaje de un Presidente de la República a nuestros niños”.

Otra actuación delirante ocurrió cuando visitó la Universidad Peruana Unión, en Ñaña, donde una vez más utilizó a la religión para pasar por predicador: “Esos hipócritas de la corrupción, que son los sepulcros blanqueados, que pregonan ser puros, en el fondo tienen el espíritu del demonio dentro”, proclamó y agregó que son los que dicen que vienen a servir al pueblo, "pero se llenan los bolsillos con el pueblo", tras lo cual recordó a Jesús, que "condenaba a los hipócritas, que son los que engañan, que son los que se presentan como puros y santos, y tienen el alma envenenada porque odian". "Vengo a servir al pueblo, pero se llenan los bolsillos con el pueblo; son los que dicen quiero servir a los más humildes, pero se valen de cualquier recodo para aprovecharse de los más humildes", dijo y subrayó que  Cristo también era firme y fuerte, como hay que ser en la vida, contra los hipócritas, porque no hay mayor pecado que el de la hipocresía de quien se presenta como puro teniendo negra el alma.

Es fácil pues ver quiénes son los sepulcros blanqueados, los hipócritas y quiénes son los que se presenta como puros teniendo el alma negra y quién comete sacrilegio utilizando la religión para blanquear su propio sepulcro (ver: García y el alma sacrílega).