Obispos deben estudiar más sobre moral católica

Por Rocío Ferrel

Tras la excarcelación del ladrón y homicida Alberto Fujimori, el expresidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) reafirmó este jueves su posición a favor del indulto concedido a Alberto Fujimori en diciembre de 2017, pero sorprendió que el papa Francisco le aconsejó dicha liberación.

 

Francisco 19

PPK narró que durante una reunión en Roma consultó al pontífice sobre la liberación de Alberto Fujimori y, según dijo en Canal N, el Papa le respondió: “Soltálo, che”, palabras que según PPK, ratificaban el respaldo del Romano Pontífice, y que eso lo motivó incluso más a conceder la “gracia presidencial”.

El indulto a un asesino y ladrón como Fujimori es un acto inmoral porque PPK por oscuros intereses e intercambio de favores lo hizo. El hecho es más grave porque el delincuente no pagó la reparación civil de S/ 57 millones ni devolvió los miles de millones robados durante las privatizaciones.

Fujimori tampoco pidió perdón ni se arrepintió de sus delitos, lo cual es una mala enseñanza para la juventud.

La ley debe cumplirse para todos pero se ha corrompido para usarla para negociados, como hacía el corrupto gobierno aprista de Alan García con los narcoindultos, buscaba a los narcotraficantes en las cárceles y los liberaba a cambio de gruesos pagos.

El indulto presidencial debe desaparecer

Sucesivos congresos mediocres no han sido capaces de proponer una reforma constitucional para eliminar los indultos presidenciales, pues esa facultad nos asemeja a la época de los emperadores romanos, quienes a su voluntad podían determinar el destino de una persona sin importar la justicia. El Perú debe modernizarse y esta tara debe ser suprimida.

No es el primer Papa que es inmiscuye en el sistema de justicia de un país

Juan Pablo II, se inmiscuyó en política e interfirió con la justicia intercediendo en favor del asesino chileno Augusto Pinochet cuando la ley le puso la mano en Inglaterra. Al visitar Chile y callar sobre los crímenes de Pinochet, avaló con su presencia a esa dictadura. Además, pidió clemencia para un asesino y violador de niños que iba a ser ejecutado en América Central, felizmente no le prestaron oídos y aplicaron la pena de muerte al monstruo.

Grandes santos, como San Vicente Ferrer, célebre en su tiempo, no cayeron en la tentación de interferir con los procesos judiciales. Una vez estando en Italia, pidieron al santo impedir la ejecución de un paisano suyo, lo cual el santo rechazó diciendo que la Iglesia no debe interferir con la justicia, porque las ejecuciones sirven de ejemplo a la sociedad. Más bien se pronunció por una muerte menos brutal y se preocupó por confesar al reo antes de que lo maten.

Lamentablemente en el Vaticano se dedican a modernismos y modas en lugar de estudiar y aplicar la verdadera moral católica. El decaimiento de la formación de los sacerdotes es progresiva, cada vez estudian menos y cada vez se dedican menos a lo que les compete: evangelizar.