Dejad que los tránsfugas vengan a mí. A propósito de Alex Kouri


Por Juan Sheput


El deterioro de la política y, sobre todo, de las virtudes cívicas es de tal magnitud que un vulgar acto de transfuguismo político es visto como un servicio a la sociedad.


En los últimos días hemos visto como un conjunto de alcaldes, vinculados a diversas colectividades políticas, han renunciado a sus agrupaciones para irse a apoyar un proyecto que tiene como identidad el clientelismo y el transfuguismo dos de los peores males para la política peruana.
 

Para justificarse estos alcaldes dicen que lo hacen por que así lo piden los vecinos. Nada más falso. Lo hacen porque quieren seguir al frente de las alcaldías, al frente de sus presupuestos, contribuyendo así al desorden urbano que ha tugurizado la ciudad capital.

 

Los partidos políticos son necesarios como sostén de la democracia. Es cierto que la política pasa por malos momentos, fundamentalmente por el caudillismo y las dirigencias dóciles que buscan su propia conveniencia. Pero la solución no es huir, utilizando pretextos. La política no es un campo de querubines, sino un escenario de conflicto permanente. Es en los partidos políticos donde se debe luchar para construir un real sistema de partidos, con una visión nacional que se vaya desagregando hasta lo local.

 

En la entrevista realizada a tres alcaldes que han corrido a los brazos de un promotor de tránsfugas (leáse Alex Kouri) los conductores, Víctor Andrés Ponce y Ana Trelles, hasta comprendían las razones de la renuncia de estos funcionarios. Es justificable la confusión. En nuestro país no se entiende aún la importancia de los partidos políticos como estructuras válidas de la representación popular. El clientelismo, perverso azote social que manipula la pobreza para buscar la consolidación electoral, es el principal enemigo de la decencia, la ética y la moral. Gracias al clientelismo, al reparto de dádivas, limosnas y alimentos, la pobreza se convierte en hereditaria y dependiente de la mano negra del alcalde de turno. La pobreza así manipulada, siendo mayoritaria, le da su voto a individuos que no tienen mayor "virtud" que la total falta de escrúpulos. Así, con crueldad y manipulación, estos políticos se convierten en exitosos ante los ojos de un sector de la prensa incapaz de reflexionar y ver más allá.

 

Las obras públicas, los dineros de las constructoras, los mayoristas de alimentos, se vuelven así en aliados del clientelismo. El silencio cómplice de un sector de la prensa, en paralelo, ayuda al blindaje de gestiones que pueden mostrar escaleras y veredas pero que no han disminuído el pandillaje, la inseguridad, la contaminación, la delincuencia organizada, la obra inútil, el derribo de parboles, el trabajo infantil, el caos vehicular, el desorden territorial y que se desenvuelven en un ambiente repleto de indicios de corrupción.

 

Y así, con esa mezcla de clientelismo, dineros corruptos y silencios, los políticos dañinos tornan en exitosos y merecen el apoyo de columnistas y editoriales. Un éxito logrado de la manera más vil y antigua: a costa de la miseria humana en que viven, día a día, sus "vecinos".

 

Finalmente Alex Kouri dice sentirse halagado. Cómo no, si es un individuo exitosísimo en la promoción del transfuguismo.

 

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