¿Quién debe renunciar? ¿Aurelio Pastor o Javier Velásquez Quesquén?



Por Juan Sheput

Algunos políticos e importantes medios de comunicación reclaman la renuncia del ministro Aurelio Pastor. Es cierto que él es el principal responsable político de un asunto nauseabundo como es el indulto a José E. Crousillat. Pero es cierto también que, conociendo la trayectoria de Aurelio Pastor, él jamás habría hecho algo que no conociera el propio Alan García siendo por ello coordinado cualquier asunto con Javier Velásquez Quesquén.


No tengo la menor duda que Aurelio Pastor actuó por presión del más alto nivel del gobierno. Y no tengo la menor duda tampoco que sus declaraciones en el patio de Palacio de Gobierno fueron producto de una decisión del Consejo de Ministros. Que el emocional e irreflexivo Alan García no medite en la consecuencia de sus acciones es otro asunto. Él sabe que, si estalla un escándalo, bien podrá ridiculizar al ministro de turno, como viene sucediendo con Aurelio Pastor.
¿Pero por qué se puede llegar a una situación de este nivel?

Pues sencillamente porque Alan García no tiene a ni una sóla figura de peso, con temperamento y conocimiento en el gabinete ministerial. Si los tuviera hace rato se habrían marchado. En el actual gabinete de ministros no hay una sóla persona que reúna condiciones políticas y técnicas de polendas. Esta es la razón por la cual pasan sistemáticamente estos hechos, realmente de muy bajo nivel.

Alan García, hasta la fecha, jamás ha tenido un Primer Ministro de gran categoría. Su carácter no se lo permite. Él requiere de personas obsecuentes, que le digan sí a todo, que se rían con sus bromas, que le celebren sus ocurrencias. Él no necesita de ténicos ni políticos que confronten sus ideas ni discutan posiciones. Eso no existe en el Consejo de Ministros, menos con Velásquez Quesquén. Por eso sucede lo que sucede, una crónica del ridículo permanente.

En ese sentido en un periodo abiertamente electoral, se debería ir Javier Velásquez Quesquén y con él todo el gabinete. La inexistencia de un Congreso real, con poder, impedirá ello, pero en una democracia sana eso es lo que debería suceder. Es probable que más adelante Velásquez Quesquén renuncie, pues va a buscar refugiarse nuevamente en el Parlamento, pero ello no será consecuencia de una sanción política como debería ser dados los actuales acontecimientos. Las acusaciones que penden sobre el actual premier, sobre actos de corrupción en Lambayeque, son situaciones que algún día tendrán que ser aclaradas.

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