Deterioro del ‘periodismo’

Por Carlos Miguélez (*)

En plena campaña electoral, los políticos españoles no admiten preguntas de los periodistas a los que convocan a ruedas de prensa para tratar determinados temas. En otros tiempos, los directores de comunicación o personas de peso en las redacciones se presentaban con preguntas para poder adaptar la información al enfoque del medio para el que trabajaban. La rueda de prensa se convertía en una oportunidad de diálogo, de profundización en los temas que más preocupaban a los ciudadanos y de búsqueda de la verdad.


La norma de hoy es enviar a los ‘precarios’, como se conoce a los becarios de los medios de comunicación debido a sus condiciones laborales, para que graben las declaraciones que los políticos leen sin necesidad de digestión porque no queda tiempo ni espacio para la reflexión. Después, esa información llega íntegra y queda a disposición de otros redactores que la pueden cortar, pegar e incluso sacar de contexto.

La democracia exige como requisito el libre acceso a la información. Si por democracia entendemos a grupos de personas que participan y contribuyen para mejorar la vida en la sociedad. John Milton, John Locke y John Stuart Mill, los primeros pensadores liberales ingleses, coincidían en la importancia que tenía el libre flujo de ideas no sólo para limitar el poder de los gobernantes y evitar tiranías, sino para que las personas pudieran formar sus propios criterios a partir de su capacidad inherente de discernimiento.

Estados Unidos heredó esa corriente de pensamiento desde su nacimiento y denomina hoy a la prensa como watchdog o perro guardián, el Cuarto Poder que vela por el libre acceso de los ciudadanos a la información.

Sin embargo, los medios de comunicación se están convirtiendo en correas de transmisión de los gabinetes de imagen y de comunicación de partidos políticos, de grupos empresariales de gran envergadura y de los think tanks que se proponen influir en política nacional y política exterior. Si se limitan a reproducir los discursos preparados y analizados de forma minuciosa para manipular la información, los medios de comunicación se habrán convertido en simples colaboradores del marketing político necesario para ganar elecciones, crear crispación, promover o revocar leyes, infundir miedo y controlar a una sociedad que depende cada vez más de imágenes y ruido para paliar la ansiedad que ellos mismos producen.

Este servilismo beneficia al modelo empresarial y de búsqueda de beneficios a toda costa que empiezan a manejar los medios informativos, en manos de grupos cada vez más grandes y menos plurales. Cuesta menos enviar becarios poco capacitados a las ruedas de prensa que contratar suficientes reporteros y redactores capaces de formar sus propios criterios y de analizar la información. Cuando quedan vacías las redacciones durante los veranos, llegan becarios de prácticas a ocupar el vacío. Imaginemos que sucediera lo mismo en los hospitales, en los juzgados y en los despachos de abogados. Si se exigen responsabilidades a otras profesiones, ¿por qué no hacemos lo mismo con los medios de comunicación y por qué no exigimos calidad?

Las prácticas en emisoras de radio, en redacciones y en las televisoras no garantizan la formación de los becarios porque no se trabaja en un ambiente informativo normal y los ‘Maestros’ están de vacaciones. Tampoco garantizan un futuro puesto de trabajo, más con la tendencia actual de recortar plantillas para incrementar la eficiencia y la productividad.

Para acceder al mercado laboral, ya no basta con tener vocación de periodista, cursar cinco años en la facultad con asignaturas distintas que muchas veces se repiten en contenido. Además de prácticas en distintos medios, muchos jóvenes tienen que hacer oposiciones para encontrar un puesto de trabajo en los medios de comunicación públicos o pagar 15.000 dólares para hacer Másters durante un año en los periódicos más prestigiosos que colaboran con algunas universidades.

Tanta sobrecarga de formación técnica, de prácticas y cursos prepara más a las personas para ‘repetir’ que para reflexionar, observar y escuchar, saber contar las cosas y aprender a formular preguntas. Después de todo, no habrá espacio para las preguntas si olvidamos que la información es un derecho de las personas para ejercer la ciudadanía y participar, no un privilegio ni un capricho.

(*) Periodista
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