Réquiem por el periodismo

Iván González Alonso *

El actual presidente de Estados Unidos ha comentado entre sus círculos más íntimos que piensa dirigirse a la nación, como acto de despedida, para pedir disculpas por la infamia de Guantánamo y la ilegal guerra de Irak. También se rumorea que los ejecutivos de los bancos han acordado paliar la actual crisis donando las ganancias que les han reportado los años de bonanza. Su santidad Benedicto XVI, por su parte, ha contraído matrimonio en secreto con una joven azafata somalí. Cada día aparecen en los medios cientos de noticias tan descabelladas como estas cuya veracidad, temática, planteamiento y exposición se adecuan muy poco a los códigos deontológicos del periodismo.


La finalidad del periodismo es la búsqueda de la verdad. Su razón de ser es mirar, ver, y contar lo que pasa delante de nosotros. Para ello el periodista debe limitarse a recoger datos y verificarlos. Ordenarlos y exponerlos con sencillez y sentido hará que el mensaje pueda ser entendido por el lector u oyente. Asistimos a un fenómeno que se opone a toda ética periodística, propiciado por el crecimiento de internet y por el anonimato que éste permite. Es el periodismo del rumor, del morbo, de la inventiva de la noticia más absurda todavía, donde el contraste de la información no tiene cabida. Hace escasas semanas el periódico marroquí L’Observateur afirmó que el hijo que espera la Ministra francesa de Justicia había sido concebido por el ex presidente español José María Aznar. Se trata de una afirmación gratuita, carente de pruebas, y con escasa importancia o trascendencia social. Internet hizo posible que en cuestión de horas la noticia de expandiera como un río de pólvora hasta el punto de que el propio aludido por la difamación emitió un comunicado que desmentía la noticia.

El periodista, corresponsal del New York Times, Jon Lee Anderson sostiene que los periodistas son “los únicos intermediarios entre el público, que no tiene poder, y los mandatarios, que sí lo tienen”. A la perversión periodística que supone la mentira se une la de unos medios cada vez más subordinados al poder político y económico, y unos profesionales de la comunicación esclavos del medio en el que trabajan. Aún así, poco a poco se van introduciendo en nuestra sociedad mayores controles a la información verídica. La prensa ha pasado de ser el cuarto poder, o Watchdog (perro guardian) a ser denominada lapdog (perro faldero).

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos se ha empecinado en promover un libre flujo de información a nivel mundial, flujo unidireccional la mayoría de las veces, pero apenas ha reparado en asegurar la calidad y veracidad de esa información.

La crisis financiera afecta también a los medios de comunicación, de una forma que va más allá del recorte de las plantillas o la reducción de costes de producción. La propia información se ve condicionada por esa vulnerabilidad económica de los medios, cada vez más necesitados de inyecciones monetarias procedentes de poderes públicos o privados, que marcan la línea editorial y formal del periódico o de la radio.

Muchos profesionales de la información observamos con estupor cómo se convocan multitudinarias ruedas de prensa en las que se prohíbe que se formulen preguntas, resaltándose así el sometimiento de la prensa a los otros poderes. Sin embargo la salud de la profesión no dependerá de la banda ancha de Internet, o de entrevistas a políticos y empresarios con las preguntas preparadas y acordadas, sino de una concienciación global del periodismo como el cuarto poder que cuestione a los otros tres.

Para alguien que se acerca con interés a conocer las noticias del mundo, de su país, o de su barrio, cada vez resulta más complicado saber cuáles proceden de fuentes fiables y cuáles son un mero rumor provocado por la imaginación o el interés.

* Periodista
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.