Balada de la bicicleta

Bajo las estrellas

Por Ángel Pasos

Es de noche. Un impulso me hace montarme en mi bicicleta y subir a lo alto de la montaña. La cima me atrae con un magnetismo especial, mientras asciendo por un estrecho camino entre pinos. Sólo mi respiración rompe el silencio. Respiro hondo el aire húmedo y frío de la noche y me siento feliz por estar aquí, y por estar vivo.


En la cumbre, me tumbo sobre una roca y miro al cielo. Hay tanta fuerza en este instante que mis sentidos parecen estallar. Bajo este firmamento tachonado de estrellas, comprendo lo que he buscado desde hace tanto tiempo. Se abre ante mí y me llena de silencio. Algo que está dentro de mí y que posee tal fuerza que ni siquiera puedo llegar a abarcarla. Me desborda y me calma.

He dado un gran rodeo para llegar a este lugar aterido, sin espacio ni limitaciones. He luchado duro para doblegarme y mantener el esfuerzo, y ahora, esta noche, millones de estrellas se ríen ante tanto esfuerzo. Mi espíritu se expande en este vacío esencial, se aquieta, y comprendo que todo lo que soy y lo que he sido camina hacia un lugar que se halla más allá de la luz y de las sombras de mi experiencia.

Bajo las estrellas, mi frágil, cansado y dolorido cuerpo, ha atrapado esta noche un instante de paz, y ahora, libre de todo apego, vuela sin dueño y habita en todas partes.

—Tenemos que volver —dice mi bicicleta.

—Lo sé, amiga, lo sé. Una vida por descubrir nos espera. Ya sabes, querida bicicleta, que uno ya nunca será el mismo después de haber viajado a las estrellas.