Marcha por el agua

Llegaron a Lima unos mil 500 caminantes que partieron de Cajamarca el primero.

El ministro del Ambiente los recibirá en su despacho.

Uno de los organizadores de la marcha, el padre Marco Arana, ha declarado sentirse muy gratificado por el respaldo obtenido durante el largo recorrido y a la vez ha reiterado que no es una animadversión contra la minería la que une a los caminantes, sino un pedido que comparten otros pueblos y comunidades del Perú para que la minería sea regulada y se prohíban proyectos en cabeceras de cuenca.

 

Es una buena señal que el gobierno se haya negado a ejercer la violencia contra la marcha, respetando el derecho de protesta, aunque a veces hay que admitir que este se excede hasta asumir el rol de la autoridad de tránsito en rutas nacionales e internacionales, las cuales son bloqueadas. Sin embargo, tal cosa no ha ocurrido esta vez, pues estamos ante fuerzas que se proclaman pacíficas y deseosas de poner en práctica su voluntad de diálogo, a la vez que su compromiso político y ético con la defensa del agua como derecho humano.

De otro lado, es de esperar que el ministro Pulgar Vidal mantenga su ofrecimiento de dialogar con los caminantes, o cuando menos con una delegación de ellos. Estaríamos ante una experiencia inédita que indicaría una real capacidad del Ejecutivo por respetar las opiniones discrepantes. La célebre frase de Ramiro Prialé, “dialogar no es pactar”, viene al caso aquí, pues se trata de un gesto que cuenta y ayuda a distender un clima tenso y cargado.

En todo caso, cabe también recordar al viejo economista Aldo Ferrer, muy conocido a nivel latinoamericano, quien afirmaba que la cultura del diálogo es muy inmadura en el continente, y esto es así como consecuencia de una historia que se arrastró a lo largo de casi todo el siglo XX, cuajada de antinomias irreductibles, descalificaciones rotundas y de esa inestabilidad político-institucional que dio paso a tantas dictaduras.

Sería reconfortante que la esforzada marcha de este más de un millar de cajamarquinos terminara en el despacho del ministro ambiental. No necesariamente para concluir en acuerdos que sonarían forzados sino para concretar un gesto que descubra al país que los buenos modales democráticos no tienen por qué darse por cancelados y que la actitud de apertura al diálogo es muestra de que un nuevo clima es posible, alejado de intransigencias que a nada conducen.

La República.