Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

En ocasiones escuchamos decir “debe actuar con ética”, “qué falta de ética” o “esto no es ético”, entre un sinnúmero de aseveraciones concernientes al apremio de su incorporación en el quehacer laboral. Sin embargo, lo obvio para unos, esquiva serlo para todos. Lograr su plena vigencia demanda explícitas condiciones que, a mi parecer, eluden enmarcar el quehacer empresarial de innumerables hombres y mujeres.

 

sobre dinero Foto Articulo Wilfredo Perez Ruiz

 

La ética involucra incluir un conjunto de normas que indican cómo desenvolvernos para asegurar un desempeño digno. Permite demostrar actitudes y hábitos concordantes con los valores corporativos de la organización y que, además, deben ser sostenibles en el tiempo. Por lo tanto, estamos refiriéndonos a los principios que cada uno de nosotros opta para orientar sus acciones y decisiones.

Proceder con ética no es imposible, ni una abstracción. Demanda probada autoestima, lucidez para tomar determinaciones —no siempre bienvenidas y aceptadas— y preceptos sólidamente posesionados; debemos integrar estos elementos de manera inequívoca. En nombre del “pragmatismo” se pretende, en sinnúmero de circunstancias, colocar entre paréntesis la ética. También, consideremos que la voluntad, acuerdo o presión de la mayoría no implica una decisión correcta. De allí la enorme importancia de proceder, en toda coyuntura, con independencia y distantes de injerencias ajenas.

Tampoco busquemos refugiarnos en el obrar del resto para justificarnos. Actuemos con individualidad, declinemos recurrir a cualquiera de las variadas formas de “desconexión moral” para minimizar o amparar nuestras posturas. La ética exige autonomía, firmeza, convicción y coraje. Será inaplicable en seres temerosos, titubeantes, asustadizos y pusilánimes. ¡Recuerde!

El ambiente laboral viabiliza darnos cuenta de las dificultades e incomprensiones acerca de su implementación o de su coincidencia con las políticas corporativas. No obstante, ésta realza la imagen, otorga credibilidad y brinda prestigio. Es una magnífica carta de presentación y representa un valor agregado. En síntesis, desplegará nuevas oportunidades y realizaciones.

Seguidamente explico varias recomendaciones prácticas, más allá de nuestra jerarquía, para el ámbito de trabajo. Se trata, únicamente, de reflexiones y sugerencias, asociadas a las buenas prácticas empresariales, cuya valía dependerá de la solvencia y convencimiento para interpretar sin ambigüedades la obligada transcendencia de la ética.

Haga de la transparencia un estilo de actuación. Ésta forma parte de un círculo virtuoso destinado a promover la confianza y, por lo tanto, la creación de una convivencia que facilitará una reciprocidad llevadera con sus colaboradores, clientes, proveedores, etc. Asimismo, concibe un espacio de mayor acercamiento para los negocios.

Practique la lealtad. Es uno de los valores más estimados por su vasta repercusión; será una indudable manifestación de su pleno espíritu de identidad y compromiso con la organización. Es difícil es un medio colmado de tentaciones, traiciones y efímeras fidelidades.

Proceda con discreción. Guarde absoluta reserva aun cuando no sean tópicos confidenciales. La mesura facilitará hacerlo merecedor de consideración. Sea dueño de su silencio, en lugar de esclavo de las palabras expuestas en momentos de imprudencia. Esta cualidad puede asegurar su estabilidad laboral.

Asuma la tolerancia como expresión de sus habilidades blandas. Sea capaz de forjar una interacción saludable con quienes, por motivaciones religiosas, sociales, ideológicas, sexuales, etc., tienen puntos de vista opuestos a los suyos. Aplique la empatía y acepte las diferencias humanas. Las discrepancias nos proveen de aprendizajes, aportes y connotaciones positivas.

Sea coherente entre lo que piensa, siente, dice y hace. Propóngase realizar este ejercicio de decencia escaso en un contexto dominado por intereses, cálculos y oportunismos. Tenga el pudor de comunicar lo que concibe —guardando adecuada corrección y tino— y decline declarar lo que otros desean escuchar. Obvie comentarios aduladores o cómplices. Esta penosa usanza está normalizada en las reuniones de profesores maquilladas por la sumisión, la apatía y el sórdido mutis.

Ejerza el respeto como factor de integración. El reconocimiento de los derechos del prójimo, la buena educación y la amabilidad distingue, abre puertas, realza la personalidad, genera un óptimo espacio para el entendimiento. Hará más agradable la conexión con sus semejantes y contribuirá al excelso clima de trabajo.

Nuestro desempeño evidencia nuestros valores y directrices y, especialmente, revela la genuina dimensión de nuestra ética. Tengamos el indisoluble convencimiento de interiorizarla como una luz inspiradora y esperanzadora, a pesar de las oscuridades, obstáculos y desidias que enfrentamos. Evoco con ilusión las palabras del célebre escritor australiano Morris West: “El ejemplo es la lección que todos los hombres podemos leer”.

(*) Docente, comunicador y consultor en protocolo, ceremonial, etiqueta social y relaciones públicas. http://wperezruiz.blogspot.com/