¡Más que una tacha: una demostración cívica!

por Herbert Mujica Rojas

 
Para el vulgo que se hace llamar medio de comunicación, la tacha domiciliaria que sacó a Kouri de carrera para Lima, constituye el leit motiv de esa circunstancia. Si preguntáramos si conoce o sabe algo del autor de la tacha arribaríamos a la única conclusión posible: ¡ni siquiera se acordaría del nombre de aquel ciudadano! Si la tacha prosperó fue por la potente razón que el cuestionamiento integral a las monstruosas fallas y fraudes de Cambio Radical tuvo en la argumentación del solitario abogado Guillermo Olivera Díaz a un osado y perseverante enriquecedor cuasi diario de pruebas y más pruebas. Desde hace más de cinco lustros el país no contemplaba una demostración cívica valiente y efectiva.


El miércoles 1 debió llevarse a cabo el informe oral acerca de la segunda tacha, la planteada por Olivera. Nadie entiende la razón del cómo trocó en posterior un cuestionamiento que ingresó ¡140 expedientes antes que la tacha domiciliaria! Sólo la magia ilusionista del experto en materia electoral del Jurado Nacional de Elecciones, Fernando Rodríguez Patrón puede —y debe— ofrecer una explicación, no de cómo hizo, sino en nombre de qué causas o neumáticas de interés ha procedido con dolo ostensible.
 
El cónclave no se llevó a cabo. En el tabladillo en que se sientan los jueces electorales ya no habían las cinco sillas que albergaban a igual número de magistrados. La subitánea, sorpresiva, aleve y pusilánime salida de vacaciones sine die de Ulises Montoya Alberti propició este asunto. Es que aquél, por haber adelantado opiniones sobre las mecánicas decisorias del JNE, había sido recusado por Guillermo Olivera Díaz. Y en lugar de afrontar el yerro, como lo hacen quienes van a perder o a ganar, prefirió, con la complicidad del colectivo del Jurado Nacional de Elecciones, picárselas o tomar las de Villadiego.
 
Miedo cerval, aterrado, perverso, culposo, eso es lo que siente el conjunto de jueces que conforma el JNE de actuar como lo demanda la ley y la decencia. Permitieron o se volvieron cómplices de Rodríguez Patrón que fletó el fraude Cambio Radical por todo lo alto y ahora encubren a Montoya Alberti. La mácula pestilente rodea este proceso edil, precedente del que vendrá para la sucesión presidencial. Los lodos de hoy presagian cualquier cosa para los meses que vienen.
 
La tacha domiciliaria ha sido el pretexto light que encajó bien en los designios del JNE para desbarrancar la candidatura Kouri. La salida de éste y su nadir de más de 30 puntos porcentuales al magro 2 ó 3% que hoy ostenta grafica lo vertiginoso del descalabro. ¿Qué razones tuvo el JNE para no actuar como debía y tocar las múltiples, numerosas e imbatibles razones documentales que presentó Olivera Díaz con estocadas letales periódicas y robustas de argumentos, pruebas y razones?
 
Superando el silencio de una prensa que ha batido todos los niveles de asco y autocensura abisal, venciendo los escollos económicos de tasas y desplazamientos, ignorado por semanas enteras, obliterado casi por completo, Guillermo Olivera Díaz, más allá de una tacha, emprendió la palmaria realidad que en Perú ¡sí se puede incurrir en demostraciones cívicas con la ley en la mano y la ética en alto!
 
¿Notó, amable lector, que los intelectuales de todo el amplio espectro, desde la zurda hasta la ultra-derecha, no aventura opinión de fondo sino cosmética y políticamente correcta? Los defensores de los derechos humanos en este capítulo callan. Los analistas, estrategas, internacionalistas, politólogos, especialistas y demás istas, hacen lo propio y no van más allá de muy despreciables circunloquios para justificar los nutridos dineros a los cuales sirven.
 
Más aún. Los partidos políticos, habida cuenta que esos no existen en Perú, es decir los clubes electorales, se cuidaron muy mucho de opinar o decir algo. La unanimidad yugulada de parecer ha dado una lección de cómo se evita la decencia y cómo se hunde al país en la ciénaga de mediocres colectores de votos que sí saben olvidarse de todo lo que prometieron una vez apoltronados en las sillas de mando.
 
El Perú es más grande que todas esas castas sin señorío ni savia para absolutamente nada. Desde la tribuna abogadil, premunido de los conocimientos penales que enseñó en varias universidades, ha escrito en la acción y en la práctica Guillermo Olivera Díaz una hermosa página que ilumina el paso decente de las nuevas generaciones. Así de simple.
 
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